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Vuelve un experto en los sobresaltos

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Huéspedes: Una visita a los abuelos donde las cosas pueden terminar mal.

El gusto por el sobresalto y algún giro sorpresivo en los tramos finales de la anécdota son rasgos reiterados en el cine de M. Night Shyamalan. La buena noticia con respecto a Los huéspedes, la más reciente película del cineasta que se estrena en Montevideo el próximo jueves, es que los sobresaltos funcionan y que el giro final es inteligente.

GUILLERMO ZAPIOLA

Debe ser lo mejor que Shyamalan ha hecho desde El sexto sentido (1999), al punto de haber generado la broma acerca de a quién le pagó para que le escribiera el libreto. Es la primera vez en bastante tiempo en que sus habilidades (intermitentes pero a menudo perceptibles) como narrador audiovisual no aparecen saboteadas por sus chambonadas de escritura.

Se trata de una película de bajo presupuesto, asunto compacto y clásico, y una considerable habilidad para administrar sus recursos que, admitámoslo, no rehúyen la fórmula.

Dos hermanos, una chica de 15 años, su hermano de 13, van a pasar unos días con sus abuelos, a los que nunca han conocido, en una granja de Pennsylvania, mientras su madre divorciada emprende unas vacaciones en un crucero con su más reciente novio. Al principio todo parece bastante normal, y la chica (Olivia de Jonge) registra los pequeños eventos cotidianos con su cámara de video. El hermano menor (El Oxelburg) tiene una fastidiosa tendencia hacia el rap, pero ya se sabe que los hermanos suelen ser un fastidio.

Ese es empero el menor de los problemas. Pronto comienza a ser visible la extrañeza del comportamiento de los abuelos, algo extraño ocurre en la cabaña cercana, y en el sótano parece haber literalmente algo que apesta. Cuando el espectador tiene todos los datos en la mano descubre, con cierta sorpresa, que las fichas encajan.

Reconozcamos que eso no es frecuente en el cine de Shymalan, que desde El sexto sentido o acaso desde El protegido (2000) se había caracterizado, sobre todo, por crear fantasías visualmente imaginativas que se desmoronaban cuando llegaban las explicaciones últimas. Era realmente torpe el desenlace de Señales (2002), quedaban demasiados cabos sueltos en La aldea (2004), sobraban las explicaciones en "off" en La dama del agua (2006). Y mejor no decir nada acerca de El fin de los tiempos (2008) o El último maestro del aire (2010), o Después de la Tierra (2013), películas en las que Shyamalan se posicionó al borde del abismo y luego dio un considerable paso adelante.

El fracaso de crítica y público de varias de esas películas parece haberlo vuelto un poco más humilde, un poco más reflexivo, y por eso mismo bastante más eficaz. Parece bastante notorio que en Los huéspedes hay menos presupuesto, la obligación de narrar con pocos recursos y sin despliegues de escenografías o CGI, y ello obligó a Shyamalan a ser menos ruidoso y más imaginativo. Su película no inventa la pólvora (de hecho es un catálogo de situaciones arquetípicas), pero se las arregla para que el explosivo esté seco y la mecha en condiciones. Su mezcla de humor y miedo funciona de veras.

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