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Ernesto Tabárez: hacer canciones con el corazón

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"Nosotros hacemos canciones con el corazón, yo escribo con todo lo que soy", afirma.

Ernesto Tabárez es la voz de una banda de la que muchos hablan desde que salió El éxodo (Bizarro, 2014), elegido por diversos medios y blogs como el mejor disco nacional del año pasado.

Para llegar a este elogiado presente tuvo que pasar por distintas etapas. Su acercamiento a la guitarra fue de chico; se aprendió unas canciones y se copó, y después no sabe qué pasó, aunque identifica como un momento bisagra cuando empezó a trabajar. Mejor dicho, cuando lo echaron de su primer trabajo. Tenía 21 años y durante una licencia compuso algunas canciones que luego aparecieron en su ópera prima, Malditos banquetes (2007). "O sea que ya ahí empieza Eté y los Problems", cuenta en conversación con El País.

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Tanto su primer disco como el segundo, Vil (2011), tuvieron aceptable recepción por parte de la crítica y la audiencia. Pero con El éxodo la repercusión fue mayor aunque no masiva, porque ese es un término que no aplica para ellos, aclara Tabárez. "Estamos en un lugar raro de cantidad de gente y La Trastienda tiene que ver con ver en qué estamos", dice sobre el show que darán hoy a las 21:30.

Eté y los Problems todavía están tanteando el terreno porque entre el verano y los ensayos para el recital se distanciaron de lo que pasaba afuera, aunque no pueden evitar leer los mensajes que les llegan a diario. "Nosotros hacemos canciones con el corazón. Yo escribo las canciones con todo lo que soy, y saber que laburaste tres años en eso y de golpe a las personas les gusta, cuando vos no lo hiciste para que a las personas les guste, está buenísimo. A mí me importan mucho las razones por las que vos lo hacés. Yo hago esto, hago música porque me gusta", aclara.

—¿Cuáles son tus razones para hacer discos?

—No sé, yo tengo razones para escribir y a partir de eso se va gestando algo. Escribo para salvarme de mí mismo y de lo que me pasa. El éxodo en general hace eso; convirtió todo una cosa en un camino con sentido y me ayudó a mí, porque le daba sentido a lo que me estaba pasando y porque además estaba dedicando mi tiempo a escribir. El día de mi cumpleaños, el 6 de junio, fue el último día de la mezcla. Me lo entregaron, terminé de escucharlo y dije: "todo esto tuvo sentido". Fue el cumpleaños más raro de mi vida. Era como: "¿y ahora qué hago?". Porque además había pateado toda mi vida para adelante el disco. Pero ahora estoy recopado.

—El éxodo fue muy bien recibido, y en particular "Jordan". ¿Qué pasa con esa canción?

—No sé lo que pasa. Yo sé que lo que sentí en el momento en que terminé de escribir esa canción, no lo sentí como en otras. Fue como un gol. Llamé a un amigo con el que jugamos al básquetbol y le dije: "Man, tengo una canción que tiene a Jordan. Ya está, vámonos de acá". Sentí eso. Y, además, "Jordan" funciona en relación al disco, porque chupa el rock que venía de las canciones anteriores y el "Flotando" queda como un eco que atraviesa el resto. Es una canción linda. Yo lo sé; cuando se me ocurrió la melodía, dije: "qué linda que es". Y es difícil competir contra eso. Hay un montón de bandas importantes de la generación de Los Ramones y hay un montón de canciones importantes. Pero "Beat on the brat" es imbatible, esa melodía, el "oh-oh-oh". Porque también uno es un pelotudo para escuchar música. Pero tiene que serlo, tiene que ser inocente y dejarse llevar.

—El encanto de "Jordan" también se potenció con el video. ¿Cómo fue el proceso para hacer ese clip?

—Fue un proceso largo, porque lo empezó Pablo Stoll pero en un momento se le complicó con los tiempos y lo terminó Matías (Ganz), que nos estaba haciendo los EPK, y lo hizo con un presupuesto muy bajo. Y en un momento surgió lo del choripán, que era el mismo catering que comimos en el día de rodaje (risas). Cuando llegamos a esa idea dije: "Yo quiero ser el del video del choripán. Quiero que me digan: ¿Ustedes son los del choripán? Y decir: Sí con orgullo". Somos los del choripán, y a mí me recopa. Me parece que la escena del pibe, Fede (Morosini) de Julen y la gente sola, que tiene esa cara, con un choripán, la plaza, es muy evocador.

—Con todo lo que significó hacerlo y con la repercusón que tuvo, ¿qué es ahora El éxodo?

—Es algo que fue cambiando, como el camino, como El éxodo mismo. Lo empecé solo, fuimos a grabar y estaban mis compañeros, entonces ya no caminé solo, y desde hace unos meses estamos caminándolo con más gente. Desde el año pasado habíamos hecho shows muy chicos para encontrar el disco en vivo, y está el hecho de que ahora ya está afuera jugando solo, entonces vamos a encontrarnos a las personas que se coparon. Nos vamos a ver la cara y lo vamos a festejar. Hay una cosa de celebración que quiero tener, que queremos tener. Mientras, estamos nerviosos; yo sufro sin parar. Pero ahora se enciende la antorcha. Y hay que seguir el fuego.

Crecer y vivir al lado de Darnauchans

Su vínculo con Eduardo Darnauchans fue una influencia fuerte. Cuando tenía 14 años lo vio por televisión anunciando un show al que no lo dejaron entrar. A los días se enteró que iba a visitar el programa "Caleidoscopio" y llamó a la producción. Lo rechazaron, pero con un poco de insistencia logró verlo. Darnauchans se le acercó, lo invitó a un bar, le pagó un café y lo invitó a todos sus shows. La primera vez que lo recibió en su casa fue para dictarle una nota para Posdata, y después terminó "parando ahí". "Estuve cerca de él y de Patricia todo lo que pude, y después ya está", dice Ernesto.

La luz del fuego que guió el camino de Eté.

Dos fuegos cruzados detrás de una montaña conforman el arte del tercer disco de Eté y los Problems, cuyo repertorio está atravesado por los incendios y la luz de una antorcha que sirvió para motivar a Ernesto en el proceso de composición y grabación, y que será además protagonista absoluta en la escenografía que esta noche se podrá ver en La Trastienda, según adelantó el cantante.

"Para mí la antorcha fue clave", le dijo Eté a El País. "Cuando empecé a hacer el disco estaba a oscuras y cuando encontré eso me sirvió a mí para atravesar todo. Me lo decía a mí cuando se complicaba algo: seguí el fuego, seguí y después vemos. Eso lo usé después con mis compañeros para grabar; el espíritu del equipo era tener la antorcha en alto y seguir el fuego. Y ahora es eso, hay como un crecimiento exponencial de la figura entre lo que me pasó a mí, a mis compañeros, al disco, a la gente que lo escuchó. Es como un Fibonacci", manifestó.

Mientras estuvo trabajando en Eléxodo, Ernesto tuvo una imagen constante de una multitud caminando detrás del fuego, siguiéndolo hacia algún lugar. Esa idea atraviesa todo el trabajo que hoy presentará formalmente, desde que canta "Yo creo que es mejor / Seguir moviéndose" en "El incendio", primer track, hasta el último, "Número desconocido", que cierra el repertorio preguntándose: "¿Será eso una luz? / Caminemos".

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"Nosotros hacemos canciones con el corazón, yo escribo con todo lo que soy", afirma.

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