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Besos de rock entre fuegos de artificio

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Kiss con su parafernalia en Montevideo. Foto: M.Bonjour.
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Con cierto atraso —raro para una maquinaria tan aceitada— los Kiss salieron al escenario en el Parque Central para su primera vez en Montevideo. Posiblemente haya sido la última también.

Muy poco público acompañó la visita de esta banda, que mutó tantas veces —de dirección musical, de ropaje, de maquillaje, de integrantes— que hoy quedó aglutinada bajo un logotipo, cuatro diseños de maquillaje (todos registrados bajo patente de propiedad intelectual) y un espectáculo que combina volumen, color, explosiones y confeti. ¿Y las canciones? Hoy eso es casi secundario.

De no serlo, Paul Stanley y Gene Simmons ya hubiesen contratado a otro cantante. Alguien que pudiera darle un ropaje más digno a un repertorio que a pesar de su falta de pretensión de relevancia, no carece de inspiración y eficacia.

Reemplazar a la figura más importante de la banda —Stanley lo ha sido casi siempre— no es una idea descabellada en el mundo que Kiss ha creado. El propio Simmons ha dicho en varias entrevistas que la banda podría seguir sin él o su socio. Si algo ha caracterizado al grupo a lo largo de los años es su total falta de vergüenza para hacer lo que quiere. Con una actitud que no se amilana ante nada, la dupla Stanley-Simmons ha hecho cuanto esté a su alcance para perpetuarse en el "showbusiness": desde ponerle el logo de la banda a cualquier cosa que reporte ganancias, a actuar en "películas" de cine. Así, no parece imposible un futuro en el cual Kiss venda o licencia su marca para un musical en Broadway, con otros músicos haciendo de alguno de los personajes de la banda.

La voz de Stanley —tan musculosa en el pasado, tan característica de la identidad musical de Kiss— es la gran debilidad de un show que se la juega completamente a lo efectista para compensar por la hoy impotente voz del cantante.

Y vaya si tienen efectos en su espectáculo. Ya en el primer tema —"Detroit Rock City"— hay explosiones y columnas de fuego que se disparan hacia arriba, como si los cuatro estuviesen rodeados de pequeños volcanes que entran en erupción con regularidad y precisión. Así, con casi todo. El concierto es una avalancha de estímulos que entretiene, maravilla e irrita. A veces todo eso al mismo tiempo.

Kiss siempre se jactó de su entrega y compromiso a la hora de intentar conquistar a su público, y Stanley mantuvo esa reputación. A pesar de lo desalentador de salir a tocar ante un estadio que lucía grandes claros en tribunas y cancha, Stanley se dirigió al público casi constantemente con arengas, agradecimientos, poses, comentarios y tirando una púa de guitarra atrás de la otra a la gente, que fue seducida por Kiss paulatinamente.

El repertorio que trajeron a Montevideo se concentró en dos de las facetas de Kiss: la de los comienzos y que contiene la mayor cantidad de éxitos, y la más "pesada", que empezó a partir de 1982 con el disco Creatures of the Night y la banda retomaría en 1992 con el disco Revenge.

De esas dos, la que mejor le salió en la noche del sábado fue la más pesada, esparcida principalmente en el disco Creatures of the Night y la única canción del disco Lick It Up, justamente la que le da ítulo al álbum.

Cuando la banda se dedicó a su costado más cercano al hard rock y heavy metal es que sonó con mayor aplomo. Y fue ahí, en canciones como "God of Thunder", "War Machine" y "I Love It Loud", que Gene Simmons llevó el concierto a lo más parecido a lo que fue Kiss en sus mejores años.

La voz del bajista está en mucho mejor condición que la de su colega, y aunque su despliegue escénico sea medido (ya tiene más de 60 años), Simmons es aún capaz de conjurar cierto magnetismo con su lengua alocada y su imponente estatura.

Como banda, en tanto, los cuatro constituyen una muy eficaz unidad de rock. Más allá de las debilidades vocales de sus integrantes originales, Kiss consigue un sonido compacto y envolvente. Los riffs de guitarra son tan precisos como la batería de Eric Singer (posiblemente el mejor baterista que haya tenido el grupo), protagonista junto a Simmons del mejor momento de la noche: el tema final antes de los bises: "Black Diamond".

Cuando la canción termina —luego de muchos estruendos— el baterista está allá arriba, entre humo, luces y rayos láser, con la batería muchos metros sobre el escenario y el logo de la banda en sus tambores vibrando intermitentemente.

Es una imagen poderosa y resume en parte a Kiss: una banda en la que la parafernalia visual siempre fue igual de importante que las canciones, y que hoy es la que predomina y entusiasma a sus fanáticos.

Detalles de un show que asalta a los sentidos

n La banda despliega una impontente cantidad de recursos. Además de elevar la batería muchos metros encima de la gente, también el bajista Gene Simmons, en "God of Thunder", fue subido por unas cuerdas de metal hacia un mini escenario en la cima del escenario. Paul Stanley, en tanto, fue trasladado por encima de la masa hacia otro escenario para dos canciones antes de retornar al escenario principal. Durante el trayecto entre un escenario y otro, Stanley tuvo inconvenientes. En el viaje de ida tambaleó y tuvo que aferrarse a la estructura metálica que lo llevaba. A la vuelta, además, alguien pareció moverle dicha estructura y el cantante lució, por única vez, un gesto nervioso. Luego de una imponente cantidad de confeti en el último bis —"Rock and Roll All Night"— el show terminó con más o menos la misma cantidad de fuegos artificiales que usa el Club Nacional de Football cuando celebra sus aniversarios.

Sábado 18 de marzo, 21:00 horas. Lugar: Parque Central.

Artista: -Kiss. Artista invitado, Subte. Músicos: Paul Stanley (voz, guitarra), Gene Simmons (bajo, voz), Tommy Thayer (guitarra, coros), Eric Singer (batería, voz, coros).

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Kiss con su parafernalia en Montevideo. Foto: M.Bonjour.

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