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Gustavo Santaolalla: "La debilidad que tengo con Uruguay empezó con Los Shakers"

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Gustavo Santaolalla. Foto: Difusión.

ENTREVISTA

El premiado músico y productor argentino Gustavo Santaolalla reeditó sus primeros dos discos solistas, "Santaolalla" y "G.A.S." y los repasó con El País

La banda sonora de una película de Tom Hanks ambientada en un mundo posapocalíptico, dos proyectos con la Nasa, cuatro series de Netflix (entre ellas, Narcos: México), una de Amazon sobre El Cid Campeador y otra de Hulu sobre ciencia ficción y gore. Y hay más. La producción de un disco de Barbarita Palacios, remixes de lo último de Bajofondo —Aura, de 2019, acaba de ganar un premio Gardel y está nominado a tres categorías de los Premios Graffiti— y un homenaje al charanguista argentino Jaime Torres. “A veces me encuentro con gente, y cuando les cuento lo que estoy haciendo en determinado momento, me doy cuenta de que a los dos minutos me aburro de contar todo lo que hago”, le dice, con una sonrisa vía Zoom, Gustavo Santaolalla a El País.

A los 69 años, el ganador de dos premios Óscar por las bandas sonoras de Secreto en la montaña y Babel, se mantiene más activo que nunca. Pero, además de trabajar en numerosos proyectos, se tomó un tiempo para mirar hacia atrás y revisar su obra. El proceso que comenzó en 2016 con la gira Desandando el camino, donde reversionó canciones de casi 50 años de música, que quedaron registradas en el disco Raconto.

En medio de un año sin recitales ni viajes, Santaolalla volvió a tomarse un tiempo para desandar su camino, y esta vez remasterizó y relanzó sus dos primeros discos solistas: Santaolalla (1982) y G.A.S. (1995).

Sobre esta nueva etapa retrospectiva en su carrera, el argentino habló con El País.

—Meses atrás reeditaste tus primeros dos discos solistas, Santaolalla y G.A.S. ¿La pausa por falta de shows y de viajes te ayudó a mirar hacia atrás?

—En realidad empecé hace bastante tiempo, pero más formalmente hace unos tres o cuatro años. Fue a partir de diversas cosas que tienen que ver con mi edad, el hecho de haberme vuelto abuelo y otras cosas muy muy personales que me hicieron apretar el botón de pausa y decir: "A ver, ¿cómo llegué yo hasta acá?". Siempre he mirado hacia adelante y he buscado nuevos desafíos para tratar de no morderme la cola, pero cada vez que miraba un poquito para atrás, decía: "Uh, ¡loco! Mirá todo lo que hay atrás". Te abruma un poco, porque hice muchísimo desde que empecé, y no lo digo como para vanagloriarme. Tuve la necesidad de parar y volver.

—Así fue que surgió la gira Desandando el camino y, luego, el disco Raconto.

—Claro. Eso me sirvió para ver la atemporalidad en mi obra, algo que siempre me preocupó. Si bien no miro para atrás, siempre trato de que todo lo que hago se conecte con algún elemento de la atemporalidad. Busco algo que pueda volver a escuchar dentro de 10 años y que todavía sea válido, como todas las buenas obras de arte. Decidí encaminar esto como una nueva faceta de mi trabajo, y, así como tengo el mundo del videojuego, las películas, la televisión y Bajofondo, quiero tener un momento para recuperar mi obra. Tengo cantidades de canciones que nunca grabé y hasta un álbum entero que hice cuando llegué a Estados Unidos...

—En 1978, ¿verdad?

—Exactamente. Y ese disco va a salir, pero también tengo ganas de repasar cosas que han salido y que ameritan ser revisadas. Los discos Santaolalla, G.A.S. y Ronroco los hice en momentos intermedios y raros de mi vida. Santaolalla lo hice en un momento en que nos estábamos mudando: yo tenía mi proyecto acá en Estados Unidos, que era Wet Picnic, y que era recontra de avanzada...

—¡Claro! Está el EP Balls Up, que tiene “Cocktailed Sky”.

—Sí, ¡claro! Era muy de avanzada. En ese momento nos estábamos yendo de Los Ángeles a Nueva York, que hicimos una experiencia de un año allá y fue muy linda. En ese lapso, Aníbal Kerpel se fue para Nueva York y armó la base de allá, mientras que yo me vine a Argentina y grabé Santaolalla en 15 días. Después me volví a Nueva York para seguir con Wet Picnic y justo empezó la Guerra de las Malvinas. Pensaba en volver para tocarlo, pero se pudrió todo y no pude ir. Con Ronroco y G.A.S. me pasó lo mismo: los saqué sabiendo que no iba a poder presentarlos porque estaba a full. Cuando empecé con Desandando el camino finalmente pude tocar todas estas cosas, así que lancé mi carrera solista realmente hace 4 años (Se ríe).

—¿Haber recuperado los derechos de la música de Arco Iris influyó en este proceso de empezar a mirar hacia atrás?

—Sí, claro, porque lo de Arco Iris estuvo parado mucho tiempo. Además tenemos material inédito, que queremos publicar: está la música para un audiovisual de Fabio Zerpa sobre el fenómeno extraterrestre, y la música para un documental sobre la vida de Horacio Quiroga.

—O sea que la música estaba ligada al cine desde que empezaste tu carrera.

—Totalmente. Te cuento que mi primer trabajo profesional fue a los 15 años, haciendo la música de un cortometraje que hizo el papá de un amigo del colegio. Se llamaba Las estatuas y yo tocaba la batería, pero desgraciadamente se destruyó la cinta. El cine ha estado siempre muy presente en mi vida. Muchas veces, la gente ha dicho que mi música era muy visual, y me encanta porque yo concibo a la música como algo visual y siempre tuve una conexión con el tema de la imagen.

—En tus bandas sonoras hay una estrecha relación con el silencio. ¿Cómo surge?

—Yo los llamo “silencios elocuentes” y están llenos de contenido. No es un silencio que implique el vacío y no es algo que se siente al culminar algo, que también puede ser muy mágico. Acá es la magia del silencio entre dos notas, y es lo que pasa entre la nota que te deja colgando y la que está por entrar. Te deja pendiente de lo que va a venir y, en combinación con la imagen o con el cine, te atrae a la pantalla. Genera una sensación que hace que te sientes en la punta del asiento para presentar más atención. Justo ahora estoy copado con videos de parkour y el silencio entre dos notas es como ese momento en que se produce en el salto y quedás en el aire. Es algo mágico.

Santaolalla, tu primer disco solista, llevó el new wave y el reggae a Argentina. ¿Sos consciente de la influencia que tuvo en la escena del momento?

—No me di cuenta de lo que marcó hasta que la Rolling Stone Argentina dijo que el disco tenía el primer reggae, ska y new wave, que están en "Si me llaman por teléfono no estoy", "Vasudeva" y "Mamá, amigos, tengo una tv color". Cuando volví a Argentina yo estaba fresco de Wet Picnic, y los grupos estaban con la cosa del rock de antes: el pelo largo y el rock progresivo. Al principio hubo un pequeño choque, pero muchos se despertaron y se dieron cuenta. De hecho, un año después Charly García sacó Clics Modernos. Fue un momento muy lindo, porque Charly vino al estudio a escuchar Santaolalla. Me acuerdo que los chicos de Virus, que todavía no habían salido, también estuvieron un par de días en la grabación. En el momento no me di cuenta de lo que significó porque lo hice en 15 días, me volví a Estados Unidos y nunca lo toqué en vivo.

—Antes de que se editara el disco tuviste que enviar las letras para que pasaran la censura, pero omitiste algunas frases.

— Claro, porque en Santaolalla seguía el gobierno militar. Así que mandé las letras y saqué partes como “Sábado a la noche, se ríe y se duerme de a tres” y “una línea en el freeway, en la mesa, en la nariz” (“Mamá, amigos, tengo una TV Color”). Pero todo eso quedó en el álbum porque sabía que nunca lo iban a escuchar completo. Dicho y hecho. Hoy te comprás el vinilo y vas a ver que esas letras no figuran (se ríe).

—El candombe que se escucha en la canción "María de los Ángeles" me recuerda al disco Candombe del 31, de Jaime Roos. ¿Lo habías escuchado antes de grabar Santaolalla?

—¡Claro, hermano! "Cometa de la Farola" me encanta. La debilidad que tengo con Uruguay empezó con Los Shakers. Fue el primer grupo que vi en vivo, en la Asociación de Fomento de Lomas del Palomar. Tengo grabada la foto de ese día: la Eko blanca de Hugo (Fattoruso) y la Gretsch verde de Osvaldo (Fattoruso). ¡Era fanático! Después, a partir de Litto Nebbia y Los Gatos, nos dimos cuenta de que había que cantar en nuestro idioma, y luego me di cuenta de que también había que tocar en nuestro idioma. Así empecé a incorporar chacareras, carnavalitos y ritmos latinoamericanos en las canciones de Arco Iris. Lo de Jaime me fascinó porque estaba metiendo ritmos de candombe. Fui muy resistido por la intelligentsia del rock en ese momento, pero no por el público. Tuvimos muchos detractores pero, el tiempo ecualizó todo. Es importante poder transmitir lo que sos y de dónde venís. ¿A quién le importa una banda que sea igual a U2 en Montevideo? A nadie, o a alguien que tenga una dependencia cultural metida en las venas.

—Produjiste a bandas como Café Tacvba, Molotov, La Vela Puerca, Peyote Asesino. ¿Sentís que fuiste parte del crecimiento del rock en español?

—Siento que ayudé mucho a que el rock en español exista como existe y que tuviera el lugar que tiene. Una de las cosas que tenía en mis sueños era hacer álbumes que no tuvieran nada que envidiarle a los de ellos (Estados Unidos e Inglaterra). Yo crecí escuchando a Cream y a Hendrix, y pensando: “¿Cómo hacen para que suenen así?” Yo siempre fui consciente de que teníamos un potencial artístico tan fuerte y en muchos casos más fuerte que el de ellos. Nosotros siempre hemos tenido un contexto geopolítico tremendo en distintas zonas, con problemas grosos que son un caldo de cultivo para las artes y para los jóvenes. Vivir acá (Estados Unidos) me permitió hacer esos álbumes históricos que han marcado la vida de personas. Una cosa que me pasó al desandar el camino fue que Jorge Gutiérrez, el director de Book of Life, me dijo: "Vos hiciste el soundtrack de mi vida: conocí a mi mujer en un concierto de Café Tacvba, perdí la virginidad mientras sonaba un disco de Julieta Venegas y con Maldita Vecindad nos fuimos con mis compañeros a no sé dónde". Con eso te das cuenta de que uno intervino en un montón de cosas que afectaron en la cultura de América Latina.

—¿En qué proyectos estás trabajando ahora?

—Bueno, no sé si tenemos otra hora (se ríe). Tengo cuatro proyectos en Netflix: la tercera temporada de Narcos México; un programa con Jorge Gutiérrez; una serie de animación que se llama The House y que tiene tres directores top de stop motion; y estoy como productor ejecutivo en una serie sobre la historia del rock español, que se llama Rompan todo. En Amazon estoy haciendo una serie enorme, basada en el Cid Campeador, que no se estrenó todavía. Hicimos dos temporadas juntas y Amazon la eligió para promocionarla en todo el mundo. Con Hulu acabamos de hacer una serie que se llama Monsterland, medio de terror, gore y ciencia ficción. Además tengo un largometraje que iba a salir y se corrió para el año que viene, es con Tom Hanks, y está centrado en un mundo después de un desastre. También estoy en dos proyectos con la NASA…

—O sea, este fue un año cargado…

— Sí, y además tenemos el álbum de Bajofondo, Aura, que hace poco sacamos "A tiempo 2.0". Están las reediciones de Santaolalla y G.A.S, un documental sobre Hunther Thompson… Se me está quedando algo en el tintero. Ah, también estoy con el disco de Barbarita Palacios, que estamos sacando de a canciones. También estoy haciendo colaboraciones con Gaby Kerpel para un homenaje a Jaime Torres.

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