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Pinocho Routin: "A las canciones hay que seguirlas y ver qué te piden"

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Pablo "Pinocho" Routin. Foto: Leonardo Mainé

Entrevista

Charla con el músico que se presenta este miércoles en la Sala Balzo, en el Ciclo Cuerdas

Con un repertorio centrado en el disco 35 años de música y escenarios que recopila su carrera, este miércoles 7 Pinocho Routin se presenta en la Sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional Adela Reta. Será el cierre del ciclo Cuerdas, y algunos de los anteriores participantes se sumarán a la fiesta. Routin es uno de los grandes nombres de la música popular uruguaya con una gran participación en el carnaval.

—¿Qué repertorio vas a recorrer en el Ciclo Cuerdas?

—Canciones del disco 35 años de música y escenarios, que es una recopilación de todos mis álbumes y ahí hice una selección de temas, algunas en las que soy intérprete de otros autores, algunas de mi autoría y coautoría. El show pasa por ahí y por otras canciones que me han acompañado a lo largo del tiempo, desde escucharlas, de estar de alguna manera siempre volviendo a esas canciones, como son algunos temas de Dino, otros de Fattoruso, que uno revisita.

—Este ciclo se ha tratado también del intercambio musical.

—El miércoles van a estar todos los músicos que pasaron por el ciclo: Sara Sabah, Carmen Pi, Nico Ibarburu, Juan Pablo Chapital, y somos un grupo de 18 en escena. También va a estar invitado Pitufo Lombardo.

—¿Cómo vivís el diálogo en la música?

—Me parece que es superlindo porque te encontrás con sonoridades, texturas y melodías diferentes, eso te obliga a tener que adaptarte y cantar desde otros lugares. En mi caso, hay un tipo de música que transito y que canto hace muchos años con la que me siento muy cómodo, muy reconfortado, entonces sumergirte en el show de otro artista te genera otro tipo de trabajo que siempre termina enriqueciéndote.

"No hay un solo día de mi vida que no escuche una canción"

Pinocho Routin

—Cuando estás trabajando en un proyecto compositivo, en un proyecto musical, ¿de dónde vienen las canciones?

—De la vida misma. A medida que pasan los años tenés una forma de estar alerta a determinadas cosas que pueden despertar una canción, un texto o una pequeña escena. Cosas con las que uno está siempre vinculado, entonces tenés una conexión directa de poder pasar a lo artístico las vivencias personales; sí hay un mecanismo después de tanto tiempo que te lleva inmediatamente a eso, cualquier cosa que suceda: una escena en una esquina, un sonido inesperado, algo a nivel humano. Para mí, la mejor terapia es poder sacar una canción de cosas que me generan dolor.

—Eso también tiene que ver un poco con lo que es la murga, que saca del mundo su material para ser, ¿en qué se diferencian?

—La murga lo hace desde la sátira y desde la crítica y de alguna manera recrea lo que ha sucedido en el año, y trata de dar un punto de vista. Yo creo que en el caso del carnaval siempre tiene una dosis de ficción mucho más grande y menos personal, porque en carnaval no escribís de lo que te pasa a vos, escribís de lo que nos pasa a todos. En las canciones, por lo general siempre escribís desde vos y son cosas por lo general más personales, más intimistas.

—En cuanto a lo musical, en tus canciones encontramos desde un cumbión (pienso en la versión de "Flores") a la murga, así como tenemos esa paz que es “Silenciosa lección”. ¿Cómo trabajás desde ese lado?

—Las canciones ya aparecen direccionadas hacia un lugar, tanto desde el género musical como del texto. Por lo general a mí me sucede que me aparece un pedacito de texto con melodía. Sí me cuesta mucho poner música en una canción, siento que no tengo muchas herramientas para hacer ese trabajo, entonces me nacen las dos cosas juntas y después rápidamente se ubican en un género. Salvo la versión de "Flores", que era una originalmente una milonga y se transformó en un cumbión colombiano en el disco Corazón. Eso sí fue más una propuesta de Martín Buscaglia, lo conversamos y dijimos: hagamos una versión en este género. Pero "Flores" nació originalmente como una milonga. Entonces ya van para un lado las canciones; tenés que seguirlas y ver qué es lo que te van pidiendo.

—En el día a día, ¿cómo vivís la música?

—Es como el motor de mi vida. El otro día comentaba que cuando pienso en la muerte, que no es una cosa que piense habitualmente, hay dos cosas que temo: la primera es el desprendimiento de la vida y la pérdida de los seres queridos, y la otra que me aterroriza es no volver a escuchar música, a ese grado. No hay un solo día de mi vida que no escuche una canción, en la mañana o en la tarde o en el celular, o en la noche cuando llego a casa. Siempre termino escuchando una canción nueva, inclusive hago ese ejercicio que mucha gente debe hacer, que te metés en Youtube y no sabés ni a dónde vas a parar, pero me cuelga mucho encontrar artistas nuevos. A veces pasás por un montón de cosas que no te gustan, hasta que de repente aparece algo que decís: "¡Pah, mirá! Esto estaba ahí y no lo conocía".

—Una ventaja de la tecnología.

—Yo cuando era adolescente vivía en Playa Pascual, y me tenía que ir al Paso Molino a comprarme el disco del artista que quería para poder escucharlo en mi casa, y si no estar con la radio pasando el dial despacito, a ver si la encontrabas. Parece que fue hace mil años, y no.

—¿Qué dejaron tantos años de carnaval en el músico que sos hoy en día?

—El carnaval ha sido para mí una escuela en general, artística, que no tiene un corte académico, porque nunca te dan un título ni pasas por un currículo académico, pero te da unas herramientas enormes para todo, para el canto, para lo que tiene que ver con lo expresivo corporal, para el manejo de la voz, para la actuación. Inmenso. Pero obviamente que también lo que me ha dejado el carnaval es un amor impresionante. Siempre digo que no tengo forma de retribuir a la gente todo el amor que me ha dado a lo largo de estos años. Siento que es mi cuna artística y mi lugar por naturaleza, donde me siento más cómodo.

—Has dicho que no extrañás salir en carnaval, pero seguís estando en la parte del pienso. ¿Cómo lo vivís ahora?

—Lo vivo bien. Salir en carnaval es una cosa y trabajar desde el punto de vista técnico, que es lo que estoy haciendo ahora, es otra, que me permite estar cerca de carnaval, creando con otra gente y participar siempre de espectáculos. Siempre es una maravilla tener una hoja en blanco y poder llenarla, elegir contenidos y lenguajes estéticos para mostrar los contenidos. Salir es otra cosa, es una fiesta inmensa del alma, porque es una belleza, lo que pasa que requiere una energía y dedicación que a veces uno no tiene.

—¿Ahora preferís darle más peso a tu proyecto personal?

—Sí, y también hay años que aparecen invitaciones o cosas que te seducen y que tenés el tiempo y de trabajar con otros artistas que te parece que puede ser interesante la mezcla, y ahí se dan un montón de variables y terminás saliendo. Yo durante muchos años no pensaba si salía o no salía; salía y listo, un año me enganchaba al otro. Pero también con el paso del tiempo uno elige disfrutar de otras cosas, poder descansar un poco, estar con la familia en el verano... Son opciones.

—¿Seguís viendo bastante carnaval?

—Veo mucho y me gusta mucho. Cuando arranca, para mí es una fiesta, siempre es una fiesta, me encanta ir al tablado, me encanta ir al teatro de verano, lo más folclórico del carnaval, de todas las conversaciones, de quién gana, que cuando lo analizás con frialdad es una tontería, pero te terminás enganchando y es parte de la cosa, y hay todo un lenguaje que se utiliza. Es un submundo que hace la fiesta.

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