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El cantante y actor tocará en octubre en Uruguay con su banda, 30 Seconds to Mars

"Kim. Justin. Jesus. Michael. Mickey. Donald”, dice una lista. “Kylie. Elvis. Kanye. Jesus. Lebron. Oprah”, dice otra. Ninguna de las portadas alternativas de America, el último disco de Thirty Seconds to Mars, dice Jared Leto: sería demasiado narcisista. Pero en realidad, que su nombre apareciera tendría mucho sentido. Como Kim Kardashian, Justin Bieber, Donald Trump o Kylie Jenner o Elvis Presley, Jared Leto es un símbolo de la cultura pop estadounidense.

El actor no tendrá ni tantos millones como Kanye West ni será tan influyente como Oprah Winfrey, pero tiene una combinación de elementos que lo vuelven irresistible para las masas. Tiene el talento suficiente como para ganarse un Oscar; la oscuridad del que transitó la adicción a las drogas; la “osadía” a lo Jim Morrison de tapar su rostro de modelo con barba y melenas; el compromiso que roza la demencia y lo lleva a obsesionarse con los papeles que le tocan.

Ayer, la banda anunció a través de su sitio oficial las fechas de una gira latinoamericana que pasará por Brasil, Argentina, Chile y México, y que por primera vez parará por acá. El concierto será el jueves 4 de octubre en el Centro de Espectáculos Landia del Parque Roosevelt, y todavía no se conocen más detalles. Las entradas se pondrán en venta mañana por la mañana, en Red UTS.

Flaco o pasado de kilos, de pelo largo, corto, engominado, verde; con barba, de bigotes, con ropa de mujer: en el cine, Jared Leto ha sido de todo. Su incursión en el mundo actoral se dio en paralelo a su desarrollo como músico, pero el destaque que consiguió en el año 2000, con su composición de un heroinómano para la película Requiem por un sueño de Darren Aronofsky, lo puso en la mira de los grandes directores.

Sin embargo para Leto, que para entonces ya había fundado Thirty Seconds to Mars, con su hermano Shannon como otro pilar, la música y el cine tendrían que ir de la mano o no caminarían. Entonces siempre, aún en sus momentos de mayor actividad y fama, fue marcando pausas para grabar discos, girar, promocionar su música.

Así, fue un delincuente en el thriller La habitación del pánico, fue una mujer trans en El club de los desahuciados —con una interpretación que le valió un Oscar, un Globo de Oro y un premio del Sindicato de Actores— y fue el Joker de Escuadrón Suicida, con mucho compromiso en la composición y con poco tiempo en la pantalla, algo que, se encargó de decir en entrevistas, lo molestó. Se espera que tenga revancha como villano de DC. Y en paralelo, fue siempre el frontman de Thirty Seconds to Mars, donde oficia de cantante y multiinstrumentista.

En vivo, Leto es un digno maestro de ceremonias de una banda que fue perdiendo la oscuridad rabiosa con la que conquistó a una generación a mediados de la década pasada, con un álbum de éxito comercial —A Beautiful Lie—, en pos de un rock más de festival. La electrónica, los recursos del pop actual y hasta el rap, con la participación de A$AP Rocky en “One Track Mind”, dan cuenta del giro del grupo, que en pleno cambio llega a Uruguay. Para los fanáticos de la primera época, ese cambio puede resultar chocante, pero no parece ser más que un intento por mantenerse alineada a la corriente pop del rock actual, esa a la que los productores de eventos gigantes como el Lollapalooza o el Rock in Rio, tienen en cuenta.