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Un director y una orquesta brillantes

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El director ruso Yuri Sobolev inició la velada con la "Pastoral de Estío" de Honegger, bellísima composición donde aflora la musicalidad y la sencillez. El autor nos presenta una obra de intensa pero replegada expresividad, que busca su apoyo en la melodía de carácter casi siempre interrogativo, a través del empleo de acordes de novena o en el ritmo apoyándose en agregaciones rítmicas del más genuino sello honeggeriano.

Sobolev supo conferir a esta página bucólica un ejemplar sentido de los timbres y del ritmo.

Luego se ejecutó el "Concierto para piano y orquesta nº 3" de Bartók teniendo como solista a Edith Fischer. La magnífica interpretación que brindó esta brillante pianista chilena fue sin lugar a dudas de antología. En Fischer todo es creación, sinceridad, inteligencia y espiritualidad, expresadas con la máxima pulcritud de recursos y con la mayor honestidad artística. Su infinita variedad de matices y acentos , sus ligatos perfectos, los trinos de una claridad rítmica sorprendente, su excelente manejo de los pedales y por sobre todas las cosas su "touché" aterciopelado, de una sonoridad que abarca todas las gamas del vigor y del brillo sin necesidad de golpear el teclado, acreditan el prodigio de su arte. Con sus 80 años demostró ser una digna discípula de su querido y admirado maestro Claudio Arrau.

Sobolev una vez más puso de relieve su batuta al servicio de lo que debe representar el verdadero acompañamiento de la orquesta para el solista. Los tímidos aplausos del público ante la obra de Bartók nos privaron de un bis que hubiera sellado con broche de oro esta primera parte. Indudablemente los conciertos de Bartók para piano no gozan de la popularidad de los conciertos de los compositores románticos.

En la segunda parte se escuchó la suite de danzas para orquesta "Saudades do Brasil" del compositor francés Darius Milhaud. Rebosante de vitalidad pero sin caer en enfatismos, la versión de Sobolev merece ser citada como una de las mejores que de esta obra se hayan dado en nuestro medio. Sobolev supo mostrar la esencia de la música brasileña bajo el ropaje politonal que le otorgó el autor.

Para finalizar este hermoso concierto se interpretó la "Rapsodia Rumana nº 1" de Enescu. La interpretación de Sobolev recordó a las del inolvidable maestro austríaco Willi Boskovsky por la dinámica que le imprimió a la obra brindando la algarabía característica de esta rapsodia. El público esta vez no se hizo rogar y aclamó de pie con sus entusiastas aplausos la brillante actuación del director y de la orquesta.

Orquesta Filarmónica de Montevideo.

Director: Yuri Sobolev. Solista: Edith Fischer (piano). Programa: Pastoral de Estío de Arthur Honegger; Concierto para piano y orquesta nº 3 de Béla Bartók: Saudades do Brasil op.67 de Darius Milhaud y Rapsodia Rumana nº 1 op.11 de George Enescu. Teatro Solís, 29 de septiembre.

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