Crítica

La banda española Vetusta Morla presentó su último disco en La Trastienda

Belén Fourment

Con un disco que los reinventó y les generó nuevas ilusiones, y con una gira avanzada que los tiene bien entrenados, los integrantes de Vetusta Morla volvieron a Uruguay con un show que tuvo impronta de primera vez, ante una Trastienda a medio llenar pero con un calor que era similar al de las entradas agotadas. Allí, en ese contexto, no hubo nada fuera de lugar: la banda española dio una lección de profesionalismo, pero sobre todo de entrega, y el show fue la expresión perfecta de cómo la música sirve para sacudir todas las emociones pero, sobre todo, como conducto catártico.

Porque este disco trabaja con más definición los climas, a partir de varios teclados y sintetizadores que por varios momentos funcionan como sostén de las dos guitarras y del singular timbre de voz de Pucho Martí, que es uno de los grandes diferenciales de Vetusta Morla. Entonces a partir de eso, y de una batería que todo el tiempo es reforzada por un set de percusión basado en dos toms, platillos y panderetas, se reconstruyó el resto de un repertorio que pasó por lo mejor de los tres discos anteriores.

Así, con el humo que envolvió a la banda funcionando como niebla, y con un diseño de luces muy bello, la intensidad fue la clave de un show en el que sobre todo Martí, hizo de cada tema una catarsis que acompañó con el movimiento de todo su cuerpo.

Esa entrega se trasladó a un público que disfrutó a pleno de una banda que está en su mejor forma, y que parece ir por más.