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"Canción animal": 30 años del disco de Soda Stereo que se convertiría en un clásico

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Soda Stereo en 1990, cuando se grabó "Canción animal". Foto: Difusión.

HISTORIA DE UN DISCO

El viernes se cumplieron 30 años de la salida de "Canción animal", el disco que incluía los clásicos "De música ligera" y "Entre caníbales", y que puso a Soda Stereo en lo más alto del rock latino.

La portada de Canción animal, el disco de Soda Stereo que ayer cumplió 30 años, esconde varias claves para entender la situación anímica del trío argentino a comienzos de la década de los noventa. Según definió el periodista Juan Morris en 2015 en la revista Rolling Stone Argentina, la veleta ubicada en la izquierda superior de ese fondo naranja representa a Charly Alberti, “el más joven y perdido del grupo”; el tensegrid de madera resume “el equilibrio” que Zeta Bosio le aportaba al trío; mientras que esos leones copulando -que siempre se roban las miradas- representan la relación entre Gustavo Cerati y su pareja de ese momento, Paola Antonucci.

Y sobre esa foto robada de un viejo texto de estudios titulado Enciclopedia del Mundo Animal es que se resume el espíritu del álbum que se convertiría en un clásico del rock en español. Esa foto que entrelaza salvajismo y erotismo se termina transformando en el leitmotiv del disco. “No me sirven las palabras, Gemir es mejor”, canta Cerati en la canción que da título al álbum. “¡Ah! Come de mí, come de mi carne / ¡Ah! Entre caníbales”, insiste en “Entre caníbales". “Ella conoce mi perversión en una noche larga, y esta noche es larga”, lanza en “Un millón de años luz”.

La relación entre Cerati, que en ese momento tenía 31 años, y Antonucci, una estudiante de arte de 19 años que hacía poco había salido con Alberti, le dio un nuevo enfoque a las letras del artista fallecido en 2014. Era un nuevo nacimiento que, justamente, llegaba al mismo tiempo que la nueva década.

Para entenderlo, hay que rebobinar un poco e ir hasta 1988. Ese año, el trío había grabado Doble Vida, el álbum que incluía los clásicos “En la ciudad de la furia” y “Corazón delator”. La gira de presentación dio paso a una pequeña crisis dentro del grupo y a través de un choque entre las personalidades que representa la portada de Canción animal.

Además de la tensión en el trío, la vida en la ruta hizo que la relación entre Cerati y su pareja de ese momento, Belén Edwards, llegara a su final. Fue un momento de cambios. La banda despidió a su mánager, armó su propia agencia y se tomó vacaciones por primera vez en cinco años.

Y fue en medio de esas vacaciones que el cantante —que ya se había ganado su estatus de estrella— decidió volver a sus raíces. Se mudó nuevamente a la casa de sus padres y desempolvó sus viejos vinilos de Pescado Rabioso y Vox Dei. “Me separé de mi mujer, me separé de la agencia, esta crisis, todo va modificando en tu interior. Y seguramente aflorará en algún momento”, le dijo a la revista Pelo en junio de 1989.

Y, cuando conoció a Antonucci, las cosas empezaron a aflorar. “Nuevas formas crecer, son tan atractivas / Quiero descansar de todo ayer”, canta Cerati en “Hombre al agua”, una canción que representa el nacimiento de una nueva etapa. Como ya se mencionó, en las letras hay un abordaje del erotismo y un constante juego con lo prohibido, pero el renacimiento también es musical. El trío dejó atrás el sonido frío, preciso y puramente ochentero de Doble vida para sumergirse en el sonido valvular del rock de los setenta, riffs inoxidables y baterías pesadas.

“(En) El Séptimo día”, la canción que inaugura el disco, lo demuestra. Tras los golpes de batería de Alberti, entra el riff repetitivo de la guitarra distorsionada de Cerati. “Odio este domingo híbrido de siempre, / Me da igual, me da igual”, canta con ese clásico fraseo, basado en la exageración de las vocales. En esa canción, que parece incluir un guiño a “Génesis”, de Vox Dei (“El comienzo fue un big-bang y fue caliente”), también se puede encontrar el ADN de algunas bandas proto-grunge de la época, como Screaming Trees y los Pixies.

En otras canciones, como “Sueles dejarme solo” y el enorme clásico “De música ligera”, se percibe el espíritu de bandas esenciales del rock argentino de los setenta. La primera, que se construye sobre la constante repetición de tres acordes e incluye un coro de aires spinetteanos, podría haber formado parte de Pescado Rabioso 2. La segunda, que también se basa en la constante repetición de cuatro acordes, invita a imaginarse a la banda tocando en vivo en el estudio.

Según explicó Bosio en sus memorias, Yo conozco ese lugar, el tema nació en una prueba de sonido, antes de un recital en la ciudad mexicana de Morelia. “‘De música ligera’ irrumpió en tiempo real casi en su totalidad”, escribió. “Gustavo tiró unos acordes, yo lo seguí con el bajo y Charly empezó a machacar el ritmo y así, de manera instantánea a partir de una zapada que parecía venir del más allá, quedó establecida la idea”.

Luego, la grabaron en primera toma en el estudio de Miami donde se registró todo el disco. “Eso es algo rarísimo, porque usualmente uno hace como quince tomas para grabar”, le dijo Alberti a la revista Rolling Stone Argentina en 2002. Ese sonido directo y crudo, que tanto se alejaba de clásicos como “Persiana Americana” y “Cuando pase el temblor”, terminaría expandiéndose a toda América Latina para convertirse en el mayor éxito del grupo. Se convirtió en el momento más eufórico de sus shows y, años después, sería versionada por numerosos artistas: desde Los Palmeras hasta Coldplay.

Pero, entre tanta energía rockera, en Canción animal también hay espacio para una de las canciones más dolorosas de Cerati. “Té para 3”, con el cantante acompañado de su guitarra acústica de 12 cuerdas, evoca el momento en que su padre le informó a su madre y a él que padecía un cáncer terminal. “El eclipse no fue parcial, y cegó nuestras miradas, / Te vi que llorabas, te vi que llorabas, / Por él”, canta Cerati con un tono desgarrador que se enfoca en la reacción de su madre. Es uno de los momentos más íntimos de Soda Stereo y de la carrera del cantante.

El álbum, que fue presentado con una larga gira en la que se incluyó un show gratuito para 250 mil personas, también tiene el importante aporte de Daniel Melero, que compuso varias canciones junto a Cerati y grabó teclados en “Cae el sol” y “Hombre al agua”. Así, el sonido de Canción animal se cargó de interesantes ambientes musicales que, en el libro interno del álbum, el grupo define como “melodías difusas” y “ruido blanco”.

Una de las grandes canciones del álbum es “1990”, un tema de aires beatle donde Cerati repite la frase “anclado en 1990”. A 30 años de su lanzamiento, Canción animal mantiene el espíritu de los grandes discos: presenta el reflejo una época y, a la vez, su sonido no quedó “anclado en 1990”, sino que se mantiene vigente. Y eso ya es más que suficiente.

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