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Música excéntrica de una mujer que encontró su centro

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Ana Molina. Foto: Difusión

Se editó el nuevo disco de Juana Molina.

Es poco probable que alguien aún recuerde a Juana Molina como la hija graciosa de la televisión de Horacio Molina y Chunchuña Villafañe. Tampoco de cómo David Byrne la descubrió y The New York Times la elogió.

Todas esas son referencias prehistóricas y Molina se ha vuelto una compositora inquieta con una carrera consolidada de proyección internacional y con una música tan propia como identificable. Es una artista excéntrica y su música tiene mucho de lúdico.

Halo, que se editó mundialmente este viernes, es el séptimo album de Molina y el primero en cuatro años (el último había sido Wed 21). Transita por las sendas conocidas de una experimentación que rompe las estructuras de la canción pop, un detalle que siempre está ahí en sus composiciones aunque no parezca. En la música de Molina hay arreglos que pasan por el free jazz, el folclore, el tropicalismo y Eduardo Mateo.

En el norte esto la hace ir a la bandeja de algo que se llama folktronica, que en definitiva es un buen resumen de la propuesta: hay algo analógico en Molina a pesar de tantos pedales y sintetizadores.

Algunas críticas de Halo han buscado fuentes en el disco por el lado del blues pero, en todo caso, es una de las tantas influencias que se pueden hallar en algo así de inclasificable.

Es que es un disco difícil de definir, como siempre sucede con Molina, quien se ha mantenido fiel a unos lineamientos fijos desde aquella sorpresa de Rara, su primer disco de 1996. Toda su obra puede ser vista como el crecimiento de una planta que siendo la misma cada primavera trae una flor distinta, un detalle sorpresivo.

Molina canta (o habla) en un susurro que funciona como una capa más de los detalles sonoros de los que están llenas sus canciones. Aunque su gran masa de público está en el mercado anglo (más acostumbrado a esta clase de experimentaciones), ella sigue componiendo en castellano lo que le da a sus letras un componente sumamente musical.

El primer simple y la primera canción del disco, "Paraguaya", y su inquietante video, sirven para abrir el juego hacia esos territorios donde una poesía naif construye el paisaje sonoro.

A diferencia de sus primeros discos y actuaciones en los que Molina funcionaba como una mujer orquesta, acá vuelve a acompañarse de una banda sólida en la que está John Dieterich (un indie darling gracias a su banda, Deerhoof) y sus acompañantes habitual Diego López de Arcaute y Odín Schwartz; la producción ejecutiva corre por cuenta de Federico Mayol, pareja de Molina.

Halo puede espantar o enamorar. Pero ¿acaso no son así las mejores cosas de esta vida?

Juan Molina

Disco: Halo

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¿Está bueno? Sí, es un poco de lo mismo pero Molina se las ingenia para aportar nuevos detalles a su música.

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Ana Molina. Foto: Difusión

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