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Encanto irresistible de un inconformista inglés

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Morrissey y su banda dejaron un concierto inolvidable al público uruguayo. Foto: F. Ponzetto
FERNANDO PONZETTO

Esto bien podría convertirse en un extenso comentario sobre el veganismo y el maltrato animal, pero quienes fueron el jueves al Teatro de Verano ya tuvieron suficiente. Morrissey puede defraudar en algunas cosas. Por su displicencia, por ejemplo, que le hace dejar fuera del repertorio las canciones más populares de The Smiths. Pero no renuncia a su inconformismo.

Por eso, en esta primera llegada a Uruguay, al igual que en toda la gira por Sudamérica, el momento más fuerte de la noche fue cuando sonó "Meat is murder", uno de los pocos temas de su exbanda que hace. Mientras sus músicos lo interpretaban de manera intensa, el inglés abandonó el escenario con toda su elegancia y charme para dejar al público frente a una pesadilla, una secuencia de imágenes brutales de mataderos a las que muchos le dieron la espalda.

Morrissey no fue complaciente con este país ganadero al que llegó a derramar su corazón, como dijo. Tampoco se necesitó que lo fuera: dio un show increíble, de esos que se procesan con el tiempo.

En realidad, a hombres como este se le perdonan (demasiadas) cosas. El largo video del comienzo, por ejemplo: media hora de clips que iban de Ramones a Tina Turner, generoso repaso a sus orígenes artísticos. También las situaciones que lindaron lo bizarro, en las que su multiinstrumentista Gustavo Manzur cantó en español; o cuando Morrissey se sacó la camisa (por segunda vez), la frotó por su panza sudada, y se la ofrendó al público. Porque cuando empezó a cantar en una noche calurosa por demás en el Teatro de Verano, después de una tormenta que había amenazado durante horas, ya se supo que esa iba a ser una noche épica.

La voz de Morrissey, tan singular, romántica y angustiada; tan intensa y sensual, sonó como pocas han sonado en Montevideo. Cuando apareció en escena de camisa negra semidesprendida, escudado por un bando de hombres que a su lado eran los más comunes del mundo, y arrancó la encantadora "Suedehead", su figura se volvió inmensa.

A partir de ahí y hasta el final más punk que se podía esperar con "The queen is dead", no hubo más que rendirse a este irreverente héroe del rock posmoderno que pide a gritos que alguien lo ame, con el mismo coraje que clama por el fin de la monarquía.

Es cierto que un recital, sobre todo uno de rock, se disfruta mucho más cuando se saben todas las canciones. El repertorio de Morrissey no procuró ser popular; él no procura serlo, aunque logre convocar a miles en Montevideo y en cada show que ha dado en Sudamérica.

Pero es tan necio que ni vale el esfuerzo de reclamarle "There is a light that never goes out", que por suerte Johnny Marr (su excompañero de The Smiths) incorpora de buena manera. Y tan talentoso, además, que no es necesario que abuse de hits.

Morrissey tiene el don de hacer canciones lindas, como "Alma matters" o "Everyday is like sunday", y de tener una voz que las embellece aún más. El miércoles dejó un poco de su corazón en Montevideo, y un recuerdo que será, disculpen la insistencia, inolvidable.

Morrissey [*****]

Fecha: 17 de diciembre. Lugar: Teatro de Verano. Productora: Gaucho. Músicos: Boz Boorer (guitarra), Jesse Tobias (guitarrista), Matthew Ira Walker (batería y gong), Mando Lopez (bajo), Gustavo Manzur (teclados, voces, guitarra y más).

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Morrissey y su banda dejaron un concierto inolvidable al público uruguayo. Foto: F. Ponzetto

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