A los 90 años murió George Martin, productor de The Beatles.

En más de una forma, George Martin, quien falleció el martes a los 90 años en su casa de Londres, definió la figura del productor artístico de la Era del Rock. Así como Los Beatles delinearon varios de los rasgos más o menos "obligatorios" para una banda de rock seria o prestigiosa —composiciones propias, dominio de los instrumentos, letras sofisticadas, entre otras cosas— Martin acaparó para sí algunas de las cualidades que un productor de discos debía tener: un oído para detectar lo más sobresaliente de una canción, y la capacidad para potenciarlo.

Martin agregó a esos rasgos otro, fundamental: familiaridad. Alguien con olfato, intuición y conocimientos técnicos y musicales podría —en teoría— detectar las principales virtudes de una canción y arroparla de forma tal que la composición suene seductora, contundente y, si se quiere, "definitiva".

Pero Martin conoció desde el principio a Los Beatles y recorrió junto a ellos todo el camino, aportando ideas sustanciales a los discos. Eso le dio un acceso casi total al proceso creativo de la banda y, a la luz de los resultados, un alto nivel de confianza de los músicos, que sintieron que podían probar prácticamente cualquier cosa.

A la inversa era lo mismo: cuando Martin le sugirió a McCartney agregar cuerdas a "Eleanor Rigby", éste tuvo la seguridad y la confianza suficiente como para seguirle la corriente al productor, aunque inicialmente desconfiara.

Además, Martin estuvo a la altura de los cada vez mayores desafíos que el grupo se planteaba. Pudo hacerlo porque además de tener un oído sensible tenía una formación clásica: sabía tocar el piano, sabía componer y, sobre todo, sabía de arreglos. Su bagaje incluía conocimientos (y admiración) de las obras de Rachmaninov y Ravel, entre otros.

Cuando Los Beatles empezaron a mirar más allá del esquema rockero guitarras-bajo-batería, Martin estaba ahí para sugerirles un cuarteto de cuerdas o algún instrumento exótico para el rock, como una trompeta píccolo.

Las decisiones finales, obviamente, las tomaban por lo general Lennon y McCartney, pero sin los medidos y precisos aportes de Martin, varias de las auténticas obras maestras de la música popular reciente no hubiesen sonado así.

Aunque grabar música ha cambiado muchísimo desde la época de Los Beatles (el primer disco, de 1963, fue grabado en un solo día, por ejemplo), Martin tenía también otra cualidad preciada en un productor musical: conocía los aspectos tecnológicos de un estudio de grabación para ponerlos al servicio de la canción. Solo o en colaboración con otros, Martin desplegó trucos de edición —sobregrabaciones, por ejemplo— que, aunque sutiles, fueron decisivos para alcanzar la versión final de temas como "Strawberry Fields Forever" o "Tomorrow Never Knows", dos cimas en el repertorio de Los Beatles.

Aunque tuvo diferencias con John Lennon —quien determinó que fuera Phil Spector y no Martin quien se encargara de la producción de Let it be— este británico de origen humilde pero modales aristocráticos, fue parte fundamental del sonido beatle, acompañando y participando en la evolución de una obra musical que marcó y respresentó a la segunda mitad del siglo pasado, y cuyos ecos siguen escuchándose hasta hoy.

Luego del final de la banda, Martin siguió por su cuenta produciendo a artistas como Elton John, Robin Gibb o la banda America, entre varios. Pero tal vez su relación más fructífera posbeatle fue con McCartney, con quien trabajó en tres discos: Tug Of War (1982), Pipes Of Peace (1983) y Give My Regards to Broad Street (1984).

"Creo que siempre entendí cómo se estructura la música, cómo se toca y cómo suena. Pero la música es mucho más que eso", dijo en el ciclo televisivo de BBC El ritmo de la vida. Ese saber sobre lo que hay más allá de la estructura —y cómo encontrarlo— es probablemente lo que le reservó un importante lugar en la historia.

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