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Luces y sombras de Luis Miguel, una estrella misteriosa que cumple 50 años y festeja solo

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Luis Miguel

PERFIL

El cantante Luis Miguel cumple hoy 50 años, y se encuentra confinado en su yate, sin familia ni afectos por el coronavirus. Un repaso a su historia

Luis Miguel

Solo, lejos de su familia, amigos y novia, confinado en su propio yate: así encontraron los 50 años a Luis Miguel, que suma otra memoria singular a una vida llena de historias casi de fantasía. El cantante, uno de los artistas latinoamericanos más populares de las últimas décadas, cumple hoy medio siglo de vida y lejos de celebrar a lo grande —el tipo de celebración que uno espera del Sol de México, vamos—, el coronavirus lo obligó a festejar por su cuenta y casi que a la deriva.

Luis Miguel celebra sus 50 años en completa soledad”, dicen los titulares y no deja de ser un detalle poético en la biografía de un hombre que fue estrella desde siempre, y que conoció muy temprano el lado oscuro de la fama. Sus tragedias familiares, sus relaciones fallidas y todas esas cuestiones de rockstar del tipo nadie puede mirarlo a los ojos, han sido parte de un camino lleno de éxitos pop y melódicos que están en la memoria colectiva y popular.

Como si fuera poco, el éxito que consiguió por motu proprio fue revivido por una serie biográfica que estrenó en 2018 y se convirtió en uno de los hitos regionales de Netflix. Está previsto que este año llegue la segunda temporada, aunque no hay fecha exacta para el estreno.

Luis Miguel. La serie, producida por el artista, sirvió para que el público masivo comprendiera desde otro lugar a una celebridad que en los últimos años ha llamado más la atención por sus desventuras públicas que por su música. La cancelación de conciertos a poco tiempo de haberlos comenzado, los problemas de salud, las borracheras, los cambios en su aspecto físico, demandas, actitudes agresivas, escándalos amorosos y distanciamiento de sus hijos han sido una constante en su carrera, pero el audiovisual dejó entrever una infancia y adolescencia conflictivas como base de ese derrotero. Un padre explotador, violento y alcohólico, una madre desaparecida, el corazón roto por un primer amor y las escasas posibilidades de ver a sus hermanos fueron -ya lo vieron millones de personas, con Diego Boneta como intérprete- cruces con las que cargó Luis Miguel (nacido en Puerto Rico y no en México, otra joya de su curriculum) a medida que su fama y popularidad crecían sin parar. Y esas cruces pesan.

De un lado eso, y del otro el éxito profesional. Ya de preadolescente, Luis Miguel se convirtió en galán e hizo de su apariencia física una herramienta tan importante como su voz. Si “Suave” o “La incondicional” son tan conocidas, igual lo son el bronceado eterno de su piel, la sonrisa inmaculada, el porte de galán entrajado y con pelo voluminoso. Casi un uniforme.

Musicalmente tampoco hubo mayores variantes. Como niño de melena dorada, destacó cantando “Malagueña salerosa” en televisión, después viró a potencial estrella pop y con 15 años ganó su primer Grammy (por “Me gustas tal como eres”, a dúo con cantante escocesa) y empezó a visitar Viña del Mar. Ya para fines de los ochenta era un éxito comercial, gracias a una versión en español de “I Only Want to Be With You” popularizada por Dusty Springfield —o sea, “Ahora te puedes marchar”— y “La incondicional”, escrita como tantas otras por Juan Carlos Calderón, a medida del intérprete.

Si en "Suave" ofrecía un pop bailable con estribillo pegadizo y videoclip que lo mostraba como chico malo de Hollywood (la melena y la campera muy de los ochenta, las caminatas cancheras a lo “Thriller”), en "La incondicional" entregaba una balada romántica cadenciosa, con arreglos de cuerdas y corales bastante grandilocuentes, en la que desplegaba todo su virtuosismo como cantante. Arrancaba con su timbre aterciopelado y guardaba la intensidad para el estribillo, volvía a la calma para la segunda vuelta, y ya después del segundo estribillo todo iba in crescendo hasta el final. Luismi manejaba allí las dinámicas a su antojo para potenciar la interpretación desgarrada y se lucía con las notas altas, y aparte estuvo el videoclip, superproducción inédita para el México de la época e inspirada en Top Gun.

Ahí se representan dos de las grandes corrientes que abarcó la música de Luis Miguel, que también ha circulado por el bolero y por las rancheras. Romance, el disco de boleros de 1991 y coproducido por Armando Manzanero —tiene “Contigo en la distancia” y “No sé tú”, entre otras—, es uno de sus álbumes más exitosos: tanto, que después hubo Segundo romance, Romances y Mis romances, como para agotar la fuente. El concierto, su primer disco en vivo (1995) incluye “El rey”, “Si nos dejan” y “La media vuelta” y es la confirmación del amor absoluto entre México y su hijo adoptivo predilecto. En la última década, a esa relación le regaló dos álbumes más, México en la piel y el último, ¡México por siempre!, que ganó el Grammy Latino a disco del año en 2018. No fue a la ceremonia de premiación y lo abuchearon por eso.

Entre esos dos álbumes estuvo Aries, de los puntos más altos de su discografía. Ganó el Grammy a mejor álbum de pop latino y entre ese estilo y la balada romántica, le dio a su público un repertorio parejo del que despegaron “Suave”, clásico de los noventa con video filmado en Acapulco, Luis Miguel en estado puro; y “Hasta que me olvides”, típica canción cortavenas, dirían los españoles, y que en los shows se cantan de a miles.

Cantó con Frank Sinatra, grabó para Disney (el tema central de El jorobado de Notre Dame), tiene estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood y una lista larga de premios y récords de ventas. La minuciosa biografía de su sitio oficial no incluye ninguna referencia a sus episodios más problemáticos ni a los escándalos y misterios que rodean su vida familiar: Luis Miguel, el artista, nunca deja que se vea al ser humano.

Mientras que las redes sociales son hoy la máxima herramienta de marketing para las personalidades públicas, y su uso y manejo es fundamental para el desarrollo de la marca, la cuenta de Instagram de Luis Miguel es prácticamente institucional. Un saludo de Pascuas, registros de conciertos, la misma foto de smoking blanco usada una y otra vez, y ya: no hay selfies, no hay foto familiar ni una toma del atardecer, ni mensajes cálidos o aduladores para el público que lo sigue.

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¡Felices Pascuas!

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“Aquí me tienes con la máscara impecable de la noche, maquillándote mi vida que se esconde tras mi sonrisa, mis ademanes, tras mis canciones”, dice la letra de “Disfraces”, escrita por Manuel Alejandro y que Luismi grabó para la edición especial del disco Cómplices. “Aquí me tienes ya cansado de aventuras. De ida y vuelta, de disfraces, de ataduras, de cadenas que no me dejan vivir mi vida como cualquiera”, canta al final y aunque la composición no lleve su firma, nunca una interpretación suya se sintió tan autobiográfica.

Los 50 lo encuentran solo, con su vida privada bien a resguardo de las cámaras, y con una carrera que no precisa de featurings internacionales ni de coqueteos urbanos y reggaetoneros para seguir estando en lo alto. Los 50 lo encuentran con la misma sonrisa de siempre, con la misma mirada fría —“con la máscara impecable”— y con las canciones que a pesar de la distancia, siguen conquistando corazones. Y con otra temporada de su serie por venir, para seguir ventilando secretos y cambiando opiniones formadas.

El bolero, México, el pop y la balada, así como los escándalos, los dramas y el misterio son pedazos en la historia de Luis Miguel, una estrella que ha logrado brillar a pesar de cualquier nubarrón, refugiándose en esa distancia que, se cree, guardan los ídolos de verdad.

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