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"Los porteños están un poco agresivos"

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Amelita Baltar

Entrevista a Amelita Baltar

La legendaria cantante argentina con un aniversario y varios proyectos de este lado del Plata

Este miércoles 25 de abril a las 18.30 en la Sala Delmira Agustini, Amelita Baltar presenta en una charla su disco “Sinfónica”, que grabó junto a la Orquesta Filarmónica de Montevideo en vivo en el Teatro Solís. El disco, nominado a los premios Gardel 2018, es el primer paso de una agenda que acerca a la gran cantante argentina a este lado del Plata, y que culminará con dos conciertos, el 13 y 14 de junio, bajo dirección de Ligia Amadio. “Tengo toda la fe que con este disco con la Filarmónica de Montevideo me pueda ganar el Gardel. Y por otro lado, voy a hacer dos conciertos con la Filarmónica, aunque todavía no sé que repertorio vamos a hacer”, adelanta.

-Se cumplen 50 años de María de Buenos Aires, obra que revolucionó la historia del tango. A nivel coreográfico esa obra ha dado para todo.

-Se hicieron cualquier cantidad de versiones, muchas cosas interesantes, pero en Europa se hicieron muchas payasadas. Porque era un oratorio: estábamos todos quietos. Y en Europa se han hecho payasadas espantosas, hasta revolear bandoneones.

-¿Y usted estuvo limitada por los derechos de autor para volver a hacerla?

-Sí, no me permitían, la viuda de Piazzolla. Pero la hice hace unos cuatro años en Tokio, que me llamó Ryota Komatsu, que quería hacer la original: lo mismo que yo había hecho con Piazzolla. Sin nada de los agregados que le hizo Horacio Ferrer luego de la muerte de Piazzolla, que le agregó unas cuantas cosas. Y yo cerraba los ojos y eran la réplica exacta de lo que habíamos hecho acá. Habían pasado 45 años que no me habían permitido hacerla. Y Ferrer siempre la hizo con otras cantantes: a mí no me llamó nunca.

-No debió ser fácil cantar esas letras de Ferrer, tan surrealistas.

-Bueno, de pronto había alguna palabra que yo le preguntaba qué quería decir. Pero si bien era una obra con una poesía muy abigarrada, para mí era natural. Yo la decía con un placer, y por momentos con un dolor. A mi nada me resulta tan raro. Y soy profunda en lo literario: entonces siempre fui de meterme mucho en el sentido de las letras.

-¿Cómo era Piazzolla como pareja?

-Era un ser que vivía desesperado por escribir. Que si no tenía algo para escribir, un concierto que hacer, o algo que grabar, estaba inquieto. Andaba por la casa, no se quedaba quieto. A él lo calmaba escribir música, eso para él era su vida. Se levantaba a las siete de la mañana, tomaba parado en la cocina un café o un café con leche, y se sentaba a escribir hasta las dos de la tarde o más. No se levantaba del piano, escribiendo. Y si escribía para treinta músicos, ponía unas maderas atrás del piano, para poder ver todos los papeles, y escribía para todos a la vez. Nunca escribió de a poquito. Cuando terminaba una obra estaba completa: no había que hacer arreglos ni nada.

-¿Y como pareja era un hombre difícil?

-Como todos, como todos. Teníamos alguna agarrada, después nos sentábamos a la tarde a ver televisión, nos tomábamos un whisky, charlábamos. Era medio bravo, pero era normal. Un tipo que tiene todo eso adentro, que le bulle, que es un genio, no puede ser normalito, normalito. Era impredecible: o todo terminaba en una pelea, o íbamos al cine y a comer.

-¿Después de la separación le costó mucho rearmarte?

-No, para nada, fui yo la que me separé. Vivíamos en Roma, y yo agarré el perro, la guitarra, y me vine. Porque él no me dejaba venir a ver a mi hijo, que once cumplía años. Cuando tomé el avión, él sabía que no volvía. Luego me llamaba por teléfono, y a los tres, cuatro meses vino. Me dijo que quería volver conmigo, se fue a Brasil, y me dijo que luego de un mes, al volver, pensó que yo le iba a contestar que sí. Y en ese mes yo conocí al que fue el padre de mi hijo Patricio, que hoy tiene 37 años. Mis dos hijos son dos soles, dos señores.

-Balada para un loco despierta algo fuerte en la gente.

-Sí, es tanta la energía que larga la gente con ella, se pone tan loca. La canté la semana pasada, y es tanta la energía que te larga el público, que cada vez siento que la canto mejor. La gente cada día está más loca con esa balada.

-¿Qué siente que esa balada le da a la gente?

-Porque da ternura, cosas lindas, vida. No es un tango que da amargura, con el hombre que se queda solo, que lo deja la mujer. Balada para un loco invita al otro a que no vaya caminando mirando para el suelo, amargado por lo que le pueda pasar, o cansado porque salió de la oficina. Sino que levante la cabeza, que mire las cornisas, llenas de plantas y de flores, como hay acá.

-¿Y hoy, queda algo de aquella Buenos Aires de Balada para un loco?

-Hoy es muy distinta, totalmente, hoy es una locura. La gente se insulta, pasan con el auto y te gritan que te corras. Se ha perdido la fineza que tenía Buenos Aires, se ha perdido la educación. La dictadura fue un ‘break’ en la cultura argentina. Toda la maravilla de lo que era antes Buenos Aires, y Argentina: y después quedó la gente muy dolorida, los desaparecidos, la gente muy resentida. Y eso se fue convirtiendo un poco en agresión. No es aquella Buenos Aires. Pero de todos modos, yo vivo en Recoleta, me gusta caminar por Palermo, por los parques, me voy con mi perro, y caminamos rápido, haciendo gimnasia. Y está cada día más linda: los edificios, las plazas. En ese aspecto, edilicio y estético, Buenos Aires está maravillosa. Los porteños están un poco agresivos, pero creo que no hay mal que dure cien años.

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