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Carlos Vives, el hijo de la cumbia que lleva en alto la antorcha del folclore colombiano

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Carlos Vives. Foto: Difusión

ENTREVISTA

El cantante colombiano Carlos Vives habla de "Cumbiana", su nuevo disco, en el que colaboró con Ruben Blades, Alejandro Sanz y más artistas

Carlos Vives habla de su nuevo disco con una pasión y un entusiasmo que contagia. Con la estufa prendida de fondo y la sonrisa en la cara, lleva esta jornada de entrevistas como si fueran una lección de Historia: habla de los pueblos anfibios, del río Magdalena y todos los otros ríos que están ahí cerca, de los instrumentos indígenas y de un sinfín de ritmos. Todas esas partes, toda esa información, está presente en Cumbiana, su 16° álbum, con el que busca modernizar una vez más el folclore de su tierra, como ha hecho desde sus inicios, a través de la construcción de un mundo nuevo al que son invitados de Alejandro Sanz a Ruben Blades, entre otros.

“Es un disco que tiene buena energía, toda la gente que participó en el álbum le dejó esa buena energía”, dice, radiante, antes de empezar con otra “clase” para periodistas.

—La cumbia estuvo presente en toda tu carrera. ¿Por qué hacer ahora un disco tan reivindicativo del género?

—Hace 27 años empecé a encontrar un camino que sentía más auténtico para mí; encontrar el rock de mi pueblo, buscar la modernidad de la música con lo que se estilaba en ese entonces, el formato de banda de rock o pop. Con eso, quise encontrar un sonido a partir de un acervo que tenemos de percusiones y músicas, de un cruce de caminos y ritmos, y es lo que hemos venido haciendo. Todo venimos usándolo hace mucho tiempo, pero este disco crece un poquito en ese mundo, sin perder lo orgánico. Y en todos estos años descubrí que la cumbia es como la mamá de toda esta música. En todo este recorrido aprendí eso, que la cumbia es la madre, que tuvo muchos hijos; que es un cruce de caminos entre América, Europa, África. Cumbiana es eso, saber que la cumbia es al Magdalena lo que el blues al Mississippi. Las culturas anfibias dejaron sus percusiones, sus cañas en la música de nuestra gente, en los rostros del pueblo cumbiero. La revolución del sonido de las grabaciones de los discos se lleva esas canciones en las orquestas de la industria colombiana que reparten la cumbia por el mundo. Pero nacen en este epicentro que conforman el río grande de la Magdalena, el río Cauca, el río Sinú, el río San Jorge, y las ciénagas. Y ahí estaba el país; sobre el agua vivían las naciones. Cumbiana es como agradecerles todo eso, devolverle a esos pueblos ancestrales algo que es de ellos, la alegría.

—¿Todo ese aprendizaje es por ósmosis, lo fuiste juntando en el camino, o sos un nerd de ir y estudiar la historia y el origen?

—(Se ríe) ¡Ósmosis, me encantó! No, por supuesto que la música empieza a mostrarte cosas, y tu quieres entender. Cuando estuve en Mompox viviendo -una isla muy importante en la época de la colonia, cuna de la cumbia y de ahí viene Totó La Momposina-, viví allí un tiempo; pude leer, oír y hablar con la comunidad, viajar por el río, conociendo poblaciones de donde por ejemplo traje canciones, como “El caballito”. Digamos que de todo este camino he recogido cosas, pero también empieza uno a buscar a aquella gente que ya lo escribió. Porque además somos un país diverso, nuestra música es fiel a la sangre, al cruce, a los territorios, a todo. Me gusta hablar de esto porque a veces veo que vamos trabajando más por lo que nos aparta que por lo que nos une. Y la música nos enseña todas estas cosas que unen.

—En la serie A Tiny Audience, Sebastián Yatra dice que para él, vos sos el embajador de la cultura colombiana. Y es cierto que las imágenes y las palabras supercolombianas están en todos tus clásicos, y en este disco sobre todo, muy presentes.

—¿Sebastián dijo eso? Qué bonito. Sí, hoy las nuevas generaciones son del mundo, pero valoro mucho que hayan conocido o valoren más la riqueza que tienen en este, que es uno de sus países de origen, donde pueden nutrirse y beber de la fuente de todo lo que tenemos, para hacer nuevas canciones con todos esos sonidos modernos. Cuando uno trabaja con patrones percutivos tan fuertes como los de la cumbia, el vallenato, los porros que fueron la unión del jazz con la cumbia; los chandés, la chalupa; todo lo que hemos venido usando en estos años para hacer canciones y competir y que no sean solo la copia de la copia de la copia... Esas nuevas generaciones son las que se han acercado a mí; no sé si saben toda esta historia que uno ha conocido a lo largo de los años, pero sí saben que hay una conexión profunda, que les gusta mucho, entonces me invitan, formo parte, yo les pongo unos vallenatos, que se sienta, y esa nueva generación se lo está pillando.

—Y está bueno llevar esa antorcha.

—(Se ríe) ¡Yo feliz! Es que escogí un camino, el de la música, que hace 27 años me decían: “Eso no, eso muy pobre, no sé qué”. Y eso lo que me abrió fue un universo... ¡El mundo! Porque al final, eso somos; nuestra América es eso. Un músico colombiano puede tocar en cualquier parte porque no solamente toca lo colombiano: tu le pones a tocar ranchera, toca ranchera; tu le pones a tocar tango, toca tango. En Colombia, la música es un cruce de caminos muy loco, entonces es una fuente inagotable. Y cada vez, cosas que encontré por me las voy encontrando en la vida y diciendo: esto es más de lo que yo pensé, ¡la historia es más fantástica de lo que yo pensé!

montevideo

Un encuentro con Ruben Rada

“Desde que empecé a vivir la calle y a encontrar discos del rock sudamericano, Ruben Rada es muy especial para mí”, dice Carlos Vives en charla con El País. Conoció a Rada en 2017, cuando vino a tocar al Teatro de Verano, “y fue un momento espectacular”.

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