Ahí estuve
El viernes pasado se realizó una nueva edición del festival Días Nórdicos
En la azotea del Centro Cultural de España, un centenar de personas bailó a pesar del frío, entre las plantas que le dan vida a un espacio de vista privilegiada, y mientras eso pasaba, no pude dejar de pensar en lo extraño que era estar de campera un 7 de diciembre en Montevideo, moviéndose al compás de la música que hace una chica de Islas Feroe. Ese archipiélago que está a más de 11.000 kilómetros de distancia de este pequeño país, al que la mayoría conocimos por la publicidad de una tarjeta de crédito, estuvo representado a través de la solista Hulda, en la programación de un nuevo festival Días Nórdicos.
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El evento cultural que nació hace ocho años en España, y que desde entonces se ha expandido a varios puntos de América Latina y a Dinamarca, recaló la semana pasada en Montevideo, una vez más, y cerró la edición con una jornada musical de la que participaron cinco propuestas superinteresantes. Y hubo alrededor de 100 curiosos que se arrimaron para ver, por ejemplo, qué hay de novedoso en el pop finlandés, o cómo suena un trío experimental de Islas Åland, y que desmitificaron de primera mano eso de que acá-nunca-pasa-nada.
Apenas pasada la puesta de sol, Wangel, el proyecto del danés Peter Wangel, rompió el hielo con un set de canciones a guitarra y voz. Con una voz gravísima que parece venir de ultratumba, y un decir a lo Johnny Cash, que es entre cantado y recitado, Wangel ofreció unas canciones poderosas, profundas, que fueron el aperitivo despojado para lo que vendría después, mucho más electrónico.
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Con The Hearing y Hulda se completó el bloque de solistas, y la tendencia a lo bailable fue en ascenso. Mientras que la finlandesa desplegó su dulzura sobre secuencias y programaciones, y sorprendió con una canción en un muy buen español, su colega de Islas Feroe hizo un planteo más agresivo, con una intención más rockera, que terminó de convencer al público a que se animara a bailar.
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El trío Birdpeople de Islas Åland fue lo más novedoso de la noche: entre guitarra, batería, sintetizadores y voces, armaron un viaje tan psicodélico como del post punk, pero con ribetes indies más cercanos al sonido de Franz Ferdinand o Interpol. Y fue el antecesor perfecto para el cierre a pura electrónica groenlandesa de la mano de Da Bartali Crew, que convocó al rapero local Santi Mostaffá en un crossover completo entre lo nórdico y lo uruguayo. Porque al final, buena música se hace en todos lados, sólo falta tender puentes y salir a buscar lo que está pasando.
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