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El corazón rockero de un veterano que tiene mucho por dar

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"Las canciones de Crosseyed Heart" parecen sacadas de una antología del rock. Foto. Reuters
Musician Keith Richards attends a news conference to promote the film "Under The Influence" at TIFF the Toronto International Film Festival in Toronto, September 17, 2015. REUTERS/Fred Thornhill
FRED THORNHILL/REUTERS

Keith Richards anduvo quejándose del rap, el hip, hop y el metal este último tiempo. Algunos pensarán que dice disparates sólo por veterano quisquilloso (que el rap es para gente "sin oído", que el hip hop son gritos), pero es que el rock clásico le gusta demasiado y le sale demasiado bien como para andar gustando de otros estilos.

Después de 23 años de silencio solista, el guitarrista de los Rolling Stones salió al mercado con Crosseyed Heart, un disco que grita a los cuatro vientos que el rock no morirá jamás. O al menos no mientras Richards esté vivo, y ojalá que eso sea por un largo, largo tiempo.

Richards, como el vino, se va poniendo mejor a medida que pasa el tiempo. Su cara se va arrugando volviéndolo un viejo simpaticón, y sus canciones van convirtiéndose en obras de arte en sí mismas. Talk is cheap y Main offender, los dos álbumes en solitario que había editado hasta ahora, dejaban gusto a poco. Claro, compararlos con el catálogo de los Rolling Stones se hacía inevitable, ¿y qué o quién puede salir ileso de ese paralelismo? Crosseyed Heart puede. Lo hace, y de hecho salva la prueba con buena nota.

Sin lo fastuoso de los Rolling Stones el disco tiene un equilibrio perfecto de melodía y letra, como una superficie vieja que aunque se limpie nunca perderá una suciedad que está incorporada, pero que le da un toque especial y extrañamente encantador.

Entre las 15 canciones de Crosseyed Heart, ninguna destaca por su originalidad o por su frescura. Todo lo contrario; son piezas tradicionales, que parecen sacadas de alguna antología de clásicos del rock americano. Es interesante, porque desde ese lugar el músico logra sorprender.

Desde el principio, con ese blues dulce a base de guitarra que es "Crosseyed Heart", hasta el final, con la balada "Lovers Plea" en la que Richards parece jugar a ser crooner (el crooner más desprolijo de todos, seguramente), el británico anda recorriendo pasados lejanos pero mejores. Menos exigidos de explosiones, estruendos y mezclas innecesarias.

Los temas de Crosseyed heart, atravesados por el amor como tema central, destacan por ser puros y a prueba del paso del tiempo. Por no tener nada que les sobre y por traspasar una gama amplia de sensaciones, desde la emoción más profunda con versiones despojadas y protagonizadas sólo por una guitarra, o por otras más recargadas y parecidas al estilo Stone, como "Trouble".

Son buenas canciones, algunas más que otras ("Suspicious", por ejemplo; una preciosura), cantadas por un hombre cuyo fuerte no es la voz —aunque en eso ha mejorado mucho— sino su visceralidad. Aunque los años hayan pasado, la fortuna crecido y las giras agotado, Richards sigue siendo un hombre inquieto que necesita hacer música para vivir. Eso, cuando hace sus propios temas, cuando se adueña del rol protagónico, le da una dimensión enorme.

Richards en dos meses cumplirá 72 años y carga con kilómetros de tours, miles de escenarios caminados, con infinidad de personas que quieren ser como él y con el peso nada menor de ser Keith Richards, un Rolling Stone. De todos esos lugares sale Crosseyed Heart, posiblemente uno de los discos del año, un disco necesario para no olvidarnos dónde comenzó todo.

CROSSEYED HEART

Artista: Keith Richards. Sello: Republic Records (Universal Music Group). Músicos: Waddy Wachtel, Ivan Neville, Steve Jordan, Bernard Fowler, Sarah Dash. Invitada: Norah Jones.

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