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La historia de "The Final Countdown", el éxito de Europe que estuvo a punto de no grabarse

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Europe. Foto: Difusión.

HISTORIA DE UNA CANCIÓN

El cantante Joey Tempest compuso el histórico riff de sintetizador a principios de los ochenta, pero no le dio demasiada importancia y se lo regaló a los dueños de una discoteca de Estocolmo

"'The Final Countdown’ es ese tipo de canción que podés componer una sola vez en tu vida”, aseguró en 2003 Mic Michaeli, el tecladista de Europe. Y tiene razón. Es casi imposible repetir el fenómeno que desató el grupo sueco en 1986 cuando lanzó ese clásico de estadios que solo necesita unos segundos para inyectarle una buena dosis de energía al oyente. Es verdad que el riff de sintetizador se quedó anclado en los ochenta —y ni hablar ese look de los músicos—, pero el efecto es inoxidable. Como todas las grandes canciones, “The Final Countdown” es inagotable.

Y, al igual que una larga lista de hits que recorrieron el mundo, el mayor éxito de Europe también nació de una casualidad. La historia se remonta a alguna noche de comienzos de los ochenta mientras el cantante Joey Tempest —el hombre de cabellera más rubia y rizada de la banda— componía en el living de la casa de sus padres. Eran las cuatro de la mañana y el frontman de voz explosiva se divertía mientras probaba diferentes efectos de su sintetizador. 

Apretaba los botones de su Korg Polysix cuando encontró uno con tintes metálicos que lo cautivó enseguida. “Pensé que era muy bueno”, recordó en el documental Single Luck: The Final Countdown. “Pero trabajé un rato más y después me fui a dormir”.

Tempest sabía que era un sonido único, pero no le dio demasiada importancia. En ese momento estaba trabajando en el álbum debut del grupo, Europe (1983), y ese sintetizador no calzaba con el sonido agresivo de las metaleras “In the Future to Come” y “Seven Doors Hotel”. Así que le cedió el riff de “The Final Countdown” a los dueños de Berns Salonger, la discoteca de Estocolmo donde solían ensayar, que durante años lo usó para musicalizar el momento en que se abrían las puertas de su discoteca.

Durante años, el grupo escuchó ese riff hipnótico mientras la gente se preparaba para entrar a la pista, pero recién en 1985 lo recuperaron. “Una noche fuimos a la discoteca y empezó a sonar el riff —relató el bajista John Levén—; enseguida Joey me dijo que lo había escrito él y me pareció fantástico. Le dije que tenía que hacer una canción con eso”.

Inspirado en “Space Oddity”, el clásico de David Bowie, Tempest compuso una letra sobre un viaje al espacio. Detrás de los acordes poderosos del guitarrista John Norum, los golpes furiosos de la batería galopante de Ian Haugland y el riff de sintetizador —grabado con un Yamaha TX-816 y un Roland JX-8P— se esconde un mensaje melancólico. La voz de Tempest llega al límite —un clásico recurso de bandas de hair-metal como Bon Jovi y Mötley Crüe— mientras describe una travesía a Venus.

“Cuando la grabamos, tenía un demo sin voz y cantaba una y otra vez una letra improvisada”, recordó. “La música era como la banda sonora de una película que hablaba sobre abandonar la Tierra, que estaba destruida. Fue una letra onírica”.

Ese mensaje apocalíptico quedó reflejado en la portada de The Final Countdown, su tercer álbum, que salió en 1986: se ve una caricatura que muestra a cada miembro del quinteto dejando la Tierra dentro de una especie de caja de cristal. Detrás de ellos, cientos de humanos despegan desde Suecia para tratar de encontrar la salvación en Venus. Es una de las tapas más bizarras de la década, pero lo que importa es el contenido del disco.

“Queríamos conquistar el mundo; ese era nuestro único objetivo”, recordó el baterista. “Sabíamos que en algún momento íbamos a estar a la altura de los Stones y de Aerosmith”. Y “The Final Countdown” era la canción perfecta para cumplir su objetivo. Pero hubo un problema: al tecladista no le convencía publicarla como sencillo. “Cuando el resto de la banda lo propuso, les dije que no existía la posibilidad de que funcionara; les propuse salir con ‘Rock The Night’, que era más pesada... menos mal que me equivoqué”, recordó.

La canción fue un hit en Suecia, pero empezó a moverse de verdad cuando llegó al número uno en Holanda. “No lo podía creer”, relató Levén. “La primera vez que la escuchamos en la radio fue en Ámsterdam mientras viajábamos en taxi antes de dar un recital allá. Fue tan increíble para mí que le conté al taxista que yo había tocado el bajo en el tema”. Desde ese momento, la fama de Europe despegó al igual que las cajas de cristal de la tapa del disco. Hicieron una gira por Japón y llegaron al número uno en 25 países.

Pero les faltaba llegar a Estados Unidos. Lo hicieron recién a comienzos de 1987, gracias al impulso que MTV le dio al videoclip que fusionaba imágenes del grupo en vivo con la previa de un lanzamiento espacial. En marzo llegaron al puesto ocho de la lista de Billboard, y en cuestión de semanas, “The Final Countdown” recorrió el resto del mundo. Tuvo un éxito enorme, pero no el único hit del grupo. Es más, a la balada “Carrie”, le fue aún mejor en Estados Unidos: llegó al puesto tres.

Sin embargo, el creciente desinterés por el hair-metal les impidió replicar el éxito de su tercer disco. “Sentimos mucha presión porque sabíamos que todo lo que lanzáramos sería comparado con ‘The Final Countdown’”, admitió el bajista. Tras otros dos discos, en 1992 anunciaron una pausa que duró 11 años. Volvieron al ruedo en 2003, lanzaron seis álbumes y hasta estuvieron por presentarse en el Teatro de Verano en 2012, pero el show se canceló.

“No es tan malo saber que nunca volveré a escribir una canción como esa”, reveló Tempest. “Es genial haberlo hecho. Uno se desafía a sí mismo para volver a escribir otra canción así, pero solo una vez en la vida todo encaja a la perfección”. Y con “The Final Countdown” todo fue perfecto.

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