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"El ego únicamente entorpece"

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Alejandro Lerner. Foto. Marcelo Bonjour
Nota a Alejandro Lerner, cantante argentino, ND 20170406 foto Marcelo Bonjour - Archivo El Pais
Marcelo Bonjour/Archivo El Pais

El músico argentino regresa para un show en el Auditorio del Sodre.

Es de locos (y perdón cierta obsesión con el paso del tiempo) que ya hayan pasado 34 años desde que escuché la primera canción de Alejandro Lerner, un rock irónico titulado "Nena neurótica". Era 1982 y Lerner —uno lo descubrió después— venía tocando desde 1974 cuando grabó La banda de los caballos cansados, el segundo gran disco de León Gieco, a quien había conocido, siendo adolescente, pegando afiches en los postes de Villa Gessel. Integrado a aquella segunda generación del rock argentino, tocó con Raúl Porchetto, Nito Mestre y Gustavo Santaolalla. Aunque también tocó con Raúl Padovani (quien por lo visto tuvo una de las mejores bandas de la historia de Argentina: Lerner, Oscar Moro y Alfredo Toth) y con quien hizo su primera gira uruguaya. Pocos músicos pueden reclamar tantas credenciales rockeras.

Eso se olvida un poco cuando se piensa en su tremenda carrera en el pop, aportando al cancionero popular baladas como "Volver a empezar", "Todo a pulmón", "No hace falta que lo digas", "Algo que decir", "Algo de mí en tu corazón" y "Algo que te quiero decir". Pero más allá de rótulos, su talento lo ha llevado a tocar con gente como Mercedes Sosa Armando Manzanero, Carlos Santana e ídolos personales como Gino Vanelli. Es uno de los grandes músicos argentinos y acaba de sumar un nuevo disco, Auténtico, su primero en siete años. Esa es la excusa para volver a Uruguay —el domingo 23 en el Auditorio Adela Reta, con entradas que van de $ 1.060 a $ 2.450 — con toda su banda, en un show donde repasa todas sus grandes canciones (incluyendo "Nena neurótica") y suma algunas de su nuevo álbum. Radicado en Los Ángeles y Buenos Aires, Lerner es un tipo popular: muchos en la Redacción le pidieron fotos, a todos (todas) les dedicó un rato simpático. Y además, habló con El País.

—Empezaste como fanático y después como músico de rock al que llegaste a través de León Gieco. ¿Cómo lo conociste?

—En unas vacaciones lo veo pegando sus propios afiches en los postes de Villa Gessel. Ahí le pregunto: "¿Cuándo tocás?", y me dice: "¿Pero vos sabés quién es León Gieco?" Y le digo: "Sí es un tipo que pega volantes en los postes". Era así, un pendejo pícaro que se divertía. Y ahí formé una banda (Anaconda) muy fugaz pero que León escuchó a través de un amigo, y me invitó a tocar en La banda de los caballos cansados. Era 1974.

—¿Te parece que se te reconoce esas credenciales rockeras?

—No me importa. El que no me reconoce es por ignorancia y el universo tiene un lugar para los ignorantes y se lo respeto.

—Tu primer disco solista que es de 1982, ya tenía un poco de las dos vertientes que marcarían tu carrera, "Nena neurótica" que era rockera y una balada como "Mil veces lloro".

—Es que escuchaba a Joe Cocker, a Ray Charles, Stevie Wonder, y un día descubro a Elton John. Lo mío eran Los Beatles, pero también había un rock psicodélico como el de Blind Faith que tenía una balada rock como "Cant Find My Way Home". Y ahí me di cuenta que eso era yo: un compositor pop-rock. Por eso lo mío siempre fue una mezcla irrespetuosa de los estilos.

—Canciones cantadas por Gino Vannelli, dúos con Tony Bennett y Carole King, gira con Santana, componer con Armando Manzanero. ¿No te da un poco de vértigo cuando mirás para atrás?

—Y ahora Gino Vannelli quiere que cante un dúo con él, lo que me llena de orgullo porque me sigue pareciendo uno de los grandes. En realidad, no miro tanto para atrás. Lo que todo eso me da es una consciencia de lo mágico que puede ser soñar, y creer que las cosas puedan pasar. Un día, en esos seis años que pasé viviendo en el motel de Los Ángeles donde vivieron Janis Joplin y Jimi Hendrix, voy a Guitar Center, una cadena enorme de venta de instrumentos musicales, y le están haciendo un homenaje a George Martin, el productor de Los Beatles (que son mi religión y mi identidad). Y viene el dueño y me dice si me molestaría sacarme una foto con George Martin. A lo que yo contesté, en inglés, "¿Me estás cargando?". Y tengo una foto con Martin que es lo más cerca que he estado del universo Beatles.

—A pesar de que sos un artista pop y te has movido en ese circuito, has tenido, desde la ironía, por ejemplo, una actitud rockera.

—Es que eso es lo verdadero rockero. El rock no tiene que ver con la música o con los ritmos, sino con una actitud irreverente y sobre todo transgresora contra los propios prejuicios del rock. Yo he hecho gira a dos pianos con Armando Manzanero y ¿qué? ¿Las iba a dejar de hacer porque escuchaba Almendra? Ni en pedo. El rock no puede tener prejuicios, pero lamentablemente los tiene. Yo no. Tocaba con Raúl Padovani, o iba si me llamaban a tocar en un casamiento o en un cabaret con dos cantantes en baja y dos bailarinas. A mí todo me parecía extraordinario porque algo en mi antena me decía que eso era parte del camino, no el destino final. Era un proceso que no me lo quería perder por nada. Y así fui ampliándome. Ya lo dije: los dos rockeros que más me rompieron la cabeza fueron Mercedes Sosa y Armando Manzanero.

—¿Por qué?

—Son los más abiertos que he visto. Me dieron una sensación de rock en el sentido de libertad, de amplitud de cabeza. La "Negra" Sosa adoptando a Charly, a mí, a León... Y nos llevaba de gira, sin preguntar si era rock o si era pop. Y Manzanero, con quien somos muy amigos, vive como una estrella de rock. Y tiene un ánimo que muchos rockeros envidiarían su felicidad. Y siempre está trabajando. No podés pasar por la vida sin haber vencido tus propios prejuicios.

—En general hay un montón de discos que hablan de rupturas, pero Auténtico, tu nuevo disco es como una declaración de amor.

—Mi disco anterior se llamó Enojado y era así. Me había peleado con la discográfica, me quedé mucho tiempo en mi casa de Los Ángeles, me junté con Dominic Miller (el guitarrista de Sting) y Vinnie Colaiuta (uno de los grandes bateristas de sesión).

—¿Estás integrado a esa movida musical de Los Ángeles?

—Mucho. Un día conozco a un amigo de Miles Copeland (legendario productor de The Police). Miles, que tiene un castillo en el sur de Francia, me conoce, y escucha lo que hago. Una vez por año invita a 24 compositores del mundo para que, de a tres, se junten ocho grupos a escribir una canción por día. Y al final, en 10 días, es dueño de una parte de 80 canciones. Y me invita. Un día llego con mi bolsito, y me encuentro con un tipo con un bajo que resultó ser Armand Sabal-Lecco (otro sesionista que trabajó con Paul Simon) y nos hicimos amigos. Ahí se me acerca un tipo flaco con un remera todo ajada que me dice que también es argentino: era Dominic Miller. Los tres nos hicimos inseparables.

—Volvamos a que el anterior disco se llamaba Enojado...

—Estaba muy enojado. Pero tuve un hijo y el foco es otra cosa. Mi mujer me vio mal y me pidió que lo único que quería que le regalara fueran canciones. Y muchas de esas canciones fueron a dar a Auténtico, más canciones como "Carta por la dignidad del hombre", que es una canción que escribí después de que falleció la "Negra" (Mercedes Sosa) y después de venir del velorio, sentí que me estaba dictando esa canción y que si no la iba a cantar ella, la iba a cantar yo.

—Tiene un mensaje fuerte.

—Sentí que ni el rock, ni la música popular en la última década habían documentado desde una visión de un ciudadano apolítico, cuáles eran las quejas, las necesidades o sus reclamos a un gobierno. Lo que antes llamábamos "canción de protesta" se lavó. Y por eso quise escribir esa canción.

—La gente te para en la calle, todo el tiempo. ¿Cuántos besos a desconocidos das por día?

—Esa es una buena frase para una canción. Eso es cuando uno se convierte en popular. Cuando te saludan de todas las edades.

—¿Cómo manejás tu ego?

—El ego es una enfermedad que me hace sufrir pero que no es pública. Cuando algo de mi ego me hace daño, son fantasmas con los que trabajo en la intimidad. El ego lo único que hace es entorpecer.

"Artista popular" que siempre está de vuelta.

"Lo del Auditorio es un espectáculo grande", le dice a El País Alejandro Lerner, y habla sobre la actuación que dará el domingo 23 de abril en la sala Eduardo Fabini del Adela Reta. "Vengo con una banda grande y es un show bastante rockero y bastante espectacular", adelanta.

Allí van a estar muchas de sus canciones más famosas pero no todas, porque "sería un campamento, tendrían que venir con afeitadora, toalla", bromea. "Aunque en serio, es muy afortunado que tenga tanto repertorio para compartir, pero sé que no voy a complacer todos los pedidos".

"Con la gente de Uruguay tengo un vínculo familiar: no soy una superestrella, soy un artista popular", dice Lerner. "Y un artista popular está en contacto con la gente".

El miércoles 5 de abril, por ejemplo, fue al Estadio Centenario a ver el clásico, una experiencia que lo dejó muy contento. "Es que allá no puedo ir a un River-Boca, porque no para de acercarse gente a sacarse fotos".

Desde fines de la década de 1970, Lerner ha sido un asiduo visitante a Uruguay: la última vez que vino a Montevideo fue en 2011. La banda que lo acompaña ahora y con la que vendrá a Uruguay en esta oportunidad está integrada, entre otros, por Hugo Méndez en guitarra, Diego Ortells en teclados, el legendario "Gringui" Herrera en guitarras, e incluso su esposa, Marcela Lerner, en los coros. El show está anunciado para las 21:00 y las entradas se venden en la boletería del Auditorio y también por Tickantel.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Alejandro Lerner. Foto. Marcelo Bonjour

ALEJANDRO LERNER

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