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Melancolías de un mulato canadiense

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Drake. Foto: Difusión

Drake es una rara avis en el rap de Estados Unidos. Para empezar, no es estadounidense, sino de Canadá. Eso ya lo separa de todos los demás.

Además, no es solo negro, como la gran mayoría, sino mulato (padre negro, madre blanca). Y antes de ser rapero, fue actor infantil. No tiene historial de venta de drogas, posesión de armas o pertenencia a alguna pandilla. Ni siquiera viene de un barrio con renombre rapero como Compton, hogar de Kendrick Lamar. En resumen: no cumple con ninguno de los estereotipos que se asocian a la mayoría de los que viven de sus rimas.

Pero el ambiente del rap, y también el del pop, lo ha aceptado sin problemas. Y no solo lo han aceptado: Drake es hoy, junto a Lamar, el principal rapero de Estados Unidos.

En parte, Drake pudo meterse en ese competitivo ambiente porque antes hubo gente como Kanye West que demostraron que se podía tener éxito sin apelar a los clichés del género.

Pero también porque Drake es un rapero particular. Los tópicos sobre los cuales rima a veces coinciden con los de la mayoría, en particular ese exacerbado narcisismo que muestran muchos de los más importantes exponentes del hip hop. Pero otras veces, Drake muestra algo que es anatema entre los raperos: vulnerabilidad.

En Hotline Bling, uno de sus temas más exitosos y que cierra este disco, el personaje no habla desde la superioridad que le da la fama para conseguir sexo (como el 99% de los raperos), sino todo lo contrario: es una súplica para que ella lo vuelva a llamar, como hacía antes: "¿Por qué nunca estás sola? Antes eras otra, antes me llamabas", rapea/canta.

Y es ahí, en ese estilo vocal que nunca es ni rap ni canto (o es las dos cosas al mismo tiemop), está lo verdadaremente singular de Drake. El canadiense se desliza con gracia sobre las palabras: a veces lo hace con un tono cansino y tristón, como si fuera un melancólico rioplatense que desde la diáspora o el exilio recuerda el terruño o el barrio. Otras veces lo hace con una actitud burlona y risueña, como si se estuviera divirtiendo a costa de todos los demás.

Además, él y su productor principal —Noah "40" Shebib— saben qué tipo de arreglos le vienen bien a su estilo. Aunque Drake ha publicado demasiada música, sus discos "en serio" mantienen cierta coherencia estilística, que casi siempre van por el lado de un marco sonoro minimalista y dominado por colchones de teclados sintetizados que reverberan con cierta languidez en los auriculares.

En este nuevo disco se lo ve chiquito en la tapa, sentado sobre una enorme torre, otra señal de su singularidad: nada de ponerse en primer plano, como la mayoría de sus pares. Donde sí hace lo mismo que la mayoría es en la extensión del disco: 20 canciones, 81 minutos. Es demasiado.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Drake. Foto: Difusión

El mundo de Drake a raíz de su nuevo álbum, “Views”.

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