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Andrés Calamaro: "Buenos Aires es un manicomio, parece Medio Oriente"

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Andrés Calamaro. Foto: Difusión.

ENTREVISTA

El sábado 2 de noviembre, Andrés Calamaro llega al Antel Arena para presentar su último disco, "Cargar la suerte"; antes, habló con El País

El sábado 2 de noviembre, exactamente a un año del lanzamiento de Cargar la suerte, Andrés Calamaroregresará a suelo montevideano para presentarse en el Antel Arena (entradas a la venta en Tickantel). El músico, que desde los ochenta compuso varias de las grandes canciones del repertorio del rock argentino, se encuentra en un gran momento: está de gira por América Latina presentando su último disco y está nominado a cuatro Grammy Latino, entre ellos, álbum del año y grabación del año por “Verdades afiladas”.

Grabado en Los Ángeles con músicos sesionistas de la Costa Oeste, Calamaro volvió al lenguaje del rock tras la experiencia de Romaphonic Sessions y la gira Licencia para cantar, donde se dedicó a reversionar su repertorio en un formato íntimo y despojado.

Acompañado de músicos como Germán Wiedemer, Rich Hinman y Mark Goldenberg, Cargar la suerte añade nuevos clásicos al repertorio del argentino: la ya nombrada “Verdades afiladas”, “Falso LV” (una especie de versión actualizada de “Alta suciedad”), “Las rimas” (una canción semirapeada con frases llenas de verdades) y “Tránsito lento” (sobre la vida durante las giras).

Mientras tomaba mate en alguna parada de su gira latinoamericana, una mañana de mitad de setiembre —antes de la noticia de las nominaciones al Grammy Latino—, el argentino se tomó un tiempo para responder, vía mail, las preguntas de El País.

—El 2 de noviembre volvés a Montevideo para presentarte en el Antel Arena. Desde que tocabas con Los Abuelos de la Nada, has presentado todos tus proyectos en Uruguay. ¿Cómo analizás tu relación con el público uruguayo?

—En una palabra, fraternal. Me amamantaron en Uruguay a Conaprole. Mi mentor es (Beto) Satragni de Canelones. Uruguay me enseñó demasiado, mi amigo de mas confianza es oriental en Buenos Aires, mis profetas son uruguayos; Hugo (Fattoruso), Leo (Maslíah), Ruben (Rada), Beto (Satragni)... Tengo conocimiento de la camorra uruguaya, y me escribo en décimas con Jorge Drexler.

—El show del Antel Arena va a realizarse exactamente a un año del lanzamiento de Cargar la suerte, tu último disco. ¿Cómo ves el disco ahora que lo estás presentando en vivo y cómo recordás las sesiones de grabación?

—Las sesiones fueron exquisitas; grabamos los instrumentos en cuatro días, en el séptimo día fui a comprarme discos y una guitarra. Qué elenco tan bueno. Mis discos no los contemplo, ya no son míos. Espero que el tiempo sea clemente con las grabaciones.

—En “My mafia” cantás: “Cuando ladra la moral, en modal inquisición, me corresponde cantar a la libertad”. Varias veces has sido atacado en redes sociales por tu apoyo a la tauromaquia y por tus posiciones políticas. ¿Cómo te tomás las críticas? ¿Sentís que las redes dan espacio a una inquisición contra el que piensa diferente?

—Esto es un mandato generacional. No habíamos cumplido la mayoría de edad y estábamos apestados por consumo de marihuana, con la opinión pública en contra, la sociedad entera, la policía y el poder judicial. El escarnio de nuestras familias. Un músico de rock no vive esperando la valuación de nadie, de opinión alguna. Está claro que las redes digitales son funcionales a la mentalidad “absoluta”, una moralidad vertical.

—En "Cuarteles de invierno" hablás de tus regresos a Argentina: "Qué Argentina voy a encontrar, no lo sé / Lo sospecho con el pecho, una lágrima no brota". A lo largo de tu carrera has escrito canciones como “Alta suciedad”, “El perro”, “El palacio de las flores”, “Falso LV” y “No tan Buenos Aires”, donde transmitís la idea de que Argentina vive en una especie de crisis constante. ¿Lo sentís así?

—Buenos Aires es un manicomio, parece Medio Oriente. Las estadísticas americanas son dignas de verse, somos el 15 % de la población mundial y el 50 % de los homicidios. Nos espera un futuro próximo y sórdido. Los Miserables. Hay hambre y no hay pan duro, estamos integrados a América Latina, el continente asesinado.

—Se cumplieron 20 años de Honestidad Brutal, el disco doble que dio paso a una etapa de tu vida en la que compusiste sin descanso: entre Honestidad Brutal y El Salmón se suman más de 600 canciones en dos años. ¿Cómo recordás esa etapa en la que te dedicaste únicamente a componer y a grabar? ¿Recordás cuál fue el detonante?

—Grabamos Alta Suciedad en febrero de 1997. Fue publicado en septiembre, giramos en los meses de verano y, mediando mayo de 1998, entramos en el estudio de Javier (Calamaro). Pasamos todo ese año grabando Honestidad Brutal, hasta en 15 estudios en distintos países. La gira de 1999 fue intensa y... me corté la coleta por cinco años, me quedé en casa naufragando. El detonante fue detonarse para el fin los calendarios de un siglo milenio.

—Desde la canción “No te bancaste”, la idea de la verdad y de la mentira (“digo la verdad cuando miento”) aparece en varias de tus canciones. ¿A qué se debe esta insistencia ? En “Socio de la soledad” modificás el orden (“Nunca miento, siempre digo la verdad), al igual que en “Una forma de vida” (“Nunca digo la verdad, pero nunca miento”).

—Creo que son variaciones sobre la misma frase de Marcelo ("Cuino" Scornik). Posiblemente inspirada en Al Pacino, traficante en Miami. Cara Cortada.

—La mayoría de tus canciones están escritas en primera persona. ¿Qué tanto se refleja el verdadero Andrés Calamaro en sus letras?

—Tengo que cambiar ese eje. La “primera persona” es desconsiderada en la literatura. Las otras personas tienen otra impronta. En la canción popular, la primera persona, es transitiva. Cada uno que la escucha la hace propia, es la biografía de los que escuchan canciones. Así lo espero. Debe ser la herencia del Martín Fierro. Aquí me pongo a cantar, la persona entre la primera y la tercera.

—¿Componés cuando estás de gira?

—De gira estoy embutido en la gira; una vez me engancho en alta mar ya no pienso en otra cosa. Todo el tiempo estoy enfocado en el próximo concierto. Cuando vuelvo a la meseta, entonces puedo hacer más cosas.

—En los ochenta y en los noventa, el rock argentino fue el género musical con más impacto, impulsado por figuras como Charly García, Luis Alberto Spinetta, Gustavo Cerati, Fito Páez, Miguel Abuelo y vos. ¿Sentís que al rock argentino le están faltando figuras de referencia?

—No hay que sacrificar al rock como si fuera un cordero. Los profetas son profetas, van a estar faltando en todos los géneros. Faltan los referenciales en el flamenco, en el blues y en el jazz. Hace varios años que el rock se mueve en la retrovanguardia. Y estás nombrando a titanes con mucho recorrido, con 40 o 50 años de repertorio en tiempo real.

—La letra de “Dentro de un canción”, de Bohemio, dice: “Dentro de una canción está la vida (...) / Sólo sé que voy a vivir dentro de una canción”. ¿Sos consciente de que con tu obra has ganado una especie de inmortalidad? Cada vez que la escucho pienso en cómo la música y el resto de las artes ofrecen la posibilidad de que una parte del alma del autor se salve de la muerte.

—“Dentro de una canción” merece pensarse un poco, pero es apenas la sombra de la perfección divina. La perfección divina, en este caso, es el verso de Atahualpa (Yupanqui). “El destino del canto”. En otros términos, la posteridad solo le interesa a la posteridad.

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