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"No llegás a la meta sin convicción"

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Susana Rinaldi. Foto: Difusión.

Es una oportunidad única, que quizá no se vuelva a repetir, una cita con una leyenda del tango, al que proyectó al mundo y ahora llega una vez más a Montevideo.

Susana Rinaldi actuó ante el público uruguayo en los años más difíciles, y recorrió desde el Solís al café teatro El Reloj, en la Galería de las Américas. Ahora, el sábado 17 a las 21:00 dará un único concierto en el Auditorio Nacional Adela Reta, en el que mira hacia atrás para repasar 60 años de trayectoria. Junto a su quinteto y bajo la dirección de Juan Carlos Cuacci, ofrecerá 60 años con la música, reviviendo con su estilo inconfundible Naranjo en flor, El trompo azul y muchos otros. Tickantel, de $ 2560 a $ 1360.

¿Va a ser su primera vez en el Sodre?

—Si mi memoria no me falla, sí es la primera vez que voy a cantar en el Sodre. Yo pertenezco a esa generación en que la palabra Sodre ponía como una distancia muy grande entre lo clásico y lo popular. Y si bien es cierto que yo me he formado más en lo clásico, eso no dejaba de ponernos un poco alerta por demás. El espectáculo que traigo es casi el que estoy haciendo ahora en Buenos Aires: decidí que me despidieran de la vida de cantante. Una cosa es decidirlo y otra poder hacerlo. De todos modos (al menos en mi generación), siempre estamos en período de prueba.

¿Vocalmente es muy distinto cantar ante más de un millar de personas que en un sitio pequeño?

—En realidad estoy muy acostumbrada a los grandes escenarios: pienso por ejemplo en la sala de la Filarmónica de Berlín, para mí la más importante que he pisado. Aunque también me he permitido receptáculos más íntimos, porque hay cosas que solamente se cantan en la intimidad, que no requieren de un voceo importante. Por otro lado, los teatros cada vez se han ido achicando más. Y por mi edad, la mayoría de la gente que viene a verme, aunque viene con un gran respeto y afecto, pero imaginando que mi voz ya no es aquella. Y se encuentran con la novedad que, si mi voz no es aquella, lo que sí es de la misma estirpe es la propiedad de lanzar un repertorio muy especial, con el mismo énfasis, y sobre todo, las mismas intenciones.

¿Se perdió la magia del viejo café concert?

—De alguna manera sí. Aquel viejo café concert contaba con una impronta de no repetir siempre lo mismo. Dibujábamos lo que íbamos haciendo musicalmente a raíz de lo que pasaba con el público. Teníamos una observación muy directa. Con Perciavalle, Gasalla, lo hemos casi inventado en aquellas épocas. Yo siento un gran respeto por los muchachos que hacen stand up y me divierto como loca con ellos. Pero prefiero recordar esos tiempos de La Botica del Ángel, donde se mezclaba todo, y el espectador se quedaba con lo que mejor le parecía: la música, lo que se hablaba, desde la delicadeza al desparpajo. Es un estilo que me gustaría que volviera.

El escenario fue un foro, y tenía una tensión política que hoy la ha perdido…

—Totalmente. Se ha perdido el valor de la palabra; hay un profundo desconocimiento. Difícilmente a la gente hoy le gusta leer, informarse, y uno cuando sale al escenario tiene que saber que eso pasa.

¿Una clave para cantar bien el tango?

—Leer cada palabra de la letra de la canción 20 veces, y comprometerse con eso para siempre. La pasión es un sentimiento que Dios nos da, a condición de saber aprovecharlo. Y yo creo aprovecharlo en favor de cada una de las canciones de un repertorio, respetando al autor y al compositor. Yo le doy un gran valor al tango canción, y a aquellos grandes autores, poetas de una sensibilidad única. Siento que es para mí una obligación hablar de los autores, y no solamente de los formidables compositores. El tango durante muchos años transitó únicamente la veta bailable. La danza llegó a colocarse delante de la historia musical del tango. Y yo creo que las letras, las historias que cuentan, son de una grandeza incomparable.

—¿Hay una nueva generación de cantantes femeninas que está ganando terreno?

—Yo no sé. La verdad que hay jóvenes que han empezado con una presencia interesante, y que se han quedado un poco a mitad de camino. No quiero disminuir la tarea de nadie, pero quizá lo que ha faltado es esa palabra tan fuerte en un artista, sin la cual no se llega a la meta: convicción. No llegás a la meta sin convicción.

Y de las figuras consagradas, ¿le gusta La Gata Varela?

—Es una mujer con cierto talento, que le ha permitido llegar adonde llegó. Creo sin embargo que hay una fórmula, a la cual ella se ha atado, que está más cercana de la forma de interpretar del varón. Y eso me gusta menos. Es como la necesidad de no quedar mal con el varón, como si el tango fuera un espacio que le corresponde únicamente a él. Y si le corresponde a la mujer, sería solamente mezclándose con ese estilo masculino.

¿Y Cacho Castaña le gusta?

—Sí, tiene cosas muy buenas, otras menos. Quizá me guste menos él cómo se expresa como persona muchas veces, sobre todo en relación a la mujer. Pero bueno, esas son cosas pasajeras. Lo importante va a quedar, que son algunas de las cosas que escribió. Pocas pero importantes.

¿Cuál es el instrumento que mejor acompaña?

—Le voy a decir el que menos se imagina, el violoncello, que por suerte también va a llegar acá, en ese show que vamos a dar. Si yo hubiera estudiado un instrumento, no hubiera sido el piano ni el bandoneón, Dios me libre. Sí el cello, ese instrumento maravilloso que aporta al tango mucha sensibilidad, calidad y calidez al mismo tiempo. Es un instrumento que no necesita gritar, ni exponer su fuerza macha para decir lo que quiere decir. Y a mi oído le hace mucho bien eso.

—El exilio la llevó a triunfar en París. ¿Cómo se abrió camino en la Ciudad Luz?

—Empecé actuando en una pequeña sala de Jean Louis Barrault, un hombre enamorado de Argentina, la de aquellos años. Y sabía a quién recibía, por más que tenía que explicárselo a Madeleine Renaud, su mujer, que no quería para nada que yo cantara en el teatro. Aunque luego que canté, me vino a saludar, sorprendida por lo bueno que era el espectáculo. Y en esa época, el diario más importante no era Le Figaro, que representaba lo tradicional. Era Le Monde, que era bien independiente, que tenía su frase, hay que ir a verlo. Y Bruno Coquatrix, del Olympia, se interesó y mandó a su sobrino a verme, porque confiaba solamente en él. Y el sobrino, Jean Michel Boris, le dijo que el espectáculo era mucho más de lo que decía el diario. Y Coquatrix enferma a la cantante que tenía (es decir, le pide que le deje el escenario), y me marca fecha para actuar.

—Así pasó al Olympia...

—Sí. Yo me presento, y el público estaba esperando a Julio Iglesias, que se presentaba inmediatamente después. A Julio Iglesias hay que agradecerle algo muy importante: fue el portador primero de la lengua española, gente que iba a ver a ese joven raro, que hablaba y cantaba de una manera extraña. Y que le traía lembranças, porque había muchísimo portugués en ese momento en París. Y yo canté tres temas, gustó. Y como no sabía francés, cometí un gravísimo error. Dije lo único que sabía merci beaucoup, pero lo dije mal. Y sonó como gracias, culo. Y fue una carcajada, y la gente empezó a aplaudir. Aplaudían a una chica que no conocían, y que saludaba con esa palabra que, los españoles y portugueses, para tener suerte, se tocan la cola. Fue una mezcla que me favoreció. Y Coquatrix me firmó mi primer contrato para París, el dueño del espacio más solicitado del mundo. Y lo que me pagaron no era cualquier cosa. Eran así los franceses, siguen siendo. Cuando se comprometen se comprometen con todo.

Cuénteme algún recuerdo sobre "El Bebe" Cerminara.

—Mi gran amigo, ¿por dónde empezar? Una vez canté en el Solís, y en pleno show entra él caminando por la platea, de guantes blancos, con una caja en la mano, y me la deja sobre el escenario. Venía como alguien iluminado. Y se saca los guantes, y me los deja sobre la caja. Y la desesperación de mis hijos, en una época en que yo no podía entrar mucho a Buenos Aires. Y mis hijos preguntándose quién es ese loco que le va a tirar algo. Y el silencio espectral de toda la sala. Luego la gente murmura: parecía una puesta en escena. Empieza el tema, yo agarro los guantes, me los coloco, y empiezo a cantar El último café. Lo que aplaudió el público. Esa vez fue como un director de escena. Hay que ponerse en la situación que yo vivía en ese momento, ¡y cómo me recibieron acá! Ramón Mérica, ¡cómo me recibió! Eran personas que eran personajes. Personajes que dio este país. Gente maravillosa que tuve la suerte de conocerlos, de quererlos. Y de que me quisieran.

teatro, Susana Rinaldi, "60 años con la música", Auditorio Nacional Adela Reta

Buenos Aires: "Perdió el encanto, la frescura".

"Buenos Aires es mi sostén, si no no hubiera vuelto, me hubiera quedado en Europa. Buenos Aires son mis nietos, y esa cosa tan extraña que tiene que ver con los sentimientos. Y que como decía Cortázar, a pesar de saber que siempre, cuando llegás a la vuelta de la esquina, te va a pifiar la vida. A pesar de eso yo la quiero, Buenos Aires es mi lugar", confiesa la eximia voz del tango, quien sin embargo no oculta la distancia con aquella Buenos Aires en la que se abrió camino en su juventud.

"¿Qué perdió Buenos Aires? La frescura, el encanto, la gracia. Nada más ni nada menos. Para mí, para los años que yo tengo, lo que no perdió, aunque parezca mentira, es la memoria. Y en cualquier momento lo vuelve a demostrar", dice, dejando asomar su compromiso social de siempre.

"Actualmente paseo poco. Mi rodilla no me ha dado un buen juego para eso. Me encantan sus parques, y sobre todo manejar. Cuando yo dejé de manejar (equivocadamente), tuve el primer accidente automovilístico, hace muy poco tiempo. Un chofer, en ese espacio que es menos de un segundo, me hizo enfrentar a esa realidad que es haberme podido ir sin despedirme. Fue bravo", asegura.

Tinta roja

"Hay muchos tangos que siento bien próximos. Tinta roja quizá sea un ejemplo muy fuerte: tanto que cuando los medios tienen que hablar de mí ponen muchas veces ese tango. Siento que es la manera de dibujar mi entorno, mi gente. Un sentimiento que se hace presente. Mucha gente, de la inmediatamente anterior, renegaron primero del tango y luego se agarraron de él. Se aburrieron del ruido. Y el tango, sobre todas las cosas, no tiene ruido", reflexiona la reconocida cantante a la hora de repasar el repertorio que hará en el Sodre.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Susana Rinaldi. Foto: Difusión.

SUSANA RINALDICARLOS REYES

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