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Crónica: ¿por qué el show que dio Rada en el Auditorio fue más que una lección musical?

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Ruben Rada repasó las canciones de El Kinto, Totem y Opa en el Teatro Solís. Foto: Marcelo Bonjour.

AHÍ ESTUVE

Con entradas agotadas, Ruben Rada y su banda completa hicieron el espectáculo "Parte de la historia" en el Sodre, que dejó algunas reflexiones

Ruben Rada pide aplausos a cada rato. Habla de Eduardo Mateo, cuenta anécdotas que ha contado cientos de veces, y pide un aplauso para su amigo. Habla de Chichito Cabral, de Walter Cambón, de Urbano Moraes, de los Fattoruso, de Eduardo Useta, y pide aplausos. Nombra a Leo Maslíah que está entre el público, y quiere que todos lo ovacionen. Deja que todos los músicos de su banda se luzcan con una cantidad de solos, y para todos pide una respuesta efusiva, de silbidos y gritos de locura. Él es parte de todos sus relatos, pero siempre parece estar en un rol secundario. Él es el motor de esa banda y a él lo fuimos a ver las casi 2.000 personas que agotamos entradas en el Auditorio de Sodre, pero se corre de ese lugar para que el protagonista sea otro. Incluso, cuando habla de sí mismo, se refiere al “Negrito”, como si no tuviera plena consciencia de que es Ruben Rada.

Este espectáculo, que ya había tenido una función sold out en el Teatro Solís, y que luego hizo en Buenos Aires, en el Teatro Ópera, era una deuda y por suerte se saldó. Parte de la historia, con una banda a la altura de Rada que incluye a sus tres hijos Matías, Lucila y Julieta, abarca con su repertorio a El Kinto, Totem, Opa y un recorrido solista que va del rock a la plena.

Antes de esta función en el Auditorio Adela Reta, Rada le dijo a Rodrigo Guerra, periodista de esta sección, que él hace “música del mundo” y es difícil que la gente lo entienda. Más bien es la música del mundo y hay, aunque lo pierda de vista, una cantidad de gente de lo más diversa que lo comprende y celebra.

El martes, bajo el mismo techo, están una señora que tiene más de 70 años, camperón de lluvia y bastón en mano, y que está sola en un palco de la galería baja, sonriendo y aplaudiendo. Un padre cincuentón que le muestra a su hijo adolescente, en el celular, qué es Biafra. Una cantante brasileña que hace rato vive acá. El frontman de una banda stoner. El exbajista de una banda hardcore. Una periodista de moda. Personajes de redes sociales, músicos y músicas, tanto grupo de jóvenes como de gente mayor de clase media. Y así se puede seguir.

El espectro es tan diverso como la música de Rada, que a todos ellos les ofrece, entre memorias y apuntes pasados, un recital monumental de más de dos horas y media, que un poco le pasa factura a sus 76 años, más que por la duración, por la exigencia. Sin embargo, aunque bromea con que “esto es un disparate” y con que no se puede hacer nunca más, responde con interpretaciones contundentes (la de “Mejor me voy” es una de esas) e incluso con unos cuantos pasos de baile.

Parte de la historia es una lección de historia de la música uruguaya toda, porque abarca lo fundacional del rock uruguayo y la aparición del candombe beat (El Kinto), un cancionero con fuerte contenido social (Totem), la virtuosa fusión jazzera (Opa), el candombe y la música africana, y unos éxitos pop que fueron omnipresentes y bebieron mucho de lo latino (de “Muriendo de plena” y “Cha cha muchacha” a “No me queda más tiempo”). Y abarca en tiempo real a los Beatles, Santana y la psicodelia: Rada y sus amigos fueron la vanguardia del sur en el momento en que el mundo cambiaba en el norte. Y a todo ese legado que ya dejó, Rada también le suma la descendencia: sus hijos tienen talento propio con que sostener sus carreras artísticas.

Si algo falta para terminar de valorar la experiencia del martes, hay que agregar una celebración de la negritud, puesta en la presencia arriba y abajo del escenario, y en canciones como “Biafra” y “Negro”. Y en esta postal: la del percusionista Lobo Nuñez, apoyado en su tambor, la mirada perdida y cantando bajito los versos mántricos de “Sudáfrica, canción antigua”, en un viaje personal.

Al son de más tambores y de la voz de Rada cantando eso de “que negros y blancos canten de una vez, la canción deseada de la sensatez”, ese instante es, también, parte de la historia: de la historia del mundo que, de una u otra manera, Rada ha reunido en su música. Porque hace música del mundo y porque es, él, la música del mundo.

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