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“Creo que el lápiz me eligió a mí”

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Óscar Larroca

Entrevista a Óscar Larroca

El reconocido artista plástico acaba de lanzar Óscar Larroca. Gráfica ilustrada, de Ediciones de la Plaza

En estos días salió al mercado un potente libro que permite zambullirse en la carrera de este dibujante. Óscar Larroca. Gráfica ilustrada reúne cuatro décadas de dibujos que han nacido para la prensa y otros formatos, en los que se puede ver la originalidad de un artista en los más diversos terrenos. El libro engloba otro aniversario, dado que su editorial, Ediciones de la Plaza, también está cumpliendo 40 años de trayectoria. El material fue lanzado el martes pasado en el Museo Nacional de Artes Visuales, y en él colaboraron también Arotxa, Elvio Gandolfo y Carolina Santaello Franco, aportando textos que describen el rico e inquieto trabajo de Larroca.

-En el lanzamiento del libro se habló mucho de tus dibujos humorísticos.

-No, no me considero para nada un gran profesional del dibujo humorístico, más bien soy un atrevido en ese terreno. Y no es algo muy significativo en toda la producción de mis trabajos para prensa.

-¿Alguna vez se te quejó algún implicado?

-No, porque mis caricaturas más críticas, por decirlo de alguna manera, no fueron publicadas en medios de prensa. Más bien fueron publicadas en redes sociales, y no tuve una repercusión directa sobre eventuales malestares.

-¿Y lo que más te han elogiado?

-Cierto grado de ironía, cierta aspereza por el lado crítico. Pero creo que en el fondo son absolutamente inofensivas, sobre todo si comparamos estos trabajos con otros que se han hecho en otras partes del mundo. Y en Uruguay mismo, donde la caricatura tiene una historia realmente relevante.

-¿Sentís que es un oficio en vías de extinción?

-La caricatura no es una actividad en vías de extinción, pero la ilustración de prensa sí. Las tecnologías llevaron a que no se necesitara tanto ese tipo de trabajo doméstico del ilustrador.

-Ahora venís de trabajar en un formato de integrar dibujo y cine, con Sangre de campeones.

-Eso surgió a partir de la necesidad que tenían los directores, Sebastián Bednarik y Guzmán García, de cubrir algunos pasajes de la película con dibujos, dado que no existía mucho material, ni fotográfico ni audiovisual, sobre lo que ellos querían contar. Y el resultado creo que fue muy correcto, porque los dibujos se acompasan muy bien con el resto del material documental.

-¿Cómo fue bien la cocina de eso?

-Fue un trabajo en equipo, eligiendo distintos puntos de vista para las escenas que se querían representar. Y también un trabajo de búsqueda de información, porque había que ceñirse, por ejemplo, a la vestimenta de los jugadores de la época, así como de los árbitros, y de la gente en general, en las décadas del 20 y del 30.

-¿Y la estética elegida estuvo en tus manos?

-La estética elegida fue la de bosquejo de línea gestual, similar a esos sketches que hacen en los juicios públicos en Estados Unidos. El trazo que se me pidió tenía que ver con ese estilo espontáneo, que le daba cierta inmediatez. Y al mismo tiempo generaba cierta distancia. Como el resto de la película está basada en un material en blanco y negro, no en excelentes condiciones, eso nos llevó a trabajar en un estilo más evaporado, más borroso.

-Sobre aquel el episodio de 1986, cuando tu muestra Espejos... a veces fue objeto de censura. ¿Cuándo tú hacés un balance de aquello, sentís que en última instancia le dio mayor visibilidad a tu carrera?

-En ese momento sí, fue un episodio que me dio gran visibilidad. Pero así como me dio visibilidad de forma tan abrupta, una vez que el escándalo se apaciguó, también se apaciguó el interés por mi obra. Quiero decir que si bien mucha gente me recuerda por ese episodio, eso no influyó demasiado en poder comercializar más mi obra en ese momento.

-¿Vos cómo lo viviste?

-Fue un episodio bastante trágico: mucha gente no lo recuerda de esa manera, y cree que yo lo disfruté muchísimo. Pero en realidad no lo pude sortear con la facilidad que lo podría haber sorteado si me hubiera sucedido algunos años más tarde.

-En aquella exposición había unos dibujos de unas cucharas con vaginas. Chocó mucho eso de mezclar un objeto cotidiano con un órgano sexual.

-Sí, yo en ese momento estaba muy influido por el surrealismo, y no me percataba del alcance transgresor de mi obra. Creo que fui un ingenuo absoluto en ese aspecto. A partir de la molestia que causó en algunas personas, pude mirar mi propia obra a través de los ojos de la gente. No tenía idea del grado de aspereza que podían provocar esas imágenes.

-¿Cuándo nació el dibujante en vos?

-Creo que el lápiz me eligió a mí, mucho antes que yo tuviera noción de qué carrera iba a elegir para el resto de mi vida. Me gustaba dibujar desde muy niño. Y ya de adolescente plasmaba en el papel todo lo que tenía que ver con mi mundo visual, con mi gusto por los dibujos animados, las películas. Todo lo que me gustaba trataba de llevarlo al dibujo. Ese interés nació conmigo. Y siempre lo hice con mucho placer.

-Organizar una exposición es algo que da mucho trabajo, cuesta dinero, y muchas veces no reditúa demasiado.

-Sí. Desde el punto de vista económico, en Uruguay, no hay prácticamente rédito. Y yo a mis trabajos les dedico mucho tiempo, razón por la cual expongo cada bastantes años. Mi última muestra fue en el Museo Nacional de Artes Visuales en 2013, y todavía no tengo pensado hacer algo parecido.

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