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En su nuevo disco, Lana del Rey propone un viaje personal a los vericuetos de la fama

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Lana del Rey
Lana del Rey, cantante, Photographer:; Nicole Nodland
Photographer:; Nicole Nodland];

Crítica

En "Chemtrails Over the Country Club", su sexto disco, la cantante estadounidense se lanza a una travesía por los estados de ánimo donde reclama una vuelta a momentos más felices

En su sexto álbum para un sello grande Chemtrails Over the Country Club, Lana Del Rey quiere alejarse de todo.

Después de su disco épico de 2019 centrado en California Norman _____ Rockwell! tal vez solo este buscando un cambio de escenario: “Estoy lista para irme de Los Ángeles y quiero que vengas”, anuncia en el primer sencillo, “Let Me Love You Like a Woman”. Hay otras escalas en las canciones de Chemtrails en un viaje por carretera que incluye el Parque Nacional Yosemite; Lincoln, Nebraska y Tulsa, Oklahoma. Pero en algunos de los momentos más conmovedores del disco, Del Rey parece desear una sensación espiritual de olvido aún mayor: “Estoy en el viento, estoy en el agua, el hijo de nadie, la hija de nadie”, canta en la inquietante canción que da nombre al disco. En la canción que abre el album, “White Dress”, hace piruetas en el borde superior de su registro vocal y su aireado falsete se evapora en el espacio a su alrededor como una pieza fugaz, lista a ser ilegible como algo escrito en el cielo.

Uno de las tantas sorpresas del disco, “White Dress” es un poema melancólico con tonos de piano que evoca la intensidad emocional de Cat Power y reinventa una “época más simple” cuando la narradora era una trabajadora de 19 años del turno nocturno en Orlando, Florida. Pero ella se sentía feliz, capaz: “Cuando era mesera, tenía un vestido blanco, como diciendo mira cómo lo hago, mira cómo conseguí esto”. El tempo es pausado, y la canción guarda algunas de sus revelaciones más conmovedoras -“me hace sentir que tal vez estaba mejor” - rumbo hacia su inquietante final.

Desde el momento en que emergió con la canción semianacrónica “Video Games” en 2011, Del Rey siempre se vio a sí misma como un alma vieja. Como gran parte de su música, Chemtrails a menudo se inclina hacia atrás para aferrarse a un estado elusivo e irrecuperable. (Como lo puso en una de sus mejores canciones, el himno no oficial de 2019 “The Greatest”: “nadie te advierte antes de la caída”). A veces, el pasado que glorifica es cultura de masas (en “Tulsa Jesus Freak” extrae una estética de la familia Manson similar a Había una vez en Hollywood de Tarantino), pero el disco es muy personal, anhelando un tiempo perdido cuando hacer música era un pasatiempo despreocupado y no un empleo. Chemtrails la encuentra meditando sobre el valor de su arte, preguntándose si es demasiado tarde para volver atrás.

La fama es el cuco recurrente del álbum, más explícitamente en el lánguido “Dark but Just a Game”, que Del Rey ha dicho tomó su nombre de algo que su productor Jack Antonoff le dijo mientras reflexionaban sobre los trágicos destinos de muchas estrellas.

“Las cámaras tienen flashes, causan los choques de automóviles”, canta en “Wild at Heart”, otro punto culminante. En otras dos ocasiones, hace referenci a “Candle in the Wind”, esa elegía que Elton John apenas necesitó reelaborar para adaptar el destino de Marilyn Monroe al de la princesa Diana.

Esa perspectiva finita hace que Chemtrails sea más una algo que Norma____Rockwell!, que tuvo grandes cambios y, a menudo, se conectaba, capturando algo del malestar de su generación. Quizás para evitar repetirse, en Chemtrails Del Rey retrocede, buscando una visión más aislada.

Cuando todas sus virtudes funcionan en conjunto —melodías ricas, sorpresas compositivas— la música de Del Rey es un hechizo fascinante. Pero en los momentos en que sus tempos y timbres se vuelven un poco repetitivos como lo hicieron en su adormecido álbum de 2015 Honeymoon y lo hacen durante un tramo de varias canciones en medio de este álbum- sus limitaciones se ponen de manifiesto. “Not All Who Wander Are Lost” construye un coro en torno a la sabiduría de las calcomanías, mientras que letras vagas como “déjame amarte como una mujer, déjame abrazarte como un bebé” carecen de la especificidad de sus mejores canciones.

En el mejor de los casos, la música hiperreferencial de Del Rey recrea de manera convincente la sensación particular de encontrarse con el arte en una era posmoderna, cuando el pasado está tan abarrotado de valiosos artefactos culturales que todo lo nuevo recuerda, al menos un poco, a algo anterior. Pero mientras baila en esa delgada línea entre evocar y significar, Del Rey a veces se arriesga a subcontratar su profundidad a cosas que otros artistas han dicho antes de manera más vívida.

Tal es la apuesta de presentar en el album con un cover de Joni Mitchell, aunque aquí es un riesgo logrado de Del Rey. En esa interpretación hermosa, reverente y animada por la armonía de “For Free” y en las líneas de Mitchell encuentra ecos en muchas de las preguntas sobre el valor relativo del arte y las distorsiones de la fama. La canción proviene del LP de Mitchell de 1970 Ladies of the Canyon, pero si Chemtrails tiene un espíritu afín en la discografía de Mitchell, es For the Roses de 1972, que Mitchell compuso en la soledad de su cabaña de piedra en la costa de la Columbia Británica.

Sin embargo, al final de Chemtrails, Del Rey ha encontrado consuelo no en la soledad sino en la solidaridad, específicamente con otras mujeres. El álbum recupera impulso en su último trío de canciones, que de repente se llenan de otras voces y nombres femeninos. (Además de Day y Mering en “For Free”, a Del Rey se le une la artista country Nikki Lane en una canción escrita por Lane, “Breaking Up Slowly”). La catártica “Dancing Til We Die” la encuentra haciendo un Night Louisiana two-step con una camarilla imaginaria de sus héroes musicales, algunas de las cuales (Stevie Nicks, Joan Baez) Del Rey ya ha realizado giras o colaboraciones.

“Dios, se siente bien no estar sola”, exhala poco antes de que el sonido débil y solitario de una bocina se cuele en la mezcla, como si viniera de otro bar en la calle. Momentáneamente, deja su marca en el cielo y luego, con la misma rapidez, desaparece.

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