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Frank Sinatra: ojos azules y voz inmortal

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De muy joven se volvió el ídolo para teenargers.

Hoy hace 100 años nacía “La Voz”, el último icono vigente de un tiempo lejano.

Cuando uno escucha a Frank Sinatra, queda claro que esa voz es el vestigio de una civilización perdida que el cantante, quien hoy cumpliría 100 años, reflejó y animó en sus buenos momentos y en su irreversible caída. Este mundo que nos tocó en suerte no es aquel en el que reinaba Sinatra.

Poco de aquello queda en pie, pero para las dos o tres generaciones que lo han sobrevivido sigue estando vigente, ya sea por la inercia que genera aún su estela o porque es sencillamente uno de los más grandes cantantes de la música occidental. Sinatra sigue siendo un estilo, una marca registrada, un rostro, una voz, sí, y una figura popular. Igual, convendría saber qué significa para alguien, digamos, menor de 35: probablemente nada.

Pero, más allá de lo que piensen las nuevas generaciones, su vigencia y popularidad quedó certificada en la cantidad de libros, documentales, especiales de televisión y recopilaciones que han surgido en los últimos meses (ver recuadro) acompañando el centenario de su nacimiento. Esa exposición reciente abre, precisamente, ese debate sobre la pertinencia de su mito y lo que encarna en una cultura como la actual.

Francis Albert Sinatra nació en 1915 y fue la primera generación nacida en Estados Unidos de italianos que llegaron a afincarse, para el caso en Hoboken, Nueva Jersey. Eso es al lado de Nueva York, y era un hervidero de orígenes, raza y religiones que conformaría el entramado social de los Estados Unidos del siglo pasado. Allí se formó Sinatra.

El hijo alfeñique de una matrona dominante y un bombero, pasó de la pobreza acentuada por la Gran Depresión, a una carrera musical que lo tuvo como el primer ídolo adolescente en despertar esa clase de fervor que se repitiría con Presley, The Beatles o Bieber. Fue uno de los artistas más ricos de la historia: Sinatra no solo era una voz, también era una ética de trabajo.

Cuando la Segunda Guerra Mundial, Sinatra se quedó en casa —excusado por razones que aún son motivo de polémica— y con los hombres en el frente, acompañó la vigilia con su aspecto de desgarbada elegancia, sus ojos azules y una voz que fue transformándose en tal como la conocemos. Fue un furor entre las bobby soxers, las primeras teenagers en reclamar una porción de una cultura popular destinada, hasta entonces, a sus padres. Hoy puede parecer raro, pero ese furor fue tan grande que terminó teniendo nombre científico: Sinatramanía.

Alentó paralelamente una carrera en el cine que se consolidaría con un Oscar (por De aquí a la eternidad, en 1953), y una fuente de ingresos y prestigio artístico. Un autodidacta, su actuación era correcta y fue afianzándose como su voz con el paso del tiempo, hasta terminar siendo pura presencia.

El éxito en el cine, dio paso, a la etapa musical más trascendente de su carrera: los años en el sello Capitol con los arreglos de Nelson Riddle. De entonces no sólo son algunas de sus canciones más populares de la década de 1950 y quizás su mejor disco, In the Wee Small Hours (1955). Su otro gran disco seguramente sea L.A. Is My Lady, de 1984 y producido por Quincy Jones.

La última gran etapa de su carrera empezó en la década de 1960, en la que reforzó un personaje atrevido, amigo de sus amigos (formó parte del Rat Pack junto a farristas empedernidos como Sammy Davis Jr. y Dean Martin, una temible pandilla de dipsómanos), y con amigos influyentes, dicen, en círculos poco recomendables. Se convirtió en el rey de Las Vegas y disfrutó del estatus de ser la más grande estrella de todos los tiempos. Provocó algunos escándalos, y aunque su "concierto despedida" fue en 1971, siguió trabajando hasta bastante cerca de su muerte en 1998, a los 82 años, en cine, recitales y televisión. Lo más cerca que estuvo del Río de la Plata fue en una actuación en Buenos Aires organizada por Palito Ortega.

Su cancionero podría ser interminable, e incluye clásicos como "I Get a Kick Out of You", "They Cant Take That Away from Me", "All of me", "The Lady is a Tramp", "Night and Day", "Fly to the Moon", "Strangers in the Night", "New York, New York" y "My Way", que lo hizo un tótem musical inabarcable.

Y alguien que, a pesar de pertenecer a una civilización perdida y que empieza a ser olvidada, aún sabe decir esas cosas que, jóvenes y viejos, a veces necesitamos escuchar solo de alguien como Sinatra.

TRES EJEMPLOS RECIENTES DE LA PERMANENCIA DE UNA LEYENDA.

Un documental - Sinatra: All or Nothing At All, Netflix.

All or Nothing At All, un documental de Alex Gibney (ganador del Oscar por Taxi to the Dark Side) que consigue un exhaustivo repaso a su vida con fragmentos de su ficticio recital de despedida de 1971, y una avalancha de testimonios de gente importante (desde Bob Hope a Bob Dylan, además de la madre de Sinatra, por ejemplo). Es una buena manera de conocerlo.

Un disco - Selection from a Voice on air.

Hay un montón de discos, claro, que recopilan la carrera entera de Sinatra, además de los grandes discos. Ahora acaba de salir Selections from a Voice on Air (1935-1945) (sea moderno, está en Spotify), que da una idea de cómo eran aquellos programas de radio que cimentaron su fama, y la maduración de su voz que pasó de un correcto fraseo a una personalidad consolidada.

Un homenaje - Sinatra 100 All Star Grammy Concert.

La industria y sus estrellas reivindicaron el legado de Sinatra el domingo pasado. Estuvieron Tony Bennett, Garth Brooks, Alicia Keys, John Legend, Adam Levine, Carrie Underwood, Usher, Zac Brown, Harry Connick Jr., Celine Dion, Lady Gaga y —América Latina presente— Juanes. Más allá de las interpetaciones, se rescató su cancionero. Canal 12 lo anuncia para estos días.

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