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Butch Vig habló con El País sobre el nuevo disco de Garbage y la vigencia de Nevermind

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Butch Vig. Foto: Difusión.

ENTREVISTA

El músico y productor estadounidense habló con El País sobre "No Gods No Masters", el nuevo álbum de Garbage; y repasó el legado de la obra maestra de Nirvana

Apenas se inicia la videollamada por Zoom, irrumpe la imagen de Butch Vig, el histórico baterista de Garbage y productor de discos clásicos como Nevermind, de Nirvana; y Siamese Dream, de Smashing Pumpkins. A los 65 años, mantiene el característico estilo con el que se hizo popular en los noventa: el pelo largo —ahora canoso— le llueve a los costados de su rostro, sigue con su cuidado bigote y usa esos lentes de armazón grueso que hicieron popular a Buddy Holly.

“Tuvimos un gran show allá, en Uruguay”, le dice a El País con su calmo acento de Wisconsin. Si bien no recuerda muchos detalles de aquella noche de 2012 en el Teatro de Verano, asegura que tiene ganas de volver. “Tenemos un público muy apasionado ahí”, dice con una breve sonrisa antes de tomar un sorbo de café.

El resto de la imagen se completa con todo lo que se puede esperar de un hombre que dedicó su vida al rock. A su derecha reposa una guitarra Fender Telecaster y otra electroacústica, en una de las paredes hay un póster de The Who, y justo detrás de él se divisa el disco de oro de Garbage, el debut del grupo que formó con Shirley Mason, Duke Erikson y Steve Marker en 1993.

Habrán pasado más de 25 años desde aquel trabajo que incluía los clásicos “Only Happy When It Rains” y “Stupid Girl”, pero los estadounidenses mantienen la misma mirada crítica e irónica que en sus comienzos. Y lo dejan claro con No Gods, No Masters, su nuevo disco, que publicaron el viernes.

Sobre su nuevo trabajo, su relación con el resto de la banda y su etapa con Nirvana, Vig habló con El País.

Garbage. Foto: Difusión.
Garbage. Foto: Difusión.

—“The Men Who Rule The World”, el primer sencillo de su nuevo disco, ofrece una mirada casi apocalíptica del mundo. Sin embargo, “No Gods, No Masters” es bastante más luminosa: Shirley invita al cambio a través de acciones personales. ¿Cómo podrías definir la temática del disco?

No Gods No Masters es nuestro disco más sociopolítico, y estoy de acuerdo con tu punto de vista: el álbum trata de mostrarte todo lo malo que está pasando en el mundo y cómo eso toma control sobre tu vida. Sabemos que una canción no puede cambiar el mundo, pero que si hacés una cosa positiva cada día, vas a lograr que el mundo sea un mejor lugar para vos y para la gente de tu entorno. Me gustaría que el disco logre que la gente se sienta empoderada con cada decisión que toma.

—En una entrevista mencionaste que conociste a Shirley el mismo día que murió Kurt Cobain. ¿Cómo recordás ese momento?

—Es verdad. Duke, Steve y yo viajamos a Londres y nos encontramos con Shirley en un hotel elegante y tuvimos un almuerzo bastante largo con ella. Lo llamativo es que no hablamos demasiado de las canciones o de lo que íbamos hacer, sino que el foco fue la cultura, la política, la moda y hasta la comida. Todos nos quedamos con la sensación de que habíamos conectado de verdad con ella. Apenas terminamos ese encuentro, me fui a cenar con unos amigos productores. Cuando me senté, todos se quedaron en silencio y mirándome fijo. “¿Sabías que Kurt Cobain murió?”, me dijeron. No tenía idea, claro, y quedé shockeado. Todos sabíamos que era algo que podía pasar, pero nadie se esperaba que sucediera. De inmediato tomé un avión para volver a Estados Unidos.

—Lo increíble es que ese día se cerró un capítulo de tu vida y se inició otro.

—Exacto. Yo estaba trabajando como productor a tiempo completo gracias a Nirvana, y estaba viviendo un momento único, porque Nevermind me había abierto muchísimas puertas, pero formé Garbage porque estaba buscando algo nuevo. Quería algo fresco y cuando encontré a Shirley fue como un nuevo comienzo para mí. Jamás pensé que íbamos a seguir acá después de tanto tiempo.

—Ya que mencionaste a Nevermind, ¿eran conscientes de lo importante que iba a ser? Fue uno de los álbumes que definió el sonido de los noventa.

—No tenía la menor idea de que iba a explotar de esa manera. Sabía que las canciones eran buenas y que había presionado a la banda para lograr muy buenas interpretaciones. Cuando lo terminamos tuve la sensación de que el resultado era excelente pero pensé: “Bueno, con suerte venderá 500 mil copias”; al final fueron 30 millones. Nevermind fue una antorcha para la música de los noventa porque sonaba muy fresco y diferente todo lo de ese momento. Siento que todos estaban esperando un disco así. Todavía suena fresco y vital, y lo increíble después de 30 años es que hay toda una nueva generación de fanáticos de la música que lo está descubriendo. Mi hija tiene 15 años y sus amigas están empezando a escuchar Nevermind, asi que cada vez que las veo me preguntan cosas como: “¿Cómo era Kurt Cobain?”. Es increíble, hermano (risas). Es muy bueno que el disco haya pasado la prueba del tiempo y que siga siendo igual de emocionante que hace 30 años.

—Recién comentaste que cuando formaste Garbage fue porque estabas querías lograr un sonido fresco. ¿Cómo podrías definir esa búsqueda? 

—Siempre estuve interesado en todas las posibilidades que permite un estudio de grabación. Siento que es una herramienta increíble y no solo un espacio para tratar de recrear cómo sonás en vivo. A lo largo de mi vida grabé a cientos de bandas de guitarra, bajo y batería —muchas de ellas, punk—, pero últimamente me parecen aburridas. Hay tantas cosas que se pueden hacer con la música en un estudio de grabación. Por eso, cuando hicimos el primer disco de Garbage queríamos que tuviese beats del hip-hop, guitarras fuzzy, algo de electrónica y melodías pop. La idea era tomar lo que fuera necesario para poder mezclarlo con nuestro sello, y Shirley era la encargada de darnos una personalidad. Eso creo que eso queda claro en No Gods No Masters porque es un disco muy ecléctico. Cada canción tiene un sonido único, pero suenan muy bien en conjunto. A lo largo de nuestros siete discos, Shirley logró una personalidad y una voz bien distintiva que nos permite probar cosas muy distintas porque sabemos que ella lo va a manejar muy bien.

—¿Cómo fue el proceso de trasladar a las canciones de No Gods No Masters su visión sobre las injusticias del mundo?

—Es difícil poder articularlo bien, pero parte del sonido de No Gods No Masters se basa en el caos que sucedió durante la presidencia de Donald Trump. Todos los días nos despertábamos sin saber qué iba a decir o hacer, y después de un tiempo nos sentimos tan frustrados que queríamos llevar ese sentimiento a nuestras canciones. En el álbum hay muchas secciones que son un poco caóticas y que capturan lo que sucedía en ese momento, como "The Man Who Ruled the World", que tiene guitarras crudas y chirriantes. También hay otros momentos que reflejan muy bien todo lo que uno ve cuando sale a caminar por la calle. Seguramente habrá algunos fanáticos a los que no les gustará ciertos temas del disco porque tal vez estaban esperando una canción de amor o algo alegre; y entiendo que muchos quieren un poco de escapismo en la música, pero estamos convencidos de lo que hacemos y tenemos la esperanza de que el público pueda conectarse con lo que canta Shirley.

—Aunque se tomaron un descanso, la historia de Garbage ya lleva 28 años. ¿Cuál es el secreto para su permanencia?

—Nosotros discutimos mucho, pero siempre llegamos a un punto en el que nos ponemos de acuerdo. Somos una democracia disfuncional y esa es una de las razones por las que nos mantenemos juntos. Además tenemos mucho sentido del humor y nos burlamos del otro; jamás dejamos que nuestros egos se nos subieran a la cabeza, porque siempre hay otro que nos baja a tierra. Eso nos mantuvo sanos durante todo este tiempo porque la industria musical puede ser muy difícil: hay momentos muy altos, pero también otros bajísimos, y no es fácil soportarlos. Pero el sentido del humor siempre se mantuvo intacto y eso salvó a Garbage.

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