Publicidad

Un eco de una época color sepia

Compartir esta noticia
Bob Dylan. Foto:  Archivo EL PAÍS

Tiene sentido un nuevo disco de Dylan que parece una secuela del que editó el año pasado? Depende. Para los fanáticos más acérrimos, los que tienen que tener aunque ni así estarían saciados, sí. Los menos entusiastas le prestarán a Fallen Angels la misma y (muy) moderada atención que le dispensaron a títulos como Tempest o Together Through Life.

"Sería presumido de mi parte pensar que estas canciones van a encontrar un nuevo público (...) Además, desde el escenario veo cosas distintas a los demás. Veo a alguien de traje, a otro con vaqueros, a una mujer en vestido de gala y a muchachas con pinta de punk". Claramente, su prestigio, el peso de su obra, le asegura a Dylan un público variopinto en sus conciertos, uno que se mantendrá así hasta el último recital en vivo que el músico realice en su vida. En cuanto a los discos, la cosa es diferente. Pero tal vez no importe. O al menos, no importe tanto. Fallen Angels es muy parecido a su antecesor, Shadows in the night: la misma sobria instrumentación, el mismo aire a bar de veteranos lleno de humo y olor a alcohol derramado en el piso, luz tenue y volumen bastante más bajo al que nos hemos habituado en los últimos años.

Buena parte del encanto de estos discos está en esa instrumentación sobria ya mencionada. Los instrumentos parecen tocados con sumo cuidado, como si fueran piezas de una colección clásica que algún museo le prestó a la banda de Dylan, y que deben ser devueltos en el mismo estado en el cual fueron prestados.

Él, en tanto, interpreta a las melodías y las letras con la misma actitud: una casi reverencial postura ante composiciones que, en su voz, suenan llenas de humildad.

Y a diferencia de lo que hace con sus propias canciones, Dylan intenta respetar las melodías originales todo lo que su limitada voz le permite. En algunos casos, consigue transmitir —con su oficio y su sabiduría— algo de la grandeza que esas melodías tienen. En otros, es demasiado evidente el paso del tiempo, los cigarrillos fumados, el whisky tomado y las pocas horas de sueño. Pero en ningún caso deja de ser claro que Dylan ha sido uno de los más astutos y capaces intérpretes de la música popular de su país, un tipo que siempre hizo de sus carencias vocales una de sus fortalezas artísticas. Antes, cuando su garganta era joven, sabía cómo aprovechar las inflexiones, pronunciaciones u otros recursos y trucos para dejar plasmadas interpretaciones inigualables, tan personales como capaces de transformar a escépticos en conversos. Ahora, con 75 años de intensa vida encima, las cuerdas vocales de Dylan se sientan a descansar y, desde ese lugar de reposo, a ser un eco de una época a la que imaginamos en distintas tonalidades de sepia.

Fallen Angels[***]

Estados Unidos, 2016. Repertorio: "Young At Heart", "Maybe You’ll Be There", "Polka Dots And Moonbeams", "All The Way", "Skylark", "Nevertheless", "All Or Nothing At All", "On A Little Stree In Singapore", "It Had To Be You", "Melancholy Mood", "That Old Black Magic", "Come Rain Or Come Shine". Músicos: Charlie Sexton, Dean Parks, Tony Garnier, George Recile, Stu Kimball, Donnie Herron. Producción: Bob Dylan como "Jack Frost".

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Bob Dylan. Foto: Archivo EL PAÍS

MÚSICA - CRÍTICA

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad