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Crítica: Sir Simon Rattle estuvo a cargo de un concierto de excepcional jerarquía

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Simon Rattle dirigiendo la Orquesta Sinfónica de Londres. Foto Getty Images.

MÚSICA

Crítica del concierto de la London Symphony Orchestra, realizado el 20 de mayo en el Auditorio del Sodre

Va a ser difícil que este año pueda haber un concierto de excepcional jerarquía como el que ofreció el Centro Cultural de Música, al presentar por primera vez en Uruguay a la London Symphony Orchestra, conducida por el carismático maestro Sir Simon Rattle.

Se inició la velada con la u201cSinfonía da Requiemu201d de Benjamin Britten. Es importante destacar que este compositor británico participó en los festejos del 25º aniversario del Centro Cultural de Música brindando un recital de cámara con el tenor Peter Pears, que se llevó a cabo en el Teatro Solís el 22 de octubre de 1967. En dicho concierto, Britten estrenó en primera audición para Uruguay sus lieder inspirados en poemas de Pushkin, titulados "The Poetu2019s Echo op.76u201d.

La Sinfonía da Requiem es considerada una de las obras sinfónicas de mayor envergadura del siglo XX. Fue dedicada a la memoria de sus padres e inspirada en las desgracias que sufrió Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial, en el verano de 1940. La obra había sido encargada por el gobierno japonés para celebrar los 2600 años de la fundación dinástica del Mikado, pero fue rechazada por sus referencias a la liturgia romana. Debido a estas desavenencias, su estreno se produjo en Estados Unidos en 1941 en el Carnegie Hall de Nueva York, siendo la orquesta dirigida por Sir John Barbirolli, quien actuara en Montevideo al frente de la Orquesta Filarmónica de Londres, en agosto de 1963 en el Estudio Auditorio del Sodre.

La versión que Rattle brindó de la Sinfonía da Requiem fue insuperable, llena de matices y potencialidad sonora, destacando el lirismo y dramatismo que encierra esta profunda página sinfónica.

En la segunda parte se escuchó la hermosísima y monumental Sinfonía nº 5 de Mahler, en donde el maestro británico se destacó aun más como el intérprete refinado que es Rattle demostró que su reconocida fama no es en vano; él ante todo es un músico con mayúscula, que pone siempre su alma al servicio de la música. La claridad de su batuta es admirable, jamás realiza gestos superfluos ni busca el efectismo visual; concentra con su mirada expresiva y gesto sobrio su intención interpretativa. Con su batuta dibuja los diferentes tiempos con excepcional maestría, trasmitiendo a los músicos su fervor estético. Sus pianísimos o sus fortísimos son siempre sobrios y elegantes, sin esas gesticulaciones exageradas que ostentan algunos directores.

El célebre u201cAdagiettou201d fue la versión más inolvidable que hayamos escuchado en Uruguay; se pudo apreciar a muchos espectadores sensibilizados al punto de derramar lágrimas. No podemos dejar de elogiar la brillante actuación del primer arpista Bryn Lewis en este movimiento.

Ante las prolongadas y justas ovaciones del público, Rattle ofreció como bis los dos últimos movimientos de la suite El pájaro de fuego de Stravinsky, llegando a lo más íntimo del corazón de los asistentes. En definitiva, fue un concierto irrepetible y difícil de olvidar.

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