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Patti Smith, la visita que nos cautivó: crónica de su declaración como Visitante Ilustre

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Patti Smith cantando en la Intendencia de Montevideo. Foto: AFP
US singer Patti Smith sings after receiving the Illustrious Visitor award by Montevideo's Mayor Christian Di Candia (out of frame), in Montevideo on November 20, 2019. (Photo by PABLO PORCIUNCULA / AFP)
PABLO PORCIUNCULA/AFP

AHÍ ESTUVE

Ayer, la cantante estadounidense fue protagonista de una emotiva ceremonia en la Intendencia de Montevideo, horas antes de su show en el Teatro de Verano

Un día que arranca con Patti Smith cantando a capella en una sala donde estamos decenas de personas en silencio, un silencio que apenas interfieren los disparos de las cámaras, no puede compararse con ningún otro. Menos si lo que canta es “Wing”, y mucho menos si el corolario de ese día va a ser, justo, un recital de Patti Smith and Her Band, ya entre miles de devotos o de personas que, menos conocedoras de su obra, sintieron que tenían que ser parte de semejante acontecimiento cultural.

Un día así fue el de ayer, que arrancó sobre las 11 de la mañana en una de las salas del edificio sede de la Intendencia de Montevideo, con una ceremonia breve pero de final conmovedor, en la que se la declaró Visitante Ilustre de la Ciudad de Montevideo. De traje negro y remera blanca, de botas, con el pelo suelto a los costados de la cara, la sonrisa amplia y los ojos achinados, la mirada fija en algún lugar mientras escuchaba discursos en español que no entendía, Patti Smith fue el centro de un espacio que acaparó con su presencia.

Patti Smith en Montevideo. Foto: AFP
Patti Smith en Montevideo. Foto: AFP

La noche anterior, había estado con sus músicos en un bar de Ciudad Vieja, y había aupado a la hija del frontman de Eté & Los Problems. El dato de color suma para pintar a esta mujer a la que se suele presentar en términos rimbombantes —madrina del punk, ese título que tanto hemos repetido los últimos meses; cantante, poetisa y tanto más— pero que es, además o ante todo, “una mujer cálida” y “una madre orgullosa”, como dijo ayer Mariana Percovich, directora de Cultura de la Intendencia.

Eso es, en definitiva, lo que a todos nos tenía cautivados, hipnotizados y sensibilizados ayer. Ahí estaban, frente a ella, los adultos que fueron adolescentes en los ochenta, conmoviéndose ante su obra; y los más jóvenes que ya la conocimos como la gran Patti Smith. Todos escuchando un discurso genérico sobre los dramas que hoy afectan a América Latina y a la sociedad toda, pero reparando en las pausas de su habla, en la dulzura de su tono, en la sonrisa, en la forma fraternal de posar la mano sobre el intendente Christian Di Candia, que estaba a su izquierda, o el traductor Marco Moscardi a su derecha. Todos pendientes del modo casi infantil en el que abrazó la placa de Visitante Ilustre, como quien está sosteniendo el mejor regalo que alguna vez le hicieron.

Patti Smith fue declarada Visitante Ilustre de Montevideo. Foto: AFP
Patti Smith fue declarada Visitante Ilustre de Montevideo. Foto: AFP

“Generalmente te veo como a una niña todavía dulce, tímida”, le dije días atrás cuando charlamos telefónicamente para una entrevista. Ella se rió y agradeció como si fuera, también, el mejor cumplido que alguna vez le hubieran hecho. Es más esbelta y más jovial de lo que la había pensado (cumple 73 en diciembre), y lo que transmite hacia los demás, desde ese lugar de dulzura, también es mucho más de lo que había pensado.

Desde que se alzó como una voz de referencia en la Nueva York de los setenta, la misión de Smith ha sido recordarle a la gente que tiene el poder y que debe dar pelea. En ese sentido, ayer reparó en el avance de las políticas de derecha a nivel mundial, y dijo que “los jóvenes están siendo más y más conscientes de cómo los gobiernos están destruyendo el medio ambiente y de lo que está pasando con el mundo”, y por eso hay que escucharlos.

Pero ahí, por ese rato, solo la escuchamos a ella, septuagenaria con sonrisa de niña, mandando un mensaje de alerta, acción y esperanza, y cantando un pequeño rezo sobre ser una visión en el ojo de otro, sobre ser un ala elevándose. Un día que arrancó así no puede ser comparado con otro, y aunque en Uruguay su alcance no sea tan masivo y no le permita, como a Sabina y Serrat, hacer tres Antel Arena, seguramente es más profundo, más hondo. Eso, horas antes de su recital, fue lo que quedó claro ayer.

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