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Las historias están en las pantallas

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Es una época donde las series son hechas para consumir como en una maratón. Foto: Agencias

El año pasado, en Estados Unidos se produjeron 409 series y este año se va aún por más.

En 2015 se produjeron 409 series solo en Estados Unidos, una cifra récord que prácticamente dobla las que había en 2009 (cuando hubo 211). En 2016 parece que el número será mayor, espoleado por el aumento del contenido original producido por plataformas online.

Netflix ha anunciado más de 600 horas de contenido original para 2016, el doble que hace dos años, y una inversión en compra de series de 5.000 millones de dólares. Algunos expertos auguran que en 2017 la tendencia empezará a revertirse y que esta supuesta burbuja de series está a punto de explotar. Otros lo explican simplemente como un cambio en el ecosistema televisivo: donde antes había unas cadenas con una parrilla limitada, ahora hay múltiples opciones y plataformas para distribuir un contenido que no encuentra límites.

Mientras, al otro lado hay una audiencia tan variada y fragmentada que permite que prácticamente haya una serie perfecta para cada espectador.

La crítica de televisión del New Yorker y reciente ganadora del premio Pulitzer, Emily Nussbaum, definió esta era televisiva como "la época caramelo", con series perfectas para consumir en forma de maratón, "sugestivamente diversas" y que permiten la "celebración por igual de comedia, melodrama y géneros diversos". Series, en definitiva, menos preocupadas por el prestigio y más centradas en ser apetecibles para un determinado tipo de público. "La tercera edad de oro entra en una nueva fase, se adapta a los nuevos medios y se reinventa para subsistir", explica Jorge Carrión, autor del libro Teleshakespeare.

Frente a la reciente edad de oro de la televisión, con series como Los Soprano, Breaking Bad, Mad Men oThe Wire, que dieron protagonismo al antihéroe y contaban historias ambiciosas presididas por la ambigüedad moral, la "Peak TV", es decir la televisión que ha alcanzado la cima creativa y de popularidad, se caracteriza por una mayor diversidad en sus personajes y temáticas, la hibridación de géneros y la multiplicación de plataformas para su difusión y producción, lo que da a los creadores, guionistas, directores y actores más oportunidades.

Más cortas y diversas.

Más series, pero también, más cortas. De los 23 o 24 capítulos por temporada en los canales en abierto estadounidenses o los 12 o 13 de las cadenas de cable, ahora es frecuente encontrar temporadas de seis, ocho, 10 o 16 episodios, una brevedad que ha facilitado la incorporación de estrellas del cine a la pequeña pantalla al no verse atadas a un mismo proyecto durante largos periodos de tiempo.

Para el guionista y productor Carlton Cuse, "una vez que Woody Harrelson y Matthew McConaughey hicieron True Detective, se abrieron completamente las puertas a que cualquier actor pueda hacer televisión", decía recientemente en Vulture. Es posible que la comedia que Woody Allen prepara para Amazon sea la cumbre de ese trasvase de talento de la pantalla grande a la pequeña. Susan Sarandon, Amy Adams, Drew Barrymore, Naomi Watts, Ewan McGregor o Daniel Craig están embarcados en diferentes proyectos televisivos.

Y todo esto en un panorama en el que se multiplican las plataformas que deciden apostar por la producción de contenido propio. Netflix, Amazon, Hulu, CBS All Access, YouTube Red o incluso PlayStation se han embarcado en la producción propia animados por los nuevos hábitos de consumo televisivo, en los que los espectadores eligen cuándo, dónde y cómo ver sus programas favoritos. La consecuencia ha sido una caída pronunciada de la audiencia en directo de las series en los canales abiertos estadounidenses.

"La Peak TV ha obligado a redefinir el concepto de éxito de los programas, y empezar a poner en valor esa otra audiencia que ve los programas a demanda sin las imposiciones de la grilla, y a explorar otro tipo de publicidad online", explica Elena Neira, autora de los libros La otra pantalla y El espectador social. Para Neira, "programas como Scream Queens, Empire o Quantico son ejemplos de esta tendencia.

La intensidad de la actividad en segunda pantalla durante las emisiones en directo, ha contribuido a relajar las exigencias de los datos de audiencia porque permite identificar núcleos de audiencia muy fidelizada que actúa como evangelizadora del contenido".

Esta situación de sobrepoblación seriéfila hace que sea más complicado que una novedad destaque y que haya más posibilidades de que el espectador se pierda pequeñas joyas ocultas en la marea. Cuando Landgraf se refirió a la Peak TV mencionó el caso de The Americans, una de esas series que quizá en otro momento habrían recibido mayor atención. Pero el nuevo paradigma también hace posible que se mantengan en pie títulos que no sobrevivirían o no habrían existido de otra forma. American Crime, The Leftovers o Transparent (las dos primeras con datos de audiencia muy bajos y la tercera producida por Amazon) no estarían preparando sus terceras temporadas si no fuera por este nuevo ecosistema televisivo.

LA COMPETENCIA MUNDIAL.

No todo es Netflix y HBO: destacadas series europeas.

La fragmentación de la que se habla en la nota principal no ocurre solo en Estados Unidos, aunque éste siga siendo el mayor productor de contenidos televisivos en el mundo. Es sabido que BBC, una corporación estatal y de servicio público, hace décadas que realiza series de televisión de alto nivel. Sin ir más lejos, uno de los grandes éxitos televisivos de Netflix, House of Cards, está basado en una típica miniserie de la BBC. "Típica" porque los británicos tienen sus tradiciones a la hora de hacer series de televisión. En general, se trata de relatos con muchos menos episodios que la contraparte estadounidense. Por ejemplo, una temporada de Sherlock Holmes —uno de los mayores éxitos internacionales de BBC en los últimos años con Benedict Cumberbatch y Martin Freeman— abarca solo tres capítulos. Pero más allá de las Islas Británicas, otros países europeos también encontraron un lugar destacado en la abrumadora oferta de contenidos televisivos. En los últimos años, la pequeña Dinamarca se hizo un lugar entre los productores de televisión a tener en cuenta gracias a series como The Killing (que tuvo su remake estadounidense, obvio), Borgen y Bron, una coproducción con Suecia. Pero Francia también tuvo un éxito bastante atendible con Les Revenants, una serie de ocho capítulos estrenada en 2012 (adaptada de una película homónima). Este año, Francia presentó otra serie que puede dar que hablar: Baron Noir, que ha sido muy elogiada por la crítica de su país. Otros países quieren su lugar en la pantalla chica, también. La serie de suspenso islandesa Trapped, por ejemplo, ha sido recibida muy bien en Inglaterra y Francia, donde ya ha sido emitida, de acuerdo a lo que informó el portal web Xataqa, que también destacó entre las nuevas series europeas a la búlgara Infiltrado, otra serie de suspenso. Hay "Peak TV" para rato, parece. Mejor asegurarse de tener un control remoto en óptima forma.

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Es una época donde las series son hechas para consumir como en una maratón. Foto: Agencias

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