La propia discoteca
Un canon musical personal. Hoy "Fun" de Daniel Johnston
Daniel Johnston es uno de los personajes más peculiares de la música popular estadounidense. Dueño de un talento compositivo que, no es una exageración, podría estar a la altura de un Brian Wilson (un compositor con el que comparte más de una característica) sino fuera por cierta oscuridad, una incómoda impronta naif y una inconsistencia en su carrera debido a sus problemas de saluda; Johnson ha sido diagnósticado con esquizofrenia y desorden bipolar y ha pasado temporadas en siquiátricos.
Lo más cerca que ha estado de un producto accesible es Fun, su disco de 1994 producido por Paul Leary, integrante de los Butthole Surfers. Antes de eso, la música de Johnston se había difundido de forma marginal en cassettes caseros que, milagrosamente, llegaron a gente importante: Kurt Cobain, el malogrado líder de Nirvana, lució una camiseta con la tapa de uno de sus discos.
En Fun, Johnston —quien tocó en La Trastienda montevideana el 23 de abril de 2013— consiguió mostrar en un formato de arreglos cuidados que no se desprende de la austera crudeza que es su sello. El disco se abre con la rockera “Love Wheel” (que parece de Rocky Erickson, otro único en su clase) pero también tiene la desvalidez al piano de “Crazy Love”, el infantilismo de “Happy Time” o los arreglos de cuerda que acompañan esa confesión en formato temazo que es “Life in Vain”. Buenísimo.