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Belle & Sebastian: en busca de la canción perfecta

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Con similitudes a The Smiths y actitud punk, los escoceses revitalizaron el pop.

Que Belle & Sebastian haya estado anunciada para el Teatro de Verano y sus poco más de 4.000 localidades y finalmente toque, hoy a las 21.00, en La Trastienda, que tiene un aforo de 780, habla tanto del público uruguayo como de la calidad de la propia banda.

A pesar de que, por lo visto, no sea tan conocido en este mercado como en el hemisferio norte, este septeto escocés ha sido uno de los exponentes más serios de ese asunto serio en que se ha transformado el pop británico en los últimos 20 años.

Los escoceses lo han hecho con originalidad, apelando al recurso de las canciones a tracción a sangre de aire sesentero, creando su propio universo de referencias y sonidos refinados y esquivando el rock o, en todo, caso, entrándole por su lado más melancólico. Capaz que por eso no son tan conocidos aquí.

Se formaron a mediados de la década de 1990, principalmente alrededor de Stuart Murdoch, quien tenía la delgadez y el carisma imprescindibles para ser el ídolo de adolescentes necesitados de la melancolía ajena. Tomaron su nombre de una serie infantil francesa sobre un niño y su perro; más que un nombre, eso es una declaración de principios que avisaba para donde querían ir cómo banda.

Su estilo original podía ubicarse en desolada batea del pop de cámara, una definición bien de fines del siglo pasado que refería a letras cuidadas y a arreglos de cuerdas. Pero para Belle & Sebastian eso era más una limitante que una definición.

Eran mucho más ambiciosos y su actitud tirando a punk de negarse a participar en los rituales de la fama del rock (fotos, entrevistas) los convirtió en unas figuras de culto, apareciendo por lugares sorprendentes. Como en la película Alta fidelidad (2000, dirigida por Stephen Frears), en la que la canción "Seymour Stein" da pie para un enfrentamiento entre los gustos de los empleados de una disquería.

Si no puede ver el video, haga click aquí.

Repatriado de Londres, Murdoch armó en Glasgow este septeto (donde estaban Sarah Martin en violín, Stevie Jackson en guitarra, Chris Goddes en teclados, Stuart Gordon en bajo, Richard Colburn en batería e Isobel Campbell en chelo) con la idea inicial de que sería un proyecto casi íntimo y fugaz.

Difícil cumplir con una promesa así cuando se tiene esa capacidad para hacer canciones como las que estaban en su primer disco, Tigermilk de 1996, o en el segundo If youre feeling sinister, del mismo año: los escoceses empezaron inspirados.

Con el tercero, The Boy with the Arab Strap, llegaron al trabajo que hizo mundial su éxito. Fue, también, el primero en circular en Uruguay en alguna de las últimas disquerías de importados, una especie que ya se encontraba en extinción.

Los uruguayos que los descubrieron entonces se percataron que eran de lo mejor de su época. Y los que ya eran más veteranos comparaban su aparición (casi por generación espontánea y trayendo un sonido originalísimo) con lo que había pasado con The Smiths.

La música de la banda de Morrissey (quien viene a Uruguay el 17 de diciembre) y la de Murdoch apenas se tocan tangencialmente, pero sí tienen una sensibilidad parecida.

El sonido de Belle & Sebastian —que desde entonces ha ido puliendo en discos siempre interesantes— es una reactualización de una estética pop sesentera procesada en un perfume casi parisino e intelectual tirando a nerd. Hay una búsqueda de la canción pop perfecta y, válgame Dios, lo han conseguido. O le han pegado bien cerca unas cuantas veces.

Sus letras cuentan historias, en general de gente incómoda ante su entorno pero más orgullosa de sí misma de lo que se atreve a reconocer. Se parecen a Smiths más de lo que uno puede ver, seguramente.

Todo eso los escoceses lo han venido consolidando sostenidamente incluso después que salieran del grupo Campbell y David, quienes funcionaban como el contrapeso creativo de Murdoch.

Desde entonces, la banda ha ido en ascenso: los produjo Trevor Horn (en Dear Catastrophe Waitress), un hombre con un pasado de radical transformador de sonidos de bandas y solistas; hicieron un acústico para la BBC, escribieron la banda de sonido de una película de Todd Solondz (Storytelling) y hasta hicieron su propia comedia musical (Girl can help it, 2013) que funciona para quien no los conoce como una síntesis total de la estética de la banda.

En todo este tiempo, además, siempre han conseguido colar canciones en las listas de éxitos a pesar del adverso panorama de la música pop para sus sensiblerías vintage.

Ahora llegan a Uruguay a presentar Girls in Peacetime Want to Dance, su noveno álbum en el que amplían su sonido hacia una música más bailable, más inspirada en la música disco y la electrónica de hace 20 años. El resultado es un ejemplo de cómo una banda puede ampliarse sin perder su esencia.

Y con ese material y un catálogo de canciones tocarán en La Trastienda, una locación quizás más acorde a su sonido. Una suerte, además, para los uruguayos que pueden ver en un ambiente más íntimo un show que en el resto del mundo puede llegar a ser multitudinario.

Indie pop Escocés en un escenario de Montevideo.

Belle & Sebastian llega por primera vez a Uruguay para presentar su último disco, Girls in Peacetime Want to Dance. El show oficiará de apertura del ciclo Primavera 0, que tendrá otra fecha en la que tocarán Hot Chip y Chemical Brothers en el Velódromo Municipal (1 de diciembre). El grupo toca en La Trastienda y las entradas cuestan $1.990 (platea baja) y $2.490 (platea preferencial). Según explica la productora del show, Gaucho, queda un remanente de entradas para la platea baja. Además, el 9 de octubre se pusieron a la venta 65 entradas para la platea preferencial. El espectáculo de Belle & Sebastian combinará canciones del último álbum y clásicos de toda su trayectoria. En Estados Unidos tocaron con un gaitero, haciendo del show una mezcla "perfecta entre indie pop y gaitas", según The Hollywood Reporter.

TRES MOJONES.

Tigermilk - 1996.

La primera edición apenas abarcaba 1.000 ejemplares. Pero la reputación del grupo finalmente motivó, en 1999, que el álbum se reeditara con un tiraje mucho mayor. De acá salieron temas como "I don love anyone", que fue a parar a películas y series de televisión.

If youre feeling sinister - 1996

"Tal vez, acá están mis mejores canciones", dijo Stuart Murdoch, sobre el álbum, editado el mismo año que el debut. Muchos expertos coincidieron. De esos discos que siempre aparecen con muchas estrellitas al lado, o en las compilaciones "Lo mejor de..."

The boy with the arab strap - 1998.

Acá está "Seymour Stein", la canción que causa uno de los mejores momentos de la película Altafidelidad, basada en el libro del mismo nombre del inglés Nick Hornby. No es la única, claro. Todo el disco es un triunfo de Murdoch y los suyos, que confeccionan un clásico.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
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El septeto que actualizó el pop toca hoy en La Trastienda y abre el Primavera 0FERNÁN CISNERO

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