Hace muchos años, en la época en que Eliane Richepin lideraba el Concurso de Piano Ciudad de Montevideo, era habitual que a nuestra capital llegaran los finalistas y ganadores de los más importantes concursos pianísticos del mundo.
Una vez que Richepin se fue del país y la recesión económica fue la marca de la escena local, esa pléyade de jóvenes talentos que aparecían como rayos fulminantes en la cartelera musical de la ciudad desapareció. Las programaciones se hicieron más obvias —no siempre luminosas— y el talento joven internacional ya no tuvo a esta ciudad como plaza de estreno.
Acaso algunas iniciativas esporádicas como la presencia de los premiados en el Concurso Internacional de Piano Paloma O Shea de Santader presentados por el Centro Cultural de Música, o los galardonados por la Fundación Chopin de Hong- Kong que programó el Sodre hace una década, sostuvieron la ilusión de volver a poner al Uruguay en el circuito internacional de concursos.
Ahora es la Filarmónica de Montevideo la que intenta mantener encendida la antorcha, ya que en el concierto de esta noche en el Teatro Solís, actuará como solista el pianista brasileño Cristian Budu, primer premio de la última edición del Concurso Internacional de Piano Clara Haskil, en Suiza, uno de los más prestigiosos certámenes globales que tiene el piano actualmente y que puede ostentar entre sus laureados nombres de fama mundial como Richard Goode, Christoph Eschenbach, Mitsuko Ushida, Michel Dalberto y Evgeni Korolyov.
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Budu, un joven de 27 años nacido en San Pablo, tiene el orgullo de ser el primer pianista brasileño que obtuvo el galardón, y el segundo en Sudamérica. Curiosamente, la única latinoamericana premiada anteriormente en el Clara Haskil fue la uruguaya Dinorah Varsi, en 1967. Tras aquel premio Dinorah despegó con una carrera de primera línea que la llevó a actuar con grandes orquestas y a grabar con los más resonantes sellos discográficos. Ese es quizás, el futuro que también le espera a este paulista radicado en Boston donde desarrolla su residencia en el New England Conservatory y con proyectos que incluyen presentaciones con la Boston Symphony Orchestra, la Orquestre de la Suisse Romande y las principales orquestas de su país.
Su debut en Montevideo será con el romántico Concierto en la menor Op.16, una de las más líricas piezas del repertorio para piano y orquesta. Sin embargo no será la única joya del programa. Tras la breve apertura nacionalista de Luis Cluzeau Mortet, el director Dante Anzolini tendrá a su cargo la Sinfonía nº4 en sol mayor de Mahler.
Escuchar Mahler en una sala de concierto local es siempre interesante. Al público sinfónico le interesa particularmente Mahler, su personalidad, su sonido y su mundo. La Filarmónica ha emprendido en el siglo XXI una relación singular con Mahler. Sus titulares, cada uno en sus cortas estadías, han enfatizado la interpretación mahleriana. Logioia Orbe dejó en el recuerdo varias de sus sinfonías, especialmente la Segunda, llamada Resurrección, en noviembre de 2009, inscripta entre las actividades de re-apertura del Auditorio Nacional del Sodre; Isaac Karabtchevsky como invitado hizo la Titán en 2011 y Lebel, que acaba de cerrar su contrato, hizo una antológica versión de la Séptima el año pasado.
Anzolini presentará por primera vez su lectura de Mahler en Uruguay y para ello contará con la calificada colaboración de una de las principales voces del medio, japonesa de nacimiento y uruguaya por adopción, la soprano Eiko Senda.
Brasileño Cristian Budu es ganador del premio Clara Haskill