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Crecer con el cariño de la gente

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Soledad Pastorutti. Foto: Difusión.
Soledad Pastorutti.
Foto: Nora Lezano.

El 18 de julio la argentina se presenta en el Auditorio celebrando 20 años de trayectoria.

En persona, Soledad Pastorutti es más menuda e igual de simpática de lo que uno imagina. En una mañana invernal, estuvo en la redacción de El País para hablar de su carrera, de cómo es vivir en un pueblo chico, y del show con el que celebrará 20 años de carrera, el 18 de julio en el Auditorio Adela Reta.

—Tenés un tremendo vínculo con Uruguay. Venís seguido, te premian en festivales. ¿Cuándo llegaste por primera vez?

—A fines de 1997 a presentar mi segundo disco, La Sole, el que tenía "Que nadie sepa mi sufrir". Para mi siguiente disco se hizo acá un concurso en las radios, donde la gente votaba canciones uruguayas para que yo cante. De ahí grabé "Pal que se va" y "A mi gente" que le dio, además, nombre a mi tercer disco. Hicimos una gira por todo el interior, que no se estilaba hacer algo así.

—Tampoco se estila mucho hoy. Básicamente se viene a festivales.

—Festivales hemos hecho siempre, pero esa vez hicimos una gira por un montón de estadios. Era una locura.

—¿Cómo vivías todo eso?

—No lo podíamos creer. Imaginate que ya para mí ir a Buenos Aires era impresionante, así que cruzar para acá era muy fuerte. Con los años uno se da cuenta que tenemos muchas cosas en común y la gente acá es súper respetuosa, muy fiel y muy abierta. Se ponen muy contentos cuando los visito.

—Vivís en Arequito, tu pueblo.

—Cuando nació mi primer hija —tengo dos nenas—, me volví al pueblo. Viví dos años en Buenos Aires, pero ya no necesito estar ahí porque mis giras son básicamente por el interior.

—¿Y cómo es Arequito?

—Tiene 6.000 habitantes, es el centro sojero del país y se supone que fue donde se plantó por primera vez soja en Argentina. Es un pueblo de la Pampa húmeda, que tiene como características la humedad y la soja. Se vive del campo y hay muchas fábricas de implementos agrícolas. Históricamente era una posta, la de Braulio Areco y como era petiso salió el Arequito.

—Y tenés una buena vida ahí.

—Sí. Yo tengo un monolito en mi pueblo, lo que es algo muy loco porque tengo 35 años, vivo allí y pasó por la plaza y ahí estoy. La gente no ha cambiado con respecto a mí. Siempre estuve y ahora mis hijas se crían ahí. Voy a la verdulería y hago la vida como cualquier ama de casa. Y después me voy a Buenos Aires y me convierto en estrella, me maquillan y me peinan. Allá ando de jogging.

—No pudiste estar en el homenaje a Alfredo Zitarrosa...

—Sí, fue una pena. Es que se postergó un día y teníamos un compromiso que no pudimos cambiar.

—¿Te gusta la música uruguaya?

—Cuando era chica, todo era lo mismo para mí: escuchaba Guarany, Zitarrosa, Los Olimareños, Chabuca Granda. Mi viejo escuchaba todo el tiempo Zitarrosa y de grande descubrí a Jaime (Roos), y ahora escucho a Tabaré Cardozo, al Canario Luna. Pero Zitarrosa es un tipo que no tiene tiempos; un adelantado.

—Ya tenés 20 años de carrera. El lugar común es "cómo pasó el tiempo".

—En mi caso cuando arranqué no estaba armada profesionalmente, fue todo de repente. Fui a probar suerte a Cosquín siendo una niña y me fue tan bien que al otro día ya estaba grabando un disco para Sony Music, tenía un representante y salía en la tapa de los diarios. Y sin estar preparada. Todos se acuerdan que me vestía como un gaucho, pero era la bombacha que se usaba en aquel momento, más toda la ropa que me iban regalando. Salía en todas las notas igual porque no tenía otra ropa. Todo se fue haciendo.

—¿Cuándo empezó a armarse todo?

—Después del tercer disco que fue un cambio resistido. Tiene que ver con una edad muy difícil. Empecé a los 15 y parecía una niña, lo que me benefició, pero empezar a maquillarse, pensar qué te queda mejor, era incompatible con el folclore.

—Antes no era así.

—Todo era más marcado. Si hacías folclore no podías hacer otra cosa, e incluso dentro del folclore, yo, por ejemplo que era del litoral, no estaba bien visto que cantara una chacarera. Y justo empiezo a revolear el poncho con una chacarera. Era chica e inconsciente y no me daba cuenta de mi caradurez.

—Capaz que el folclore estaba necesitando eso.

—Si ocurrió era porque tenía que ocurrir. En la década de 1990, hubo todo un movimiento que encabecé yo pero donde estaban Peteco Carabajal y Los Nocheros, los verdaderos revolucionarios del folclore: usaban aritos, se pintaban el pelo, se ponían unas bombachas raras; las mujeres deliraban pero para los gauchos estaba bravo. Pero todo tiene que convivir. No puede dejar de existir lo más purista porque de esa fuente nos nutrimos todos, pero hay que dejar la libertad que ofrece la música.

—Vos en un momento necesitaste expandirte más allá.

—En esas búsquedas que aún sostengo, también está la de uno mismo como persona y como artista. Nada de lo que hace uno está del todo bien o del todo mal. He sido sincera con lo que hago y genuina. Es la única virtud que me perdura en los años.

—En ese sentido, Vivir es hoy, tu último disco, ¿qué necesidad te cubre?

—Lo empecé con tres clásicos del folclore ("Cuando me abandone mi alma", "Cielo de mantilla" y "Malpaso") y después fuimos agregando cosas de un autor de Córdoba que trabaja conmigo y que tiene cosas que me gustan mucho. Y arranca "Vivir es hoy" que es un tema que escribí hace tiempo y lo tocamos en vivo pero nunca lo había grabado. Soy de poco animarme a hacer mis propias canciones porque vengo de un género con canciones de mucho peso. Y ahí se me ocurrió invitar a Carlos Santana y quedó un disco que me enorgullece mucho. Mi mejor disco todavía no salió. Capaz que nunca lo logre.

—Esa es una exigencia tuya, la gente te ha demostrado que tenés buenos discos.

—Lo sé pero soy de terror. Un disco es como una foto y en ese momento decís: "qué linda que estaba, pero es ese momento". Y uno siempre puede mejorar.

—Estás en muchas cosas. ¿Cómo trabajás tanto?

—Es mi forma de vida, no puedo hacerlo de otra manera. Cuanto más movimiento, mejor me manejo. Si estoy muy quieta soy un peligro. Me vienen ganas de remoldelar mi casa, cosas como esa.

—Tu familia debe querer que estés en movimiento siempre, entonces.

—Totalmente. Mi marido dice: "Dale trabajo porque si no quiere tirar abajo una pared". Soy una persona muy inquieta, lo que es positivo y no tanto porque de la ansiedad a veces metés la pata.

—¿Te arrepentís de decisiones que has tomado en tu carrera?

—Sí. Puntualmente no me acuerdo de ninguna pero hay muchas cosas que haría de otra manera. Pero, eso sí, nunca mentí porque mantener una cosa que no sos es muy complicado.

—Fuiste jurado en un concurso de talentos en la televisión. Eso es una confirmación de que sos un referente. ¿Cómo te sentiste con eso?

—Fue un halago y que estuviera Marley en la conducción me daba la certeza de que iba a ser serio, para toda la familia, y que no se iba a maltratar a nadie. Esa parte a mí me interesa mucho. Y por otro lado, yo puedo ser muy sincera con quien tengo enfrente, pero siempre el arte es muy subjetivo. Uno puede decir que alguien desafina, cosas obvias, pero nada más que eso.

—Estás lidiando, además, con la ilusión de la gente.

—Yo pasé por esa situación. Era chica, y los "no" los recibía de mi viejo, pero no estaría hoy acá si le hubiera hecho caso a un montón de gente. La decisión de ser o no artista es del propio artista, no de lo que dice el público o la prensa. Si cualquier cosa que encaremos va a depender de la opinion del resto, siempre va a ser una duda constante porque todos opinan diferente. Lo importante es cómo vos lo encarás y a mí eso me costó mucho tiempo entenderlo.

—¿Seguís revoleando el poncho?

—Sí, pero mucho menos. Es un sello. No reniego de eso y lo bueno sería que fuera espontáneo, pero es parte del show. Tampoco puedo negarlo. Soy una artista popular y en gran parte el show que hago es escuchando a la gente que me va a ver.

—¿Y lo vas a revolear en el Auditorio?

—Y sí. En algún momento, lo voy hacer.

Un Auditorio con 20 años de éxitos

"Vamos a presentar parte de Vivir es hoy en un show con mucha interacción con videos con imágenes de archivo, una charla con una niña interior que me habla, que la hace mi hija", dice Soledad, dando algunas pistas sobre su recital 20 años que la traerá a la sala mayor del Auditorio Adela Reta. Será el 18 de julio a las 21:00, con entradas que van de 1.360 a 2.560 pesos; están a la venta en el Auditorio y en el sistema Tickantel.

La gira 20 años es además un repaso a una carrera plagada de éxitos, que en Uruguay ya ha sido reconocida no sólo por el público sino también con un Charrúa de Oro, el principal premio del festival folclórico de Durazno.

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Soledad Pastorutti. Foto: Difusión.

SOLEDADFERNÁN CISNERO

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