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La esencia como único elemento fundamental

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Loli Molina. Foto: Facebook Loli Molina

Sobre la presentación de Loli Molina el viernes pasado en Tractatus.

Una guitarra eléctrica, una pedalera y un equipo: eso es todo lo que tiene a mano Loli Molina para presentarse en dos funciones seguidas ante el público que está en Tractatus. No hay escenografía ni puesta en escena, no hay instrumentos para ir probando diferentes texturas y sonidos, no hay ni siquiera una silla para que se apoye aunque sea un rato. Y es todo lo que necesita, porque con eso y un sutil trabajo de luces para contribuir a la atmósfera cálida e íntima, le basta para conmover hasta las lágrimas no sólo a quien escribe estas líneas.

Es complejo y extraño el vínculo que se genera con un artista cuando un disco gusta tanto como personalmente me ocurrió con Rubí, lo último de la argentina. Si ese puñado de canciones grabado en un estudio genera tanto, moviliza tanto, es necesario que la experiencia en vivo sea superior. Con igual no basta.

Pero claro, Loli Molina no defrauda. Entra en escena corriendo y en silencio, sin que nadie se percate, poco después de que Papina de Palma haya cerrado su precioso set con canciones de su flamante disco Instantes decisivos.

Se calza la guitarra frente a su cuerpo pequeño, y parece usarla como escudo y como lanza según lo requiera la ocasión. Se mueve extrañamente, como si la música estuviera de hecho circulando por adentro suyo, buscando desesperadamente salir hacia el exterior, a cualquier lugar, para mostrarse liberada cuando el último acorde deja de sonar. Ahí y solo ahí se permite algún chiste, algún comentario; el resto del tiempo todo es muy serio, muy solemne y también muy movilizador.

Molina se centró en las canciones de Rubí (las hizo casi todas) mientras que de sus discos anteriores, que ya no tienen mucho que ver con lo que hace ahora, incluyó "Hamacas". También le hizo lugar a alguna versión del folclore latinoamericano como "Luchín" de Víctor Jara —tremenda interpretación—, "Tonada de la luna llena" de Simón Díaz o "Sonqollay".

Si no puede ver el video, haga click aquí.

Y a todo el repertorio (también hizo un tema nuevo) lo abordó de la misma manera, como si en ese momento sólo reparara en cómo empiezan y terminan las canciones (las suyas o las ajenas) pero tuviera la necesidad de variar siempre el camino para ir de una punta a la otra. No se trata sólo de que la música sea suya sino de apropiársela en cada momento, acompañando a veces la letra con la melodía, a veces al revés, y generando permanentemente una nueva experiencia.

La que más respetó fue "Las cosas que se quedan en vos", generosa oportunidad para que el público acompañara con un coro delicado. Después todo fue diferente porque así es Loli Molina, que se salió del limitante casillero de promesa pop para ubicarse en uno mucho más amplio que es el de guitarrista y cantautora, una muy instruida pero también muy audaz.

Hay mucho de Fernando Cabrera en lo que propone y no en vano eligió para cerrar la primera función, cantar a capela y de ojos cerrados "Te abracé en la noche". En ese momento ni siquiera necesitó la guitarra, la pedalera, el equipo: le bastó con la voz, que ya es muchísimo.

Loli Molina [*****]

Setlist: "Los días", "En la noche", "Hamacas", "Brillo y relieve", "A la próxima", "Luchín", "Tonada de la luna llena", "Hombre no", "Eco", "Viajando", "Sonqollay", "Las cosas que se quedan con vos",, "Gorrión", "Te abracé en la noche" (el orden no es seguro). Apertura: Papina De Palma. Dónde: Centro Cultural Tractatus. Cuándo: Viernes 9 de diciembre.

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Loli Molina. Foto: Facebook Loli Molina

MÚSICABELÉN FOURMENT

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