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Un disco que huele a espíritu adolescente

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La Mujer pájaro

Crítica

Con su segundo disco, "Faros ciegos", La Mujer Pájaro confirma la promesa de su debut

El primer disco de La Mujer Pájaro, La calma de las cosas quietas, nació casi como un pasatiempo, y terminó como uno de los lanzamientos locales más frescos de 2016. Con un par de nominaciones a los Graffiti y melodías en las que se plasmaba una poética con cierto dramatismo porteño, la banda logró, desde la autogestión, hacerse de un espacio propio y de un público interesado.

Dos años después, Faros ciegos es el resultado de un proceso hecho a conciencia, del que nacieron nueve canciones que tienen potencial de hit. Sobre cada pieza hay un trabajo detallista tanto en los arreglos como en las letras, que les permite lucirse como unidad. Y al mismo tiempo, las engloba y les da homogeneidad una suerte de espíritu adolescente: es de esos discos que se pueden repetir una y otra vez sin problemas.

En realidad, más que espíritu adolescente, el disco de La Mujer Pájaro podría ser tildado de punk aunque estéticamente no tenga nada que ver con el género. No es casualidad que la génesis del grupo se remonte a proyectos hardcore y punk: acá los versos son de una urgencia agobiante (“Naufragar toda la vida a la deriva, sin saber a dónde vas”, del tema que da nombre al disco, es una referencia clarísima para eso), y Azael Gómez Sáez canta siempre, sea en la intensidad o en el susurro, como si ya no tuviera oportunidad de volver a decir lo que está diciendo.

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Después, en lo estrictamente guitarrero y salvo en “Nunca es tarde”, que es la canción cien por ciento punk del disco, todo es más volcado al pop y al rock clásico. Las referencias sonoras son muchas y a veces, muy claras: una progresión de acordes de “Cadenas” trae a la memoria a “Te quiero igual” de Andrés Calamaro; el rasgueo de “Voy” viene envuelto en un aire dylanesco, aunque después vaya hacia otro lugar; y “Hojas secas”, que cierra el disco, tiene mucho de Joy Division y sonoridad post punk.

Entre ese paisaje, uno puede fantasear con combinaciones muy extrañas como por ejemplo, en un posible encuentro entre Tom Petty, Pity Álvarez y hasta Skay Beilinson en “Violenta ansiedad”, que es una de las mejores canciones del disco. La seducción de los arreglos de guitarra, la participación de Fede Graña, un par de giros inesperados que hacen que el estribillo se demore y, por supuesto, el estribillo en sí, y el final: todo está bien.

“Vas a volverte a equivocar como en un perfecto acto de libertad, sin nada que esconder, más que escuchar el huracán que está gritando adentro”, debe ser una de las estrofas más lindas del año, de nuevo apuntando a esa urgencia punk que le queda tan bien a los tiempos de hoy. Este disco de La Mujer Pájaro es eso: una banda sonora muy apropiada para este presente, pero con cimientos como para superar la prueba del tiempo.

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