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Concurso: La Mojigata y Cyranos fueron contundentes y originales

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La Mojigata 2019. Foto: Twitter @teatrodeverano

Segunda rueda

Importante crecimiento de Los Pasteles y buena actuación de La Martingala

Otra buena pasada por el Concurso Oficial presentó La Martingala, en la apertura de una nueva etapa del Concurso Oficial. Se trata de una murga que, a pesar de ser muy joven en carnaval, ya esboza un estilo definido: es punzante, original y con un texto analítico, crítico y combativo. Desde los aspectos técnicos sobresalió un buen coro, pese a que fue mejor su rendimiento de la primera rueda.

Tiene una musicalidad intensa y un trabajo escénico más que interesante.
En cambio, puede señalarse un aspecto crítico a su vestuario, que es de época, pero dentro de un libreto que tiene mucha actualidad, de modo que el plano visual pierde un poco de integralidad.

Su globalidad es satisfactoria en el abordaje de la temática de la fragmentación social, porque opina, desarrolla sus conceptos claramente y propone soluciones. A pesar de no ser humorística, el trabajo conectó con los espectadores y se llevó un buen aplauso.

A segunda hora llegó Metele que son Pasteles con su espectáculo Pa' la tribuna, que redondeó una muy buena segunda rueda, gracias a un trabajo que tuvo una notoria superación en comparación con la ronda anterior, instancia en la que la propuesta fue en ascenso y le costó entrar en temperatura.

Lo hizo con la vuelta de Pablo Riquero a la dirección escénica, capitalizando un importante crecimiento en materia coral, de arreglos y de musicalidad, donde se destacó una impecable batería.

El espectáculo tiene uno de los momentos más logrados del carnaval: el cuplé del neoliberalismo. Allí, con un tono de protesta y reclamo, la murga hace una completa descripción de sus características, criticando sus implicaciones en el campo de la política, la economía y la historia propiamente dicha, para concluir que sus efectos han causado más muertes que el nazismo y el stalinismo, expresan, mientras sugieren un guiño al año electoral que se avecina.

El repertorio se completa con un cuplé sobre Venezuela y otro sobre el Escuadrón Armado. Este último parodia los discursos que reclaman más seguridad en las calles.

Ambos momentos están bien logrados, aunque no obtienen el mismo rédito que el cuplé descrito anteriormente, pese a que, en esta oportunidad, fueron ejecutados con mayor dinamismo.

Los lenguajes principales del repertorio son la crítica y la ironía. Es una propuesta con sello propio, cuestionadora, que moviliza el pensamiento, cuyos textos siempre admiten más de una lectura y se proponen sin ambigüedades. Está en condiciones de pelear por su cupo en las finales.

El tercer turno de la noche fue para los humoristas Cyranos, defensores de la corona.

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Indudablemente, estamos frente a uno de los mejores espectáculos del carnaval. Se trató de un show muy reidero, redondo y contundente, que pretende estar en la definición de la categoría.

Nuevamente, el grupo planteó un notable trabajo grupal, pero sin descuidar las performances individuales. En este sentido, es de destacar el muy buen trabajo de Jimena Vázquez, que cada vez que participó en solitario logró los momentos de mayor respuesta.

El grupo realizó un gran trabajo musical, llevado adelante por una banda que toca en vivo, a la que se sumó un coro que funcionó a la perfección.
Realizando una comparación con la primera rueda, la agrupación de Arteatro presentó un espectáculo más dinámico y muy preciso, tanto para elaboración de los climas de risa como de reflexión.

Tiene, aún, posibilidades de crecer en su humorada inicial de los bebés.
Sus dos momentos principales son las humoradas de los carteles y la belleza. En la sumatoria de aspectos técnicos, una vez más demostró gran calidad artística y se presentó como un rival de fuste en este género, quedando pronto para afrontar su próxima presentación liguillera, para allí jugarse el todo por el todo en la recta final.

Al cierre de la jornada se presentó la murga La Mojiigata, con una propuesta más parecida a las de sus inicios que a las de los últimos años.

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Se trata de un espectáculo que, desde el tercer minuto, propone un nivel de información voluminoso, involucrando al público desde lo intelectual y no desde lo emocional, con una riquísima gama de recursos persuasivos: ironía, sarcasmo, crítica directa y distintos modos de humor, a los que se suman destacados momentos poéticos, por más que el objetivo de fondo siempre es la reflexión, pensar de un modo divertido.

Se desarrollan dos ideas centrales: la política y la felicidad, que se van descentrando y encastrando vertiginosamente, en una catarata de originalidad. Sobresale un texto muy bien conformado, de alto nivel, estructurado de un modo que exige un alto compromiso e involucramiento del público, con el consiguiente riesgo de desengancharse, sobre todo si espectador va en busca de una narrativa más simple.

Hay buenas dosis de risa, pero no siempre sostenidas a lo largo de toda la actuación, pese a que se trata de un repertorio atrapante, candidatazo a las finales.

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