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Julián Kartun: "Parte de la naturaleza de El Kuelgue es no negarse a nada"

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Foto de la banda El Kuelgue. Foto: Difusión

ENTREVISTA

Julián Kartun, vocalista de la banda El Kuelgue, habla del espectáculo que se realiza hoy vía streaming y que se podrá ver desde Uruguay

Uno de los últimos recuerdos pre-pandemia de Julián Kartun es el de la noche en que se enteraron, a horas de viajar hacia Uruguay, que Montevideo Rock se suspendía. Su banda, El Kuelgue, era uno de los platos fuertes de aquella edición del festival que iba a realizarse el 14 de marzo y que quedó trunca a causa del coronavirus. De ahí en más vinieron semanas y semanas de pausa que se destrabaron con un show de media hora en el Cosquín Rock que se realizó vía streaming a principios de agosto.

Ahora, El Kuelgue ofrecerá también vía streaming un recital propio, en vivo desde el Movistar Arena. Es hoy a las 22.00 y Kartun adelanta, en charla con El País, que será un show de lista larga, que tendrá “varios matices”, propuestas escénicas distintas, temas nuevos y versiones, y hasta la intervención de un personaje. Se pueden comprar entradas desde Uruguay (y cualquier parte) en Livepass.

El Kuelgue pasó de ser “la banda del de Caro Pardíaco” -el personaje de Kartun en la serie Cualca-, a uno de los grupos del momento en la región. Versos cargados de imágenes cotidianas, desprejuiciada fusión de ritmos y algún guiño a bandas o canciones ajenas hacen el ADN de un grupo que creció de forma gradual en estos 15 años de recorrido, e hizo de un juego propio algo muy serio.

Los 14 millones de reproducciones en Spotify más los 10 millones en YouTube que acumula su canción “Parque acuático”, una joyita a guitarra y voz que es pura apelación a la memoria emocional, son la plena confirmación de eso. La letra, larga y casi recitada, refiere a la panza de la vieja, a Páez, a la cintura de Orteguita y la vuelta a los noventa, y es un relato costumbrista que corean miles.

“Nada muy adornado, ninguna bajada de línea específica”, dice Kartun sobre un hit atípico para la sonoridad más contundente y festiva de la banda. “A mí me encantó el tema de entrada, y en vez de esperar a grabarlo en un disco propuse grabarlo en vivo, guitarra y voz directamente, entendiendo que era el momento de la canción. El momento para sacar ‘Parque acuático’ era ese”. Tenía razón.

“También los temas terminan siendo fotos del momento, y en los últimos discos, te diría, hay una nostalgia muy fuerte en las letras de El Kuelgue. Nostalgia, recuerdo y mucho juego de imagen”, resume el frontman previo al show de hoy.

Foto de la banda El Kuelgue. Foto: Difusión
Foto de la banda El Kuelgue. Foto: Difusión

—El Kuelgue tiene esta particularidad de que lo que se ve en el escenario es un reflejo de la forma que ustedes tienen de vivir la música puertas para adentro. ¿Esa relación es buscada?

—Es parte del resultado de muchos años de esa forma de laburo que tiene que ver con procesos lúdicos, tanto en la composición de los temas, donde juega mucho la improvisación, como a la hora de grabar y en los momentos de show. Es la forma de laburo que tuvimos desde siempre y es la búsqueda de la banda: romper con cierta solemnidad y jugar.

—Es “como un juego”, pero no es un juego: para ustedes, la música es un ejercicio en serio.

—Totalmente. Es algo serio, con los años cada uno se fue poniendo más profesional en su instrumento y fuimos sumando gente más profesional que rodea a la banda, pero sí hay algo descontracturado que la banda intenta mantener, que supongo que tiene que ver con entender que nada es tan serio y que si bien es un trabajo, tiene que haber espacio para el juego y para transmitir eso. Es como una premisa que tenemos. Si bien nos gusta que las cosas suenen ensayadas y bien arregladas, hay algo que me parece importante transmitir como artistas de lo humano, ¿no?

—¿La música que buscás para escuchar también te atrapa desde ahí?

—Sí. Disfruto mucho cuando hay propuestas originales, y las propuestas originales siempre surgen de un momento de juego, inclusive cuando es de un cantautor, del proyecto de una sola persona. Por ahí “jugando” es una palabra que se puede llegar a notar adolescente o peyorativa, pero estoy hablando de algo más complejo, de algo sagrado.

—Buenos Aires es protagonista en el repertorio de El Kuelgue en general, pero también está Uruguay muy presente. ¿Cuál es el vínculo, de dónde viene ese link?

—Todos tuvimos Repertorio u otros discos de Jaime Roos en nuestras casas y nuestros viejos nos ponían o Mateo o murga. Hay mucha música uruguaya en la infancia de varios integrantes de la banda. Y Montevideo fue de los primeros lugares a donde empezamos a ir, junto con Córdoba y Rosario; vamos todos los años, tenemos varios amigues de la música y se generó un vínculo muy fuerte. Y a la hora de componer aparecen mucho el candombe y este tipo de ritmos rioplatenses. Primero porque nos gusta mucho, y también porque parte de la naturaleza de El Kuelgue es no negarse a nada, y cuando aparecen géneros así, los hacemos. El candombe está siempre muy presente; por ahí hay algún candombe perdido en los discos, pero en las canciones siempre está la impronta.

—¿Hay algo con lo que no pueden transar, sonora o conceptualmente?

—Todavía no ha ocurrido. A nosotros nos gusta la cumbia, el tango, el candombe, el jazz, nos gusta el funk, el hip hop y hasta el trap. Nos animamos a hacer, y hay como una premisa de no faltar el respeto a ningún género, pero si la canción lo pide es cuestión de meterse, estudiar, escuchar mucho para ponernos en esa frecuencia. Y por el momento todo lo que vino lo aceptamos. En los dos primeros discos por ahí había un espíritu más adolescente y jugábamos más con la cumbia, lo bailable; después empezó a aparecer un sonido más característico de la banda, que tiene todo adentro.

—El respeto, lo que pide la canción, ¿son las mismas reglas que corren a la hora de los guiños o citas que hacen a otros artistas, como pasa con Fun People en “Bossa N People” o ese fraseo a lo Bahiano en “El Paraíso de los perros”?

—Sí, con respeto total y a modo de homenaje también, no solo al artista sino a la música. Es esto de sacarle solemnidad a la idea del músico interpretando algo y llevarlo al extremo, teniendo respeto pero sacándole el peso de la seriedad que tiene todo lo que supuestamente es profesional. Eso es prioridad: si se habla de algo sagrado, para nosotros es más importante ese instante único e irrepetible de la composición o el estudio o el show que esa solemnidad que puede llegar a tener un músico en el escenario, creyéndose un semidios.

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