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Patti Smith, la poeta punk cautivó a Buenos Aires con dos shows gratuitos

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Patti Smith en el CCK
Nestor Barbitta

Ahí Estuve

Una crónica de los recitales que Smith dio en el Centro Cultural Néstor Kirchner

Sonríe. Tiene el brazo izquierdo en alto, el puño cerrado y de su muñeca cuelga un pañuelo verde que representa la campaña por el aborto legal, seguro y gratuito en Argentina. Es la noche del miércoles y Patti Smith acaba de interpretar una versión conmovedora de “I Can´t Help Falling in Love” —el tema que inmortalizó Elvis— como cierre de su primera presentación en el Centro Cultural Néstor Kirchner de Buenos Aires. Estuvo acompañada por Tony Shanahan, su coequiper musical, Alberto Manguel, director de la Biblioteca Nacional, y el artista plástico Guillermo Kuitka.

Ella es la mujer que se metió sin pedir permiso en el mundo de hombres del punk de los setenta en Nueva York y lo hizo suyo a través de su cosmovisión rebelde y feminista. La que se ganó la amistad y el respeto de Bob Dylan, el ídolo de su infancia. La que se convirtió en una de las leyendas vivas de la historias del rock and roll. Por eso, su gesto, un guiño a la lucha feminista, provoca lágrimas, aplausos y gritos de euforia en las mil ochocientas personas embelesadas que se encuentran en la ballena azul, la sala sinfónica del Centro Cultural Kirchner.

Desde el comienzo, la primera de sus dos presentaciones en Buenos Aires —la otra fue al día siguiente, con un concierto en el mismo lugar— se desarrolló en un ambiente de charla de café. Smith habló con Manguel sobre el amor, los sueños, el sufrimiento, el poder de la literatura y las luchas colectivas.

“La diferencia con mi visita anterior a Buenos Aires son las nuevas preocupaciones que me han acercado periodistas y artistas: las luchas feministas y ambientalistas”, dijo Smith en uno de los momentos más destacados de su charla con Manguel, y enseguida agregó: “hay que dialogar con nuestros gobiernos, todos luchamos con nuestros gobiernos. La unión de los géneros a favor de una causa es más importante que cualquier ideología, hay que proteger a nuestras mujeres, a nuestras jóvenes, a todos”.

En una especia de entrevista guionada, Manguel le leyó textos de poetas y escritores argentinos vinculados a las temáticas que trataban. Aparecieron Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo, Cecilia Romano, Alejandra Pizarnik y María Elena Walsh, a quien ella prometió leer la semana próxima en un evento en Nueva York. A lo largo de la conversación, Smith intercaló sus propios poemas, una carta que le escribió a su amigo, el fotógrafo Robert Mapplethorpe, antes de su muerte y algunas de sus canciones, mientras que Shanahan tocaba el piano o la guitarra y Kuitka se encargaba de proyectar imágenes modificadas de fotografías tomadas por la cantante. Sonaron “Wing”, el tema que le hizo a su hija después de la muerte de su padre Fred “Sonic” Smith, su versión musical de “El Tigre”, el poema de William Blake, “Beneath the Southern Cross”, “It´s a Dream” de Neil Young, “Grow Old with Me” de John Lennon y “A Hard´s Rain A-Gonna Fall” de Bob Dylan.

A diferencia de otros artistas que tienen a asumir una pose arriba del escenario, Smith es dueña de de una autenticidad implacable. “No ando por la calle pensando que soy una estrella de rock, simplemente soy yo”, dijo en un momento de su presentación. Al rato, demostró que no solo eran palabras.

Primero, cuando una señora le gritó que no veía bien. “No te perdés de mucho”, le contestó ella entre risas, antes de adelantarse en el escenario y preguntarle si “ahora estaba mejor”. Después, cuando dijo que “ya era hora de irse porque tenía hambre”.

Al otro día, en su segunda función, la madrina del punk repasó su trayectoria musical, esta vez, junto con Shanahan, el estadounidense Jimmy Rip en guitarra, y dos músicos argentinos, Patricio Villarejo en chelo y Matías Sagreras en órgano. “Perdón por mi inglés, pero es lo único que sé”, dijo al comienzo y agregó: “¡Hola!”. Las risas y aplausos saturaron la sala. Smith conquistó a su audiencia antes de empezar. Es difícil resistirse a su magnetismo y simpatía.

“Sé que estuvieron mucho tiempo haciendo fila por las entradas, muchas gracias”, dijo en referencia a la fila de 10 cuadras que hubo que hacer para conseguir un ticket. Más tarde saludó a las dos mil personas que se encontraban en la calle observando desde una pantalla gigante. “Hola, también a los de afuera, estoy muy feliz de que estén todos acá”.

En casi dos horas y media, tocó 12 canciones, en donde amplió su legado ante los presentes: una versión acústica de “Dancing Barefoot”, “My Blakean Year”, dedicada a Blake, el estreno por su parte del cover “For What It´s Worth”, de Buffalo Springfield, una sentida versión del clásico de Lou Reed, “Perfect Day”, y “The End of The Wold” de Skeeter Davis, dedicadA a su marido. “Hoy sería nuestro aniversario”, había dicho antes.

A sus 71 años, Smith luce más como una abuela que como una estrella de rock, sobre todo cada vez que Shanahan se encargaba de colocarle la guitarra para que no se agache a buscarla. Pero el paso del tiempo no afectó a su actitud -lanzó escupitajos al suelo más de una vez- ni a su voz. Cuando en el último tramo del concierto cantó “Pissing In A River” de su disco Radio Ethiopia, lo mejor de la noche, convocó una fuerza volcánica de su interior, un fuego como una violencia de ternura que la envolvió en un aura de jovialidad eterna.

En el cierre del show le dedicó “Because The Night” a su marido Fred. “Es un tema que escribí para mi novio. Todavía pienso en él como mi novio”, dijo, sin mencionar que se trataba de la canción que le cedió su amigo Bruce Springteen y a la cual ella le reescribiría la letra.

Después de saludar y salir del escenario por unos minutos, Smith regresó para despedirse con “People Have The Power”, una suerte de tesis ante toda la convulsión política que conllevó su pasó por la Argentina. Una visita inolvidable.

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