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Perales le regaló una fiesta a su parcialidad

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Perales ofreció dos recitales con entradas agotadas en el Sodre. Foto: A.Martínez.

El cantautor español tenía pactadas dos funciones con entradas agotadas (ayer fue la segunda) en el Auditorio Nacional Adela Reta, para presentar su último disco Calle Soledad y los clásicos de una carrera de cuatro décadas.

El concierto del martes comenzó apenas 5 minutos después de las 21 horas, con siete músicos y José Luis Perales al centro, todos vestidos de negro. La sobriedad de la puesta en escena, no obstante, tomó giros inesperados hacia un gran colorido, movimiento y elaborados diseños por parte de quien se encargó de la iluminación (el argentino Gustavo García). Este no fue un detalle menor al momento de enriquecer el escenario que aunque prolijamente montado solo tenía el telón negro de fondo.

El promedio de edad del público asistente se ubicó por encima de los 50 años y hubo de parte de la platea todo tipo de demostraciones de afecto hacia el artista. Algunas señoras llevaron carteles para piropearlo, otras le arrojaron rosas, y las menos sutiles le gritaron lo que tenían en mente. Sin embargo, el marco fue respetuoso y elegante, acorde a José Luis Perales, quien confesó a pocos minutos de comenzar el concierto, que es un verdadero milagro la carrera que desarrolló porque ser vergonzoso casi le resulta una traba. Además debutó como cantante en una época en la que triunfaban personajes "guapos" con grandes voces, como Camilo Sesto y Nino Bravo, dos cualidades que, dice, él no tiene. Así que se deslizó por esa pendiente como "un patito feo". "Nunca pensé que podía subir a un escenario. Por eso digo que no soy un cantante, soy un contante de historias", dijo al público con la misma calidez que mantuvo durante todo el encuentro.

Perales se despachó con algunas simpáticas anécdotas. Una de ellas refirió al tiempo en el que trabajaba en una oficina de Madrid dibujando planos. "Y nadie sabía que el que aparecía en la radio era yo. Entonces pedía permiso al jefe para ir al médico y en verdad lo que hacía era promocionar mi música". El relato sirvió de preámbulo para Celos de mi guitarra, la primera canción suya que llegó al Río de la Plata, más precisamente a Argentina donde le valió un Disco de Oro en el año 1973.

El formato de banda fue mutando de acuerdo a la intimidad requerida por el repertorio, que incluyó títulos de su último trabajo, Calle Soledad, pero especialmente aquellos hits que el público quería corear con él. Perales no tuvo que pedir palmas, ni arengar a los presentes para que interpretaran el estribillo, ni realizar juegos interactivos como suelen hacer otros artistas. Eso sucedió de forma espontánea y entre los títulos más celebrados estuvieron Me llamas, Quisiera decir tu nombre, Amada mía, La llamaban loca,Y te vas, Por qué te vas, El amor, Y cómo es él, Te quiero y Un velero llamado libertad. El poderío de su obra radica en el simple hecho de que no resulta una condición imprescindible ser amante del género melódico para saber estas letras de memoria.

A pesar de los años, el cantautor que no se tenía fe como intérprete, mantiene su voz intacta y aún logra conmover como en su época de juventud. Solo que ahora puede hablar de lo que significa ser abuelo, dedicarle Manuela a su nieta y emocionarse casi hasta las lágrimas, mientras entre el público a más de uno se le empañaban los ojos.

Pero no todo fue intimidad, letras de desamor y adioses, por eso la banda comenzó con dos guitarras eléctricas en su integración, aunque más tarde una de ellas fue sustituida por una electroacústica. Perales actúa parado al centro del escenario aferrado a su micrófono. El único momento en el que se colgó su guitarra fue durante Por qué te vas para mostrar cómo nace una canción y cómo se va vistiendo luego con los arreglos musicales aportados por su equipo de instrumentistas. Para el público uruguayo, que tiene una debilidad especial por los cantautores españoles, la visita fue una verdadera delicia.

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Perales ofreció dos recitales con entradas agotadas en el Sodre. Foto: A.Martínez.

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