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En su nuevo libro, Juan Antonio Varese habla de boliches y otros paseos nacionales

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Boliches

Lanzamiento

En "Crónicas del tiempo libre", hace un repaso anecdótico a los lugares de esparcimiento familiar y no tanto desde las pulperías hasta los actuales mercados gastronómicas

Boliches
Boliches, un templo uruguayo que tiene una larga historia

El primer bolichero oriental —técnicamente un pulpero— fue Pedro Gronardo que ya en 1724 abrió su negocio en la recién fundada ciudad de San Felipe y Santiago. Así se inició una larga relación de los uruguayos con las salidas a bares, clubes, cervecerías, recreos y todas las variantes de entretenimiento colectivo (y en general espirituoso) que están en el centro del nuevo libro de Juan Antonio Varese, Crónicas del tiempo libre (Planeta) apropiadamante subtitulado “de las antiguas pulperías a los actuales boliches”.

Varese ya había tocado el tema en otro libro, Personajes y tertulias en cafés y bares de Montevideo (Planeta) que, como todo lo que hace este escritor, se ha convertido en referencia en el área. Ha publicado estudios sobre naufragios, fotografía, balnearios, lugares históricos y personalidades públicas y no tanto, en una carrera literaria que abarca ya más de un cuarto de siglo y está poblada de best sellers.

“Si bien no soy un hombre de boliche, soy un hombre de café: es el mejor lugar para liberarse de tensiones y poder ser uno mismo”, dice Varese, quien descubrió ese mundo en el Café Brasilero de Juan Carlos Gómez y Sarandí. “Es muy importante como lugar de encuentro”.

—¿Y cual fue el mejor boliche de su vida?

—Sí, el Café Brasilero porque la escribanía de mi padre estaba justo en la ventana de arriba con el café Brasilero. Si Galeano tiene una mesa especial ahí, un rinconcito me podrían dedicar porque de los nueve años mi padre me llevaba a la oficina y a las cinco bajaba tomar un café. Iba con él y recuerdo al mozo, se llamaba Juan gritar “Una coca para Juancito”. Fue el café de mis primeros tiempos. Después fue el Café Imperial en Río Branco y Mercedes.

Juan Antonio Varese
Juan Antonio Varese

Este proyecto, empezó con artículos periodísticos sobre historias de bares, un proyecto al que llegó a escribir sobre ¡240! y a incluir boliches, cabarets, sociedades recreativas, parques cerveceros. De allí salió Personajes y tertulias y ahora a este nuevo libro que demuestra el inquebrantable espíritu de parroquianos que tenemos los uruguayos.

“Quedé totalmente sorprendido cuando me acerqué al mundo de las centenarias sociedades recreativa o las cervecerías”, dijo Varese a El País. “¡Cuánto se divertía la gente a fines del siglo XIX y principios del XX!”.

En ese sentido, el libro está lleno de descubrimientos. Por ejemplo que entre las calles Gaboto y Emilio Frugoni y desde Rodó hasta Chaná existió un Recreo del Cordón, en el que miles de montevideanos salían a pasear. Y que había recreos así en todo el país.

“Eran diversiones en familia, se alquilaban glorietas y se pasaba el día ahí”, cuenta Varese. “Los niños corrían, los hombres jugaban a las bochas, había carreras de sortijas. Era un mundo distinto”. Lo mismo pasaba con los parques cerveceros que que abundaban y eran muy similares a los de Munich.

Había ambientes menos familiares como los cabarets, los prostíbulos y todo ese mundo del bajo que no todo eran tan sano.

Varese va por la anécdota, el dato curioso y deja que el espectador aporte sus recuerdos o las historias que ha escuchado de alguno de esos lugares. Da datos precisos de su ubicación lo que permite ver cómo ha cambiado la ciudad y encontrar vestigios de aquellos tiempos.

—Hay una mirada nostalgiosa de su parte a todo ese mundo?

—No. Cada etapa tiene lo suyo y es maravillosa. Estamos siendo testigos y protagonistas de una época especial. No siento nostalgia, simplemente señalo cómo la gente se manifestaba en otros tiempos. Bueno, tal vez sí siento nostalgia pero por los valores morales. Hace 40, 50 años la gente tenía otros principios y quizás sí lamente un poco que en el pasado esas cosas contaban más que en estos tiempos. Pero insisto: cada etapa tiene lo suyo.

—Después de haber estudiado esa trayectoria que va de las pulperías a los actuales boliches, ¿Cuál cree que fue el mejor lugar montevideano para el esparcimiento?

—A mi me hubiera gustado convivir con los grandes café literarios que abundaban, El Tupi Nambá (en Buenos Aires y Plaza Independencia), el Polo Bamba (Colonia entre Ciudadela y Florida). O ir a los recreos que existieron en Malvin como Papazo (en Veracierto) o Rodelú (en la rambla y 18 de diciembre), aquellas pizzerías al aire libre. Pero como el libro es una sucesión de etapas, cada etapa tuvo lo suyo.

—¿Ya no quedan de esos?

—Hoy ni los cafés, ni las cervecerías, ni las rotiserías son típicos. Son una mezcla de todos. Y en el último capítulo termino con una puerta abierta en la cual menciono que estamos ante una nueva era y una nueva costumbre: los mercados. A mi me fascinan esos sitios donde estamos en la misma persona comiendo distintas cosas. Esto va a ser una de las costumbres que van a seguir en el futuro.

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