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Duke Ellington en Uruguay: las dos veces que el duque del jazz conquistó Montevideo

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Duke Ellington durante una conferencia de prensa. Foto: Archivo El País.

GRANDES VISITAS MUSICALES

En 1968 y 1971, el músico estadounidense Duke Ellington llegó a Uruguay para presentarse en Montevideo; a continuación la historia de sus dos visitas

"Hacía 40 años que lo esperaban, por eso ayer al mediodía estaban todos rodeándolo en semicírculo, no dejándole pasar una sola palabra, archivando para siempre la figura rotunda y orgullosa del músico de 69 años que, por puro y exclusivo capricho de su talento, se ha convertido en uno de los padres del jazz”. Con estas palabras publicadas en septiembre de 1968, El País celebraba la llegada de Duke Ellington a Montevideo. El estadounidense fue uno de los músicos más importantes de la historia del jazz clásico, y, en dos ocasiones, Uruguay fue una escala de sus largas giras mundiales, patrocinadas por la Secretaría de Estado de Estados Unidos.

“La orquesta de Ellington se diferenciaba de todas las demás”, asegura Horacio “Bocho” Pintos, uno de los fundadores del Hot Club, al recordar la primera visita del estadounidense. “Escucharla en vivo fue una cosa increíble, parecía mentira poder escuchar a Ellington en vivo”. Es que, en ese momento, toda una generación de músicos de jazz había formado su oído musical de la mano de clásicos como “Mood Indigo”, “Sophisticated Lady” y “Satin Doll”. Incluso, una columna de la época cita al director de tango Osvaldo Pugliese como uno de sus grandes admiradores.

Duke Ellington en la Plaza Independencia. Foto: The World Of Duke Ellington.
Duke Ellington en la Plaza Independencia. Foto: The World Of Duke Ellington.

El lugar elegido para esa primera visita, realizada el 11 de septiembre, fue el Auditorio Nacional del Sodre. En esa ocasión, Ellington llegó acompañado de una orquesta de 14 músicos (entre ellos, los grandes saxofonistas Paul Gonsalves y Johnny Hodges) y dos cantantes. Así que este plantel de músicos les daba un doble motivo de celebración para los amantes del jazz que finalmente podrían ver cómo sonaba en vivo aquellos standards que estudiaban en cada disco del director nacido en 1899.

La vista de Ellington a Montevideo (una ciudad a la que ya le había dedicado una canción en 1953) formó parte de una de las paradas de su primera gira latinoamericana, que también incluyó conciertos en Argentina, Brasil y Chile. El viaje por el continente fue registrado por el crítico de jazz británico Stanley Dance y la bitácora de cada escala quedó registrada en El mundo de Duke Ellington, un libro publicado en 1970. “Un vendedor bastante audaz convenció a Paul Gonsalves y Willie Cook de hacerles un retrato. Quedaron satisfechos con su habilidad artística, pero casi se desmayaron al ver el precio”. Esta fue una de las primeras descripciones que Dance hizo de la llegada de la orquesta a Montevideo. Los músicos llegaron el mismo día del show y se hospedaron en el Victoria Plaza.

Dance contó que, durante el intermedio del concierto, la delegación que acompañó a Ellington se sorprendió al ver que todos los sándwiches del bar ubicado enfrente al Sodre eran de jamón y queso. “De muy mal humor decidimos que Uruguay, al igual que Argentina, debe exportar toda su carne, porque simplemente no pudimos conseguir la cantidad que necesitábamos”.

Pero, más allá de la falta de sándwiches con carne, Dance informó que el concierto “significó otro gran éxito en la gira”. Esta visión es completada por el crítico de jazz Juan Rafael Grezzi, quien escribió una crítica en el semanario Marcha titulada La lección de un maestro. Allí decía que “las esperanzas del cronista no fueron defraudadas”, y destacó el “trabajo inmaculado de las secciones orquestales y un ritmo imponente con la mayor generación de swing imaginable”.

El repertorio de esa noche de septiembre incluyó clásicos como “Take The A Train”, “It Don’t Mean a Thing”, “Mood Indigo” y “Don’t Get Around Much Anymore”. La emoción del público fue tan grande que, apenas terminado el concierto, los pasillos que daban a los camarines del Sodre se llenaron de gente ansiosa por conseguir un autógrafo del músico. Dance relata que uno de los encargados del auditorio le sugirió a Ellington salir por la puerta trasera, pero él se negó. “No puedo decepcionar a toda esta gente”, le dijo antes de salir a la calle para encontrarse con los fanáticos.

“Eso hace que llegue tarde para la visita que se hace en la residencia del embajador estadounidense”, escribió Dance. Y es en ese lugar que Pintos pudo conocer a Ellington. “Después del concierto me pasaron una invitación para ir a esa recepción. En un momento le pidieron a Ellington que tocara el piano. Yo estaba al lado de él y entonces se corrió en el asiento y me hizo un gesto para que me sentara al lado de él. ‘Sit down’, me dijo”, relata el músico. “Apenas me senté empecé a pedir como loco para que me sacaran una foto”, agrega, pero no tuvo suerte ese día; no había ninguna cerca.

Ellington se quedó muy satisfecho con aquella visita a Montevideo, y más adelante escribió una carta de agradecimiento al público uruguayo y al de los otros países que visitó: “Mi primera visita a América del Sur ha sido una experiencia tremenda, mucho más imponente de lo que jamás había imaginado, y nunca la podré olvidar. La generosidad y el entusiasmo del público han constituido la inspiración de toda una vida, una virtual culminación de mi carrera”.

Ese agradecimiento al público latinoamericano se vio reflejado en el álbum Latin American Suite, que se editó en 1972 e incluía composiciones inspiradas en la música que conoció en ese viaje. Pero, si bien no había rastros de la música uruguaya en aquel disco, Ellington volvió a Montevideo el 21 de noviembre de 1971 para seguir acercándose al público uruguayo. “Los amo locamente”, le dijo el músico a El País apenas llegó al aeropuerto.

En esa ocasión, el concierto se realizó en el Palacio Peñarol porque el Auditorio del Sodre se había incendiado meses atrás. El músico, solidarizado con la causa, ofreció una parte de la recaudación para la reconstrucción del recinto. Sin embargo, el concierto no tuvo el mismo éxito que el anterior. “Esa fue la primera y única vez que fui al Palacio Peñarol a ver música en vivo”, asegura Pintos. “El sonido fue horrible. No era el lugar para verlo”, agrega el pianista Rolo Suzacq. Además de la mala acústica, Suzacq asegura que Paul Gonsalves estaba tan borracho que se quedó dormido durante una gran parte del show.

Ellington falleció en 1974, pero los uruguayos se quedarán con el recuerdo de las veces que uno de los reyes del jazz se presentó en Montevideo.

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