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Dante Spinetta: "Obviamente quiero pegarla, pero quiero pegarla con lo que soy"

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Dante Spinetta en las Niguiri Sessions. Foto: Difusión

ENTREVISTA

El músico argentino Dante Spinetta habla del estreno de las Niguiri Sessions, de su futuro disco solista, de la familia Rada y de su padre

"Yo voy a cambiar, le voy a dar un nuevo rumbo a mi vida”, canta Dante Spinetta en “Mi vida”, uno de los mejores temas de su disco Puñal (2017). Y aunque ese álbum todo refiere a un desamor, a un corazón roto, esos versos bien podrían caberle a sus últimos años artísticos. Meses después del lanzamiento de Puñal, Illya Kuryaki and the Valderramas daba su último recital y Dante le decía adiós a la banda de su vida, para enfocarse de forma definitiva en su propio proyecto musical.

Desde entonces, además de tocar Puñal, Dante se cruzó con la nueva generación de traperos argentinos (hizo temas con Duki y Neo), hizo la banda sonora para la película 4x4 (y se ganó una nominación a los Premios Gardel) y lanzó, el mes pasado, las Niguiri Sessions: música en vivo junto a su banda, tocada en un local de sushi, con el sushiman en acción. Exótico.

Las Niguiri Sessions fueron la excusa para la charla con El País.

audiovisual

Sobre las Niguiri Sessions

"Me pareció que estaba bueno hacerlo en un lugar que no tenga nada que ver. Yo me muevo bastante con el concepto de la mística real de las cosas, y yo voy a comer ahí y siempre me siento muy bien; y Fede, el sushiman de ahí, es muy artista, y llego a comer y está D'Angelo y Wu Tang y toda una música espectacular. Hay como una magia y correspondía hacerlo ahí. Es eso: mostrar que la banda puede sonar así en cualquier lado, en un estadio o en un vestuario podemos sonar bien. Y llamó la atención, pero no fue por algo kitsch. Para mí está todo unido; el arte está en la comida también. Me lo tomé como renatural, pero es verdad que la gente pregunta qué tiene que ver, o si siento que mi música, si fuera una comida, sería sushi. No, mi música es más como un asado flúo, pero hay piezas de sushi en ese asado también".

—En junio le dijiste a Rolling Stone que ya estabas trabajando en un disco rockero, pero que tras esta pandemia, había cosas que tenías pensadas que ya no querías decir. ¿Seguís así?

—Yo estaba yendo al estudio, empezando a grabar, cuando arrancó esto. Yo voy mucho al estudio, es el tren de la vida de siempre, pero al perder la posibilidad de ir, de juntarme con mis músicos, encontrarnos con amigos... De golpe perdimos todo lo que dábamos por sentado, y creo que cuando vuelva al estudio voy a apreciar mucho más el tener la posibilidad de comunicar algo, de compartir lo que hago con la gente, y voy a poner todo lo mejor de mí. Entonces ya de entrada me cambió la energía respecto al álbum, me cambió el chip, y siento que va a estar mejor y más intenso. Y sí algunos beats que ya tenía grabados quedarán en el olvido, porque tomé la decisión de ir para otro lado.

—¿Líricamente también?

—Líricamente me está costando escribir, porque está todo teñido. Hay como una sensación de ansiedad, paranoia, miedo, el counter de muertos y víctimas... Hay tantas cosas en el aire, tan pesadas, que no quiero que el disco se tiña de todo eso. Estoy levantando barricadas de sonido contra eso.

—Además este disco, sea cual sea el resultado, será el sucesor de Puñal, un álbum de proceso solitario en el que vos hiciste todo, así que también habrá un quiebre respecto a eso ya que vas a implicar a tu banda. Toda la experiencia va a ser muy nueva.

—Sí, viste que Puñal era un disco muy íntimo; me sentía apuñalado por el destino, venía de un desamor muy grande. Es un disco del que casi no tengo fotos de grabación porque no quería ni que nadie viniera a sacarme fotos, nada. Era algo muy interno y personal, y este disco me agarra con otra energía, con otro flasheo. Mismo la Niguiri Session, que es una parada celebrando la formación esta, cómo está sonando. Y la banda va a estar en el álbum, los voy a llamar a todos porque son unas bestias y a nivel humano generamos una conexión muy fuerte. Hay un wifi espacial entre nosotros (se ríe), y eso está bueno.

—Con estas Niguiri Sessions querías registrar lo que pasa con la banda en vivo. ¿Qué es lo que pasa, cómo lo bajás a palabras?

—Hay una energía grosa; funkeamos, la pasamos bien, estamos conectados y no siempre se da eso con las formaciones de una manera tan real y honesta. No hubo regrabaciones, tocamos cada tema tres veces para las cámaras, para que pudieran editar, pero elegimos una sola toma de sonido. Y me pone muy orgulloso sentir que estoy yendo por el camino que algunos no pensaron que iba a hacer en este momento, después de sacar canciones urbanas y eso, de intensificar el sentido musical y empezar a tirar todo en el asador a nivel conceptual. Por eso creo que mi próximo disco va a ser mi mejor trabajo solista; es lo que siento, porque va a ser el disco más duro, más funkero. Se viene un disco re jodido y Niguiri Sessions es la génesis.

—¿Cómo le pega a tu ego, con la trayectoria que ya tenés, esto de volver a empezar de cero?

—El ego es un enemigo del arte también. Digo, hay algo de ego que hay que tener, en el sentido de creerse uno la historia. Pero el ego cuando se convierte en un fuego, te quema vivo a vos mismo. Yo me considero siempre un alumno del sonido, de la música, de los que estuvieron antes y los que están ahora; sigo aprendiendo de los grandes y de los pibes nuevos. Que estoy agradecido de tener una casa y comida sobre la mesa, es real. Estoy agradecido de vivir de lo que hago en un mundo en que te tomás un taxi y el taxista te cuenta que es arquitecto. Hay una realidad muy dura en Lationamérica, entonces me considero afortunado y tengo un amor por el sonido que va más allá de las ventas. El amor por la música es familiar. Obviamente quiero pegarla, pero quiero pegarla con lo que soy; no estoy en búsqueda del play fácil. Si no, haría otra cosa.

—Por eso pudiste hacer un disco tan crudo como Puñal, imagino. ¿Cómo te parás hoy frente a ese disco?

—Es un disco que me gusta mucho. Es como la primera vez que me mostraba tan vulnerable; en la situación rapera, el ego está más potenciado, estás más manija, que ojo, también es parte de la vida. Yo he tenido momentos en los que he vivido con esa manija, me llamaban Nightlife a mí, ¿entendés? (Se ríe) Pero hace tiempo sé qué es lo que me hace bien, y me gusta adentrarme a un nuevo mundo sónico, mandarme en una aventura y hacer un disco diferente. Hace 30 años ya que hago música, entonces mi manera de divertirme es descubrir nuevos planetas sonoros. Pero es un disco que me gusta mucho; todos mis discos solistas me gustan.

—Sos alumno, ¿y qué aprendiste de tu trabajo con Duki y Neo?

—Son pibes muy talentosos y superfrescos. Creo que esta generación de artistas urbanos nuevos no tiene tantos prejuicios artísticos como los artistas del género en otra época, en la que había como unas leyes. Esta generación está más relajada con todo eso, hace lo que se les canta las pelotas y eso me hace sentir identificado, porque yo también soy así. Quiero ser yo, y está bueno ver pibes que están en esa de ser ellos mismos sin importar lo que digan.

—Volviendo a lo de “wifi especial”, en esa conexión, ¿qué lugar ocupa Matías Rada, la pata uruguaya de tu música?

—Mati es uno de los mejores violeros que hay hoy en día, realmente es una bestia, aparte de la amistad y de la energía que tiene. En todos los años que compartimos con Kuryaki, desde que entró a la banda hasta que terminamos, ¡todo lo que había mejorado! Todos los años toca mejor, es de los más funkeros y entiende todo. Es un guitarrista ya criado con esa esencia, y tener a Julieta (Rada, en las Niguiri Sessions) también, siento que son como yo y mi familia. Hace poco, creo que en Mar del Plata, estaba el Negro, vinieron todos, y siento que son como la familia Spinetta, unida por la música, por el amor por la música.

Luis Alberto Spinetta: el padre, el maestro y una conexión única

“Spinetta es de la gente y la gente lo toma como un guía”

“Obviamente lo sigo escuchando, mi viejo es uno de los maestros épicos de la música. Sigo escuchándolo, aprendiendo de él al igual que de otros maestros como Prince, Stevie (Wonder), un montón de artistas que en este momento de la humanidad hay que escuchar más que nunca, porque expanden buena vibra”, dice Dante Spinetta sobre su padre, Luis Alberto, cuando reparo en que en la biblioteca que tiene detrás, al momento de la entrevista vía Zoom, sobresale el disco Artaud.

Por lo fundamental de esa energía, esa “vibra”, es que la familia Spinetta ha trabajado en recuperar y editar algo del material inédito/perdido del Flaco, fallecido en 2012. En esa línea, este año llegaron a plataformas digitales Ya no mires atrás, inédito, y Presentación ARTAUD - 1973 - Teatro Astral (En vivo).

Ya no mires atrás es un discazo que estaba en un pendrive, ¿nos lo íbamos a quedar nosotros para nosotros solos? Es egoísta”, dice Dante a El País. “Spinetta es de la gente y la gente lo toma como lo que es, un guía, un músico que eleva los espíritus. Y lo de Artaud es una magia, porque tenés que ponerte en el contexto. Ahí se ven esas batallas que tiene con un fan que lo putea, porque el tipo fue a ver rocanrol, fue a ver Pescado Rabioso, y mi viejo salió con una acústica, y dice: ‘Voy a tocar un tema nuevo’, ¡y es ‘Bajan’! Es mortal; había un par que no estaban conectados con el momento, estaban perdiéndose la magia de mi viejo con las canciones al desnudo, abriéndolas y tocando por primera vez sus clásicos más importantes”, opina.

“Creo que escucharlas así es escuchar cómo las hizo. 23 años tenía ahí. La puta madre, qué groso. Creo que si el que putea ahí hoy escucha, se quiere matar. ¡No conectó!”, sigue Dante. “Es como en el amor. Algunas veces hay personas que no están preparadas para recibir tanto amor, y creo que hubo momentos en que mi viejo tenía tanta música que mucha gente no la podía recibir, porque era demasiado. De a poco va filtrando, se rompen los diques y el río fluye”.

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