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Lisandro Aristimuño habla de Hermano Hormiga, un dúo para "sacarse los egos"

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Hermano Hormiga, Lisandro Aristimuño y Raly Barrionuevo. Foto: Difusión

Show

El argentino habla de Hermano Hormiga, el dúo que armó con Raly Barrionuevo, y con el que toca el viernes en El Galpón

Lisandro Aristimuño habla de Hermano Hormiga con entusiasmo juvenil, y con una sencillez que baja a tierra a este dúo de un talento y un virtuosismo importantes. Dice que este proyecto artístico, que surgió hace tres años con su amigo —su “hermano”, claro— Raly Barrionuevo, en un contexto hogareño, de asados y de disfrute, fue algo que generaron para ellos mismos, una fuente de placer, que después fue mutando a otra cosa. Y esa es la impronta que pretenden transmitir este viernes, en el show que darán a las 21.00 en el Teatro El Galpón (entradas en Tickantel).

Hermano Hormiga, la suma del cantautor pop rock de mayor proyección en la actual escena argentina, y del folclorista que está renovando al género, es también la suma de dos caminos de autogestión, de independencia; por eso lo de “hormiga”. Y es un lugar de libertad, en el que decidieron aferrarse a un repertorio de canciones propias, pero sobre todo de canciones latinoamericanas que los han afectado de uno u otro modo. En sus voces suenan Silvio Rodríguez, Chabuca Granda, Juan Luis Guerra, Raúl Carnota (hay temas de todos ellos en el disco recién editado), y tanto más que aparece en vivo. Y sobre eso fue esta charla con Aristimuño.

—Hermano Hormiga les genera un contexto de disfrute personal, y también un nuevo desafío profesional, ¿no?

—También de desafío, totalmente, porque hay chacareras, zambas; Raly me ayudó mucho a que yo me anime. Porque yo medio que no me animaba: ni en pedo, no me sale, no sé cantar eso. Medio que nos enseñamos un poco los dos; él me enseñó más a mí, porque el disco tiene más folclore, es más artesanal, de guitarra criolla. Después vas a ver los créditos, lo que toca cada uno y...

—Y Raly toca todo.

—Toca él (se ríe), porque la tiene superclara, y yo toco la guitarra mía de siempre, la de 12 (cuerdas) acústica. Hermano Hormiga es eso también: no tiene esa cosa de egos, de a ver quién toca más. Y por ahí yo me encargué más de los coros, o de la producción artística, y él estuvo más de instrumentista, y se ensambló bien.

—Y hay una intensidad hasta rockera, si se quiere, que quizás es lo que más aportás vos.

—Sí, no sé si rockera pero sí más cancionera, ¿no? Llevarlo más a la canción, porque no dejan de ser canciones. Yo mucho no me agarro de los estilos, en mi música no soy tan purista. Lo que más aporté, quizás, fue eso: que la zamba sea más canción y no para bailar en un festival de folclore.

—En parte, esas dos caras se reflejan en los singles: están “El surco”, una pieza superimportante del cancionero tradicional latinoamericano; y “Ojalá que llueva café”, que está muy metida en el mainstream, en las casas.

—Sí, llamó bastante la atención ese tema, pero de esa canción en particular, lo que más vimos es que la escuchábamos cuando éramos adolescentes; a la vez que escuchábamos U2, escuchábamos ese tema. Y nos gustó ese juego de no quedarnos con las ganas de hacer una canción así, solo porque fue un hit. Y nos encantó la letra, nos reconocimos en eso.

—Cantar a dos voces, ¿te dio más libertad o más limitaciones?

—Fue un disfrute total. Él tiene una forma de cantar bastante distinta a la mía. Y también surgió de estas juntadas nuestras, porque la gente que estaba alrededor nos decía: “Qué lindo que pegan los timbres”, y eso nos impulsó. A mí me encanta hacer coros, además, y acá voy para ese lado; o como tengo un registro un poquito más agudo, entonces las partes más arriba por ahí las hago yo. Se dio naturalmente. Repetí esa palabra mil veces, pero es así, como cuando jugás al fútbol: vos sos goleador, yo defensa; juntémonos y hagamos un equipo.

—De la manera en que lo contás, todo en Hermano Hormiga parece muy fácil. ¿Cómo fue trabajar mano a mano con otro, para vos que en estudio sos una persona muy solitaria, y que en vivo tocás con una banda enorme?

—Sí, como vos decís, pero en este caso, el disco surgió ahí, en la casa de Raly, que tiene una casa en el medio del campo en Córdoba con gallinas, perros y todo tipo de animales (se ríe). Habíamos pensado en grabar en estudio, pero se iba a perder esa cosa linda que tenía, entonces yo me fui en el auto con aparatos y cosas de mi estudio, y armamos ahí en el living, corrimos los sillones, las mesas y se armó el estudio. Y de la grabación, de microfonear y eso, me encargué un poco yo, y grabamos en vivo, directo, salvo algunas sobregrabaciones como el bombo legüero, por ejemplo.

—El tipo de salas en las que están tocando, ayuda a mantener en el vivo esa cosa de entrecasa.

—Sí. En 2016, cuando surgió, la idea era tocar en pueblos nada más, no en capitales o grandes ciudades. Ahora, con el disco, se abrió un poco más, y lo que hizo que crezca fue que a la gente le encantó. Porque esto era algo más para nosotros, de amigos, pero la gente misma empezó a pedirlo y entonces fue como: bueno, dale, vamos a volver.

—Eso se puede ver en las redes, donde hay comentarios del tipo: “Estos dos están escribiendo un capítulo de la música argentina” o “De este show vamos a hablar por años”. Y eso es un montón para un proyecto gestado en estas circunstancias que contás.

—Te juro que estamos supersorprendidos y muy agradecidos, y orgullosos. Porque no sabíamos que iba a tener tanta movida, porque no miramos mucho el futuro: queríamos disfrutar, descansar un poco de nuestros proyectos solistas, de eso de ser uno solo, el líder. Hubo una cosa medio espiritual para relajar de lo otro.

—Uno de los hitos de Hermano Hormiga fue cerrar un Festival de Cosquín, que fue un sacudón.

—Aparte fue raro porque los que cierran siempre tienen su superbandón, un poco como yo solista (se ríe). Y nosotros aparecimos los dos con las guitarras, así nomás, volviendo un poco a esa cosa de trovador, y fue relindo porque las críticas fueron muy hermosas, y la gente estaba esperando que las cosas vuelvan a su sencillez, que sea más la emoción de la canción que una batería electrónica o un arreglo de cuerdas.

—¿Y pensás en qué le aporta, o le puede aportar, este proyecto a la música argentina y regional?

—Claro. Yo soy músico porque pienso también en lo que puede producir en lo social, en todo. Hermano Hormiga es un volver a la simpleza, sacarse los egos, poder compartir, disfrutar la música como algo genuino, lindo, natural, como cuando sos chico y empezás a tocar la guitarra. Y en ese sentido, está aportando algo que está bueno, que no tiene prejuicios ni ideales. Lo estamos disfrutando hoy: que sea ahora.

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