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"Trabajo en función de la canción"

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DIEGO PRESA. Foto: Fernándo Ponzetto
Fernando Ponzetto

Con un músico inquieto que tiene nuevo disco, Playa desierta.

La palabra "cantautor" no le gusta demasiado pero reconoce que, si es autor de canciones, es por ende cantautor. Tampoco le preocupa mucho definirse, como no le interesa quedarse quieto: Diego Presa, que es de esos artistas que tienen la cualidad de estar siempre superándose con lo que ofrecen, no para.

Hace 20 años que es parte del colectivo Buceo Invisible, ese inexplicable cruce de música, poesía, performance y alguna que otra disciplina artística que el 30 de marzo se presentará en la sala principal del Teatro Solís, para festejar a lo grande dos décadas de historia.

Tiempo más tarde (nunca demasiado tarde) optó por arrancar, en paralelo, un recorrido solista con el que ya lanzó tres buenos discos: Diego Presa, Trece canciones y Playa desierta, el más nuevo y el que motiva esta nota. Aunque diferentes entre sí, a los tres los une lo mismo: la pluma de un poeta un tanto oscuro (también escribe poesía y en algún momento publicará un libro, supone) y personal, que siempre encuentra la palabra adecuada.

Y hace menos de un año se embarcó en un encuentro de cantautores —esa palabra fea— con Garo Arakelian y Gonzalo Deniz, que terminó convirtiéndose en un trío llamado El astillero que ya tocó en vivo, grabó disco, lo presentó y ahora se dedica a generar composiciones.

Dice Presa que, hasta ahora, la convivencia entre los proyectos artísticos ha sido armónica y no le ha generado mayores problemas, porque al fin y al cabo en todos está haciendo lo que le gusta: gestando canciones y tocándolas, sea solo, acompañado de sus amigos de siempre o con estos colegas con los que emprendió una nueva aventura. Dice, al final de esta entrevista, que hacer canciones es de lo poco que sabe hacer bien, y por eso apuesta todo.

Si no puede ver el video, haga click aquí.

—Tenés tu proyecto solista, estás en Buceo Invisible y ahora también en El Astillero, este trío que forman con Garo Arakelian y Gonzalo Deniz. ¿Cómo te lleva esa pluralidad?

—Por ahora bien, no he tenido dificultades concretas, superposición de fechas u horarios. También El Astillero tiene cierto margen de libertad porque los tres tenemos muchas cosas, entonces nos vamos acomodando según nuestras posibilidades. Ahora estamos en un período de composición, nos pasamos ideas y cada uno las va trabajando. Tenemos una canción compuesta ya, fue una experiencia muy linda y la idea es generar un repertorio nuevo.

—A priori se ve difícil el ejercicio de composición entre tres personas que, justamente, se dedican a hacer sus composiciones tan personales. Cada uno tendrá sus mañas.

—Sí, es un desafío, un experimento. Pero hasta ahora estos experimentos nos han salido bien, así que vamos a seguir probándolos.

—Yendo a tu faceta solista, ¿partiste de un concepto para hacer Playa desierta o había canciones amontonadas?

—Yo parto del conjunto de canciones y desde ahí trato de encontrar las líneas, los colores en común. Después está toda la cuestión de la producción, de encontrar la instrumentación, y ese proceso te va dando otros datos de las canciones. A partir de la sonoridad que se fue logrando y de reflexionar sobre las letras que había escrito, fui encontrando cierta unidad. Que es muy diversa también, pero hay elementos que marcan un clima general. Hay muchas cosas que voy descubriendo en el camino.

—Es un disco reflexivo, en varias canciones está la idea de parar a mirar para atrás, de ver qué pasa con lo que ya pasó. ¿Es un disco de crisis?

—(Se ríe) Sí, sin duda. La crisis de los 40 es un cliché, pero hay momentos vitales que han sido estudiados por la sicología, en los cuales inevitablemente tenés que ver dónde estás y qué es lo que está sucediendo alrededor y adentro tuyo. Sí pasé como una crisis de entrada en la madurez, si se quiere. Eso de decir: tengo hijas adolescentes, ya no soy joven. Eso implica una serie de movimientos internos, y por suerte cuento con algunas válvulas de escape para manejarlos.

—Y sin embargo ese proceso que, para quien lo vive, podría ser oscuro, acá con las melodías se transforma en algo luminoso. Es bastante más luminoso que Trece canciones.

—Es cierto. Tiene que ver con el alivio también de encontrar esos intentos de respuesta a las preguntas que me asaltaron, y por otro lado con una cuestión estrictamente musical. Yo tenía ganas de hacer un disco más pop, por algo trabajé con Federico (Lima, el productor) que me parecía ideal para tomar este conjunto de canciones y ampliar la paleta.

—¿Qué encontraste en el trabajo con Fede Lima, más allá de lo que fuiste a buscar?

—Él fue el operador de la grabación del primer casete de Buceo Invisible, hace 19 años. Ahí nos conocimos. Este proceso fue precioso, muy rico y estimulante para los dos, y Federico me sorprendió mucho en lo rítmico porque es muy bueno en eso, parte de ahí. Eso le aportó a algunas canciones una arista que no estaba demasiado explorada.

—¿Cómo te sentís haciendo cosas que hasta podrían ser un poco bailables, como alguna de Playa desierta?

—(Se ríe) No me genera ningún conflicto. Si las canciones no me mueven algo en el momento que las escribo se mueren, y a estas las defiendo totalmente. Capaz que cuando era más chico sí tenía prejuicios, pero ahora no. Trabajo en función de la canción, de lo que pide, lo que necesita y lo que le calza bien.

—Has estado tocando mucho en bares últimamente. ¿Qué te aporta eso?

—Es difícil el bar, esas 30 o 40 personas están ahí y les ves las caras y los gestos, y no todo el mundo te fue a ver. Es un desafío cercano al boxeo, te subís y tratás de conquistar ese silencio, la atención, tratás de construir un clima en común. Y ahí no hay invictos, pero aprendés un montón de cosas.

—Tus discos anteriores son más de ciudad, de bar, y en este aparecen otros paisajes, más agrestes si se quiere.

—Se fue dando así. Es cierto que en el invierno pasado me fui un par de semanas para afuera, a estar un poco solo y ordenar todo esto, y ahí escribí mucho. Fue un momento importante el encuentro con el aire, la tierra, el silencio, que a veces explica cómo enfrentarse a ciertas angustias. Esa soledad genera angustia, pero si podés sobrepasar ese período aparecen otras cosas que creo que tienen que ver con la luz.

—De hecho, el universo de tus canciones suena a autorreferencial, aunque no necesariamente a autobiográfico.

—Sí. A mí me gustan muchísimo los autores que escriben desde diferentes personajes y pueden construir una cuestión más narrativa, me encanta. Yo he escrito algunas cosas así, pero en general me sale escribir desde una primera persona que se parece a mí, pero que no soy yo. Y está bueno respetar ese llamado, no forzar las cosas en vano.

—¿Tiene que ver con que en Buceo Invisible tenés que escribir desde otro lugar?

—No sé, sí hay canciones que me resulta más natural defenderlas yo solo y no compartir la responsabilidad con mis compañeros. Es una de las cosas que define que un tema vaya para mí o para Buceo Invisible, que no es algo que piense en el momento de la composición.

—Trabajás en tus temas una poesía cuidada, delicada, y a veces sorprende la aparición de algún término explícito en canciones como "Mis incendios" o "SOS". ¿A qué se debe?

—(Se ríe) Se debe a que a priori no está bueno descartar ninguna zona del universo del lenguaje. A veces puede resultar demasiado chocante o innecesario, pero hay veces que es absolutamente necesario y no podés entrar en eufemismos. Chau, es eso. Sobre todo me pasó con "Mis incendios", que mucha gente me ha dicho que es una canción que les choca y no les gusta. Son pequeños precios que hay que pagar; yo estoy absolutamente comprometido con las canciones que hago y no puedo mentir. Poner otra palabra sería faltarle el respeto a la canción. Y creo que una de las pocas cosas que hago bien y me interesa hacer bien, es hacer canciones, y quiero conservar ese vínculo sin fisuras.

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