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Bárbara Jorcin, con la convicción y el piano como motor

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Bárbara Jorcin. Foto: Difusión

Entrevista

La cantante y pianista presenta su primer disco, Índigo, mañana en la Sala Balzo

Bárbara Jorcin tiene 23 años, acaba de editar su primer disco, Índigo, y es de Tarariras, una localidad de Colonia en la que viven alrededor de 7.000 personas que, en buena parte, no entienden bien por qué alguien elige dedicarse a la música. Pero Bárbara Jorcin también es la chica de manos grandes y torpes que se enamoró del sonido del piano y estudió hasta que se volvió buena; la que se iba cada mañana a Buenos Aires y volvía cada noche a Colonia para tomar clases en la Escuela de Música Contemporánea; la que resolvió editar un disco y terminó haciéndose cargo de cada detalle, desde la producción hasta el presupuesto; y la que hoy está a punto de presentarlo en Montevideo.

“Nací y me dijeron que no esperara, que no iba a llegar a nada siendo del Uruguay”, canta en “Acá estoy”, el candombe que musicalizó Ruben Rada para su debut “Índigo”. Y como contraataque, después del estribillo, lanza: “Nací con la seguridad y certeza de que un día sin pereza nos haría una canción”.

Y es que ante todo, antes de Tarariras y Buenos Aires y las lecciones de piano y la producción, Bárbara Jorcin tiene una convicción y es la música. Y su música será la que mostrará mañana a las 21.00 en la Sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional del Sodre. La acompañarán músicos e invitados, y las entradas están en venta en Tickantel a $ 350.

Índigo es el cierre a lo que yo represento ahora como música”, dice en charla con El País la cantante, que destaca la variedad de ritmos y de temas —“no creo mucho en lo de género en la música”, dice— de este primer grupo de canciones, “las más transparentes de todas”. En ellas, y con su personalidad y forma de decir como hilo conductor, Jorcin habla de amor y desamor, juega a ser histérica y analiza la era de las redes sociales, con una influencia directa de Regina Spektor (a quien le agradece “la vida entera”) y una forma bien personal.

Haciendo Índigo, la solista dice que aprendió “varias cosas a las patadas”, y que disfrutó del proceso aunque preferiría no tener que alejarse tanto de lo artístico. “Ahora me olvido de cantar en mi casa”, dice enfocada en los ensayos para el show de mañana, “y eso me duele un poco”.

Sin embargo, Jorcin entiende de etapas y dolores pasajeros, y de que hay que perseverar para mejorar, darse a conocer y así poder crecer.

“Cuando empecé con el piano, me resultaba imposible tocar”, cuenta y pinta su personalidad. “Tengo las manos grandes, torpes, y siempre fue una cosa muy de hombres la del piano. Entonces el proceso del instrumento, para mí, fue supersolitario. Hubiera sido mucho más fácil, para mí, no tocar el piano: pero estoy como enamorada del sonido. Y no quiero dejar de hacerlo, no quiero: quiero hacer las dos cosas”.

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