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Acorazado Potemkin con un disco que es un manifiesto de rock sobre las ausencias

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Acorazado Potemkin

La banda argentina acaba de editar "Piel" su cuarto disco

Asimple vista parece una bolsa de basura, de esas de edificio. Pero de cerca es como un jarrón cubierto por una tela negra, que protege y oculta lo que alguna vez fue. Es pero no es: es lo que está, lo que se revelará y lo que uno puede imaginarse. El arte del nuevo disco de Acorazado Potemkin, otra vez a cargo de Sebastián Santana, argentino radicado hace años en Uruguay, representa al grupo de canciones reunidas bajo el nombre de Piel. Es un disco de Acorazado Potemkin, pero diferente, con más hondura.

Acorazado es un power trío argentino integrado por Juan Pablo Fernández en guitarra y voz, Federico Ghazarossian en bajo y Luciano “Lulo” Esaín en batería y coros, con una década en la carretera y otros tres discos editados (Mugre, Remolino y Labios del río). Mezcla de rock and roll con arrabal y barro -y de amistad con Eté & Los Problems, banda uruguaya con la que hay ciertas similitudes estéticas-, el proyecto ha crecido puliendo una identidad que se basa en buena poesía y sonido contundente. Es una muy buena banda.

Piel podría definirse como un disco más amargo. Un disco de melodías melancólicas, de nuevas texturas y búsquedas instrumentales -y también vocales, porque Fernández prueba otros recursos, evidentes por ejemplo en “Calesita” o “El arca”-, y de versos que se quedan atravesados en el pecho. “No hay nadie que me diga que cambie, no hay nada que me diga que es distinto”, se canta en la que abre el álbum, “Sheriff”, y es un aplicable a este material: no se le exige un cambio, pero el cambio está y es evidente en pequeñas cosas.

La ausencia y la evocación vuelven a estar presentes en la poética de Fernández, o más bien, la convivencia con el recuerdo de lo que fue y con la necesidad de soltarlo (“Vamos a empezar, borrar lo aprendido y volver a saltar”, de “Pank”), que también se extiende a una lectura política acorde a estos tiempos. De ahí la amargura, que está presente en silencios, dinámicas, riffs y efectos de guitarra, y en el aporte de las invitadas Elbi Oballa en piano y Christine Berbes en violín. “Parecía libertad, aquella libertad recién arrancada”, dice el estribillo de “Vecino”, como para reforzar esa idea.

Una vez más, Acorazado Potemkin hace un disco para acompañar la soledad de cualquiera que disfrute del rock visceral y de destellos beatleros, y que a la vez es clave para saber que no se está tan solo. Tiene temas buenísimos como “María” (que parece hermano de “Mundo Lego”, del disco anterior), “Una oración más” o “Pañuelos”, que es como una marcha de raíz folclórica, y tiene la contundencia de Potemkin, una banda que sigue construyendo una obra con muchísima virtud y talento.

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