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Crónica: Gilberto Gil ofreció una velada íntima en el Auditorio Nacional del Sodre

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Gilberto Gil en el Sodre. Foto: Marcelo Bonjour.

MÚSICA

El jueves 2 de mayo, el músico brasileño repasó su trayectoria con un emocionante recital a guitarra y voz 

"No lo puedo creer, me estoy pellizcando. Tenemos que estar en el presente porque esto es muy fuerte”, dijo Rossana Taddei al principio de su set de canciones con las que abrió el recital del jueves de Gilberto Gil en el Auditorio Nacional del Sodre. Mientras la cantante interpretaba, con su guitarra roja y al costado del escenario, canciones de su último disco, Cuerpo eléctrico, acompañada de Gustavo Etchenique en cajón peruano, en el ambiente reinaba la emoción por escuchar a uno de uno de los músicos más importantes de Brasil, que volvió a Montevideo para presentarse a guitarra y voz.

Cuando Gil, que está a punto de cumplir 78 años y con una trayectoria de más de 60 discos, caminó hacia el centro del escenario, fue recibido por la ovación del público montevideano. Vestido con una camisa gris —con varias estampas de escudos—, pantalón negro y unas alpargatas azules, el brasileño tomó asiento y, tras regalarle una sonrisa al auditorio, empezó con los primeros acordes de “Soy loco por ti, América”. Moviéndose por todo el puente de su guitarra, iba lanzando numerosos arpegios y acordes que construyeron la canción de siete minutos. Si bien su voz ya no tiene la misma fuerza, ofreció una gran interpretación vocal. Empezó con una voz casi susurrada con la que le añadía cierta teatralidad a la letra levantando las cejas, moviendo la cabeza y acercándose y alejándose del micrófono cada vez que quería resaltar una frase.

Con su interpretación de “Ok ok ok”, un manifiesto sobre su posición política actual, dejó en claro que no le interesa opinar sobre la actualidad; como dijo en entrevista con El País, ahora el foco está puesto en su vejez. Esta posición se comprobó sobre el final cuando, en un espacio entre canciones, alguien del público gritó: “Lula libre”. Varios se sumaron al grito, pero Gil —que fue ministro de Cultura en el primer gobierno de Lula Da Silva y que el año pasado participó del festival “Lula Livre”— prefirió responder: “Quizás, vamos a ver”, y empezó a tocar “Toda menina Bahiana”, uno de sus mayores éxitos.

Generando un sentimiento de intimidad basada en su voz y en el gran manejo de la guitarra, las primeras canciones de las noche llegaron acompañadas de un clima sereno, con la voz de Gil un poco cansada pero transmitiendo una especie de sabiduría. Fue a partir de la tríada de “Esóterico”, “Three Little Birds” (de Bob Marley) y “O rouxinol / Nightingale” —con una alegre mezcla entre portugués e inglés— que un ambiente de fiesta empezó a adueñarse del lugar. Con apenas un gesto, el músico invitaba al público a corear las canciones. Parece que la respuesta del público animó a Gil, porque a partir de ese momento la energía de voz no paró de crecer, confirmando el talento que lo puso en lo alto de la música brasileña.

Como prometió al principio del recital, el músico hizo un recorrido por toda su carrera: desde “Domingo no parque” (uno de las grandes canciones del movimiento de la Tropicália) hasta la hermosa “Afogamento” (de su último disco), pasando por los éxitos “Expreso 2222” y “Chiclete con banana”. A su vez, le dio espacio a clásicos de la música brasileña, donde interpretó varias sambas que se metieron entre lo mejor de la noche: “Tin Tin por Tin Tin” (de João Gilberto), “Upa neguinho” (de Edú Lobo), “Ilê Ayê” (en homenaje a la cultura negra).

Sin dudas, el momento más emotivo llegó con “Não tenho medo da morte”. El auditorio quedó en silencio, atento a cada palabra de Gil. Dejando resonar la sexta cuerda de su guitarra y marcando una percusión con sus dos manos sobre el cuerpo de su instrumento, se puso serio. “No tengo miedo de la muerte, pero sí tengo miedo de morir”, empezó con una voz profunda. Mientras la luz cenital iluminaba el rostro de Gil —cuya mirada estuvo más expresiva que nunca—, sus manos marcaban el pulso como si se tratara del reloj que marca la cuenta regresiva para el final de la vida. “La muerte ya es después / Ya no habrá nadie / Como yo ahora/ Pensando sobre el más allá”, cantaba mientras le ponía un nudo en la garganta a este cronista. Mientras Gil pronunciaba estas palabras, un bebé empezó a llorar en la sala.

Luego de hablar de que la muerte es algo que es tan natural como “comer y caminar”, la percusión se detuvo y la sexta cuerda de la guitarra del músico quedó resonando. La ovación fue enorme y alguien gritó: “Vocé é magia”. Con una sonrisa, Gil respondió: “La música es magia”.

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