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"Cuando desaparezco, todo pasa"

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Juana Molina. Foto: Difusión

La cantante argentina presenta su disco "Halo", el viernes próximo en La Trastienda.

Después de muchos años preparando sus discos en la intimidad de su hogar, Juana Molina viajó a Estados Unidos y se internó en un estudio de primer nivel (el Sonic Ranch Studio de Texas) para parir uno de sus mejores álbumes hasta la fecha: Halo, en el que refina todas sus virtudes para llevar al público que la sigue a nuevos estados, con canciones que cada vez definen más su forma sin perder la abstracción, una suerte de contradicción que atraviesa la belleza de su música.

"Al principio fue un poco difícil porque me molestaba que hubiera tantos observadores, pero cuando me di cuenta que no estaban observando nada —los técnicos y eso—, que más bien estaban con sus teléfonos, eso me tranquilizó", cuenta a El País sobre esta nueva experiencia. "Y me gustó que se logró algo a nivel instrumental, que aparecieron nuevos amigos musicales con las cosas que en mi casa no tengo, pero siento que faltó la profundidad a la que llego cuando estoy sola. Pero como trabajé mucho antes y después de ir para allá, todo eso que recopilé en el medio fue muy enriquecedor a la hora de editar el disco. Una vez que lo veo terminado, creo que fue buenísimo haber ido", asegura sobre Halo, este álbum que el viernes próximo presentará en La Trastienda a las 21:00 (quedan entradas en Red UTS desde 600 pesos).

Popular actriz de comedia devenida en cantautora experimental y hoy estrella indie a nivel internacional —el New York Times la viene elogiando hace años—, Juana Molina habla en esta entrevista de su disco Segundo como mojón fundamental, de Eduardo Mateo y de ese lugar oscuro al que va cuando necesita componer, donde mucha de la magia que después aparece en sus discos se genera.

Si no puede ver el video, haga click aquí.

—Trabajar sola, ¿te obliga a mirar mucho hacia adentro?

—No apunto la mirada en ningún sentido, pero llega un momento en que yo desaparezco, y cuando desaparezco todo pasa. Ese momento para mí es clave en cuanto a la verdad de las cosas, porque cuando uno está presente siempre hay un juicio o un censor, una cosa que está controlando y dando una forma determinada. Y yo creo que salen mejor las cosas cuando no hay ninguna idea preconcebida. Es muy raro lo que pasa, por ahí suena un poco hippie, pero es un momento que a mí se me ocurre que debe ser lo que llaman "zen". Porque es presente puro, no hay un objetivo, no hay antes ni después: estoy ahí, observando lo que pasa. Y si no estuviese en ese estado de ausencia, no pasaría.

—Te iba a preguntar si para Halo te inspiró la oscuridad, pero me dijiste que no apuntás a nada.

—De todos modos, está bien lo que decís. Porque en todos los discos, cuando llego a ese lugar del que te hablo es oscurísimo, negro como el espacio. Las figuras que se me arman son cuerpos o líneas brillantes, pero el fondo es oscuro.

—¿Eso te obliga a ir a ciegas en la búsqueda sonora?

—(Piensa) Podría ser.

—Has dicho que tu disco Segundo es la madre de lo que vino después. A medida que pasa el tiempo, ¿le seguís descubriendo cosas?

—Sí, sobre todo cuando de golpe aparece una idea que me suena y digo: "Ah, es ese medio compás de tal canción de Segundo". Siento que Segundo fue el disco que me liberó, y si bien era la libertad de una persona completamente inexperta, tiene la ventaja de ser interpretado por una inexperta porque entonces no hay nada, es un mundo desconocido. Cuando lo estaba haciendo no sabía que Segundo iba a ser un disco.

—¿Y la música hoy es un espacio de libertad para vos?

—Sí, igual siento que cada vez me cuesta más ser completamente libre. Por eso te digo que es tan importante este momento en que yo desaparezco: porque es cuando vuelvo al lugar donde ocurrió Segundo. Porque si no llego a ese lugar, el público y la crítica están un poco presentes aunque yo no quiera. "Uy, el disco anterior tuvo tan buenas críticas, ¿cómo hago para superar eso?". Pero cuando llega ese momento donde yo desaparezco, todo eso también desaparece.

—Tu música tiene algo mántrico, envolvente. ¿Ahí hay una conexión con ese estado zen?

—Puede ser, quizás sí. A mí me gusta mucho que aunque esté lleno de arreglos e instrumentos, no deje de ser minimalista. Y yo no sé si tengo la misma concepción de lo que es el minimalismo definido como tal, pero lo que me imagino cuando me hablan de minimalismo es como que a grandes rasgos no pasa nada, pero cuando te vas metiendo en ese mundo empiezan a aparecer cosas. Pasa que en los tiempos que vivimos, no todos le dan ese tiempo a la música: ponés play y si a los 10 segundos no entraste, fuiste. Bueno, esa parte yo no la voy a sacrificar.

—¿Eduardo Mateo es una influencia para vos?

—Sí, indiscutible.

—"Cosoco", de este disco, me hizo pensar en "Yulelé".

—¿En serio? "Yulelé" es un temazo. Aparte imaginate que cuando yo era muy chica oía eso y no había nada que se le pareciera. Entonces Mateo se me metió como por ósmosis en el cuerpo, porque la desgracia de ser músico y que te hagan reportajes es que vas perdiendo la frescura y la inocencia con la que escuchás las cosas. Entonces para mí es un enorme placer, cuando de golpe llega un disco o una canción que me sacude del mismo modo en que me sacudía la música antes, donde es la música solamente la que llega, todo en un bloque. No hay ni arreglos ni nada, va la finalidad ulterior de la música que es ella misma. Cuando me pasa eso, ¡me da una alegría indescriptible! Cuando empiezan a diseccionar un disco, que mirá acá el arreglo de bajo y acá la guitarra, es como que te diga: "¡Te voy a dar una torta deliciosa!" pero te doy un bol de harina, tres huevos, chocolate y crema, todo separado. ¡Pará, haceme la torta con todo eso!

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—Y cuando te encontrás con gente que te dice que te prefería actriz, ¿qué te pasa con eso?

—Me parece que es gente a la que no le gusta mi música, y lo entiendo perfectamente porque lo que yo hago no es lo más comercial del planeta. Y me parece que les gustaba mucho lo que hacía antes, y quieren que pase eso de vuelta. Lo que pasa es que yo y las personas, cuando uno añora una relación que tuvo con alguien, uno cree que la podría tener ahora: pero lo cierto es que si no está es porque no existe más. Entonces cuando la gente me habla de eso, medio que no puedo decirles nada porque no es que eso no esté más —los personajes yo los tengo y de vez en cuando me salen—, pero no está para hacer un programa de televisión. Si aparecen unos guionistas que escriben unas cosas impresionantes, creo que me coparía y lo haría de vuelta, pero la presión de escribir algo nuevo cada semana para mí es insoportable. Y no es que no me guste hacer los personajes. Me gusta, ¡pero yo quería hacer música! ¡No me hinchen!

Tres discos de la artista

Rara - 1996

Del primer disco de Juana Molina ya pasaron 21 años. Con impronta folk y con Gustavo Santaolalla como productor, el debut de la cantante argentina fue muy resistido por la crítica y el público, que demoró en entender su decisión de cambiar la actuación por la música.

Segundo - 2000

A pesar de las críticas, Molina se reinventó y en el año 2000 lanzó el que hoy entiende como madre de todos sus discos: Segundo, en el que empezaba a moldear su interesantísima personalidad sonora y a conquistar, de a poco, a la industria.

Wed 21 - 2013

Hasta la salida de Halo, Wed 21 era su último trabajo de estudio y la mostraba ya como una artista consagrada y mimada por la crítica internacional, con claro interés por seguir ahondando en ese paisaje que está entre el folk, la electrónica y el pop rock más experimental.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Juana Molina. Foto: Difusión

JUANA MOLINABELÉN FOURMENT

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